La COVID-19, como muchas de las plagas del siglo pasado, cae en la categoría de infección emergente (aparentemente nueva enfermedad que aparece repentina e inesperadamente). Foto la hora: AP

Alfonso Mata

Nadie puede negar que a la par de las ciencias médicas, la epidemiología ha contribuido de manera importante al éxito de los esfuerzos de control de enfermedades infecciosas, culminando el siglo pasado en triunfos tan importantes, como la erradicación de la viruela y de la poliomielitis y al control de varias pandemias. Sin embargo, en los últimos años, el último solo es una muestra, ha habido un interés decreciente en la epidemiología de las infecciones, a pesar de que las enfermedades infecciosas siguen siendo la principal causa de muerte en nuestro país y en varios otros lugares del mundo. Ello en parte, porque estos mismos éxitos llevaron a una optimismo generalizado sobre la desaparición de las enfermedades infecciosas en el futuro. No resulta entonces extraño, la trágica explosión que ha tenido la COVID-19, la persistencia del VIH SIDA, la aparición de tuberculosis resistente a múltiples fármacos, que nos están recordando que la historia de las infecciones no termina y que aún no podemos relegar al pasado las infecciones.

La COVID-19, como muchas de las plagas del siglo pasado, cae en la categoría de infección emergente (aparentemente nueva enfermedad que aparece repentina e inesperadamente). Las infecciones emergentes se pueden definir como aquellas que han aparecido recientemente en una población o que están rápidamente aumentando su incidencia o ampliando su rango geográfico. Otros ejemplos recientes incluyen desde finales del siglo: el síndrome pulmonar por hantavirus, enfermedad de Lyme, colitis hemorrágica y síndrome urémico hemolítico (resultante de una infección transmitida por alimentos causada por ciertos cepas de Escherichia coli), Ébola, chicunguya. Los flagelos pasados también pueden repetirse y se conocen como enfermedades reemergentes, que a menudo son entendidas y bien reconocidas amenazas para la salud, que han aumentado o reaparecido, debido a que las medidas de salud pública previamente activas y la infraestructura sanitaria caducada se han deteriorado.

En la actualidad, gracias al avance de ciencias como la inmunología, medicina molecular y la genética, los factores específicos que precipitan la aparición de enfermedades pueden ser identificados en prácticamente en todos los casos y así se ha podido determinar que factores ecológicos y ambientales, colocan a las personas en mayor contacto con un patógeno o su huésped natural, y factores ambientales, sociales, demográficos y de comportamiento, promueven el establecimiento y diseminación de un patógeno previamente introducido en un población más pequeña. Tal es el caso de la COVID, en donde a pesar que se supo aun a tiempo el origen o foco de la infección, las naciones fueron incapaces de actuar a tiempo y eficientemente en los factores ambientales, sociales, demográficos que propiciaban su propagación, incluso lo siguen estando.

Las condiciones precipitadas y muchas veces desordenadas de la vida moderna y los cambios en el comportamiento humano, hacen que estos factores sean más prevalentes como factores de riesgo,  lo que da motivos para esperar que aumenten las enfermedades emergentes cada vez más rápido.

Históricamente en las últimas tres décadas, las llamadas «nuevas» enfermedades han aparecido y se han propagado mucho más rápidamente como subproductos de la explotaciones indebidas naturales, el comercio o la guerra, trayendo todos esos movimientos de personas, animales o mercancías y su manipulación indebida, infecciones que una vez estuvieron aisladas ecológica y geográficamente, a ocupar nuevos terrenos con nuevas formas. En el siglo XIX, los barcos de vapor llevaron el cólera a Europa y África. Luego fueron los trenes. Hoy en día, camiones, cargueros y aviones, han reemplazado en gran medida a las caravanas y los barcos de vapor, lo que brinda oportunidades aún más ricas para que las infecciones emerjan y se difundan de manera eficiente.

Otros factores también están permitiendo que las infecciones emergentes aparezcan a tasas crecientes y podrían facilitar una propagación más amplia y rápida. En muchas partes del mundo, las condiciones económicas están fomentando el movimiento masivo de trabajadores de las zonas rurales a las ciudades y nuevas formas y estilos de vida que favorecen su aparecimiento y divulgación. De igual manera la explotación de ambientes de forma desordenada y sin parámetros adecuados, ni técnicos ni científicos, por personas arrojadas a la pobreza y por ambiciosos que no se tocan el alma para una explotación inmisericorde de la biota provocando grandes desequilibrios ecológicos.

Se ha estimado que, en gran parte como resultado de ese desorden económico y social, la  migración para el año 2025, permitirá que el 65% de la población mundial, incluido el 61% de la población de las regiones en desarrollo, viva en ciudades que no fueron diseñadas para ello ni son capaces de soportar el caos ecológico y sanitario que ello acarrea. El fenómeno de la migración de las zonas rurales a las urbanas, puede permitir que las infecciones que surgen en zonas rurales aisladas, que alguna vez no fueron reconocidas y localizadas, lleguen a poblaciones más grandes, con la ciudad cumpliendo una función amplificadora y viceversa. Una infección puede diseminarse aún más cuando otros migrantes regresan a casa con una infección adquirida en la ciudad, un patrón que ahora se observa con el VIH y afortunadamente no se ha producido con el ebola. Igual se podría hablar de las grandes extensiones de tierra sembrada a la brava y sin seguir aspectos técnicos y científicos recomendados y que decirse de la producción minera.

Epidemias como el SIDA y otras propias de la última década del siglo pasado y la del H1N1 de este siglo, son claros ejemplos del papel que juega la interacción de complejos factores ecológicos, sociales y de comportamiento. Es evidente y ha sido manifestado así por organismos e institutos de ciencia mundiales que, controlar las infecciones del mañana, tal como la de la COVID-19, requiere cada vez más comprender y evaluar las funciones de cada uno de estos factores en la enfermedad, y diseñar estrategias adecuadas que los tengan en cuenta. La epidemiología de ningún país del mundo hizo caso a esa advertencia; ninguna tenía un plan adecuado de integrar enfoques para estudiar el contexto ecológico, social y conductual de la COVID en su propia cancha y el resultado de ello fue una pandemia que se pudo evitar pero que se dejó seguir.

La velocidad con que los factores de riesgo adquieren alcance mundial para propiciar las infecciones mundialmente, se ve confirmado por estudios que modelan la propagación de las epidemias. Así, con bastante  precisión, se modela aparecimientos y evolución de casos de influenza en Europa y Estados Unidos y del virus de la inmunodeficiencia humana, así como el progreso real de otras epidemias, y gracias a ello, se les ha logrado la contención de algunas. No podemos entonces escudarnos y decir no sabíamos. Ya existía tradición epidemiológica que había desarrollado modelos e incorporado fuertes fundamentos ecológicos con sociales y ambientales, no solo capaces de predecir posibles fuentes de aparecimiento, sino que se debía hacer y ya se habían dado oportunidades para desarrollar una epidemiología integrada, que permite desarrollar enfoques no solo preventivos sin predictivos. Lo que sucedió actualmente es que sencillamente se les ignoró.

Por consiguiente es indudable que el factor clave en la pandemia que vivimos fue y es el comportamiento humano, que fue el factor clave en la aparición y propagación de COVID-19, y eso a pesar de ser conocido su peligro y necesidad de control. Muchas de las dificultades para hacer frente a esta pandemia y a otras se deriva precisamente de nuestra incapacidad para afrontar eficazmente estos factores sociales y económicos antes descritos. Estar preparado para las infecciones emergentes, requiere no solo de elaborar vacunas y medicamentos, sino del fortalecimiento de la capacidad de vigilancia y respuesta de las infecciones, lo cual hacemos bastante deficientemente en la actualidad.

Artículo anteriorAmnistía denuncia abusos policiales contra las mujeres que se manifiestan en México contra los feminicidios
Artículo siguienteCovid-19: Salud reporta 839 nuevos contagios y 6,279 pruebas en 24 horas