Los virus con su agresividad, sean nuevos sean viejos y más aún como pandemias, el riesgo a que desarrollen variantes: más letales, más trasmisibles se vuelve un hecho. FOTO: LA HORA: AP

Alfonso Mata

Los virus con su agresividad, sean nuevos sean viejos y más aún como pandemias, el riesgo a que desarrollen variantes: más letales, más trasmisibles se vuelve un hecho. Es inevitable que suceda a menos que el virus desaparezca.

En estos momentos, dada la facilidad de diseminación que posee el SARSCoV2, a menos que se dé –al mismo tiempo que disminuyen los casos– una campaña nacional de vacunación rápida y masiva, que cobre impulso en todo el mundo, todo dependería de la suerte que tengamos de librarnos de un aumento repentino de una mutación viral, como la que amenazó con derrocar el sistema de salud del Reino Unido, Sudáfrica y Brasil en los últimos meses.

El efecto de una variante de SARCoV2 altamente infecciosa como la que ocurrió en el Reino Unido, conocida como B.1.1.7, así como solo puede ser local, de efectos devastadores locales y que solo ocurra en lugares cercanos, puede, por los medios de transporte tan rápidos y de movilización de personas, tener igualmente efectos devastadores en otras regiones del mundo y con resultados iguales o peores, como sería en países con recursos pobres para luchar contra la pandemia.

Pero hay otra serie de factores que se ocultan dentro de la difusión de una mutación y sus efectos, que pueden tener algo que ver con que su difusión sea mayor o menor. Primero, puede tener que ver la estacionalidad y esto aunque no está claro con este virus, es un principio que suele regir en microorganismos como los virus: las condiciones climáticas. Se conoce igualmente que la estacionalidad no funciona de la misma manera durante una pandemia que en épocas más comunes, y es poco probable que la transmisión cese por completo entonces.

En segundo lugar, debemos considerar la inmunidad. En este aspecto en primer lugar los antecedentes inmunológicos históricos de una población son importantes; solo basta recordar lo ocurrido durante la conquista de América con ciertas epidemias para conocer que la inmunidad adquirida juega un papel y en estos momentos de pandemia con SARCoV2, un antecedente inmunológico histórico puede hacer variar el impacto de la pandemia entre países y regiones que al momento nos es desconocido y tiene que ver con la inmunidad individual y grupal. Por otro lado, puede existir cierto nivel de inmunidad cruzada entre este nuevo virus y anteriores o primos que este favoreciendo una trasmisión más lenta y efectos menos graves. Finalmente con las medidas sanitarias impuestas, la forma en que estas son impuestas y acatadas, define como la población está ganando inmunidad, lenta o rápidamente. Es posible que los lugares que tuvieron grandes brotes al comienzo de la pandemia como Asía y Europa tengan suficientes individuos inmunes para frenar la propagación a los no infectados, pero el tamaño de ese efecto variaría de un lugar a otro debido a variables climáticas, sanitarias e inmunológicas propias. En cómo estas interactúan y se asocian en poblaciones saludables o no.

En tercer lugar, el comportamiento sanitario humano; en como las personas pueden haber alterado su movilización durante el tiempo previo y el actual; en como son de diligentes en enmascararse y lavarse las manos, y quedarse en casa en lugar de ir a bares y restaurantes.

Hay pues muchas razones para estar profundamente preocupados por las mutaciones o variantes que se pueden dar. A las poblaciones y políticos occidentales les cuesta ver el futuro o solo ven el muy cercano pues su vivir se centra en un presente y muy poco en un futuro y ante eso las medidas que toma o las cumple solo parcialmente o no las cumple. Y por otro lado, cambiar no suele gustar a la mayoría pues les lleva a mucha incerteza.

Pero en fin una cosa resulta cierta: no es creíble necesariamente que las mutaciones vayan a despegar de una manera en todas partes al mismo tiempo, por la misma razón por la que la pandemia no lo hizo al despegar en todas partes al mismo tiempo ni las razones que favorecen las mismas vayan a ser iguales en todos lados o como estas se den.
La gran esperanza para detener la mutación son las vacunas. En estos momentos en casi todos los países del mundo hay una campaña de vacunación a nivel nacional, que está ganando fuerza y tiene diferentes coberturas, velocidades de aplicación y calidad en las mismas. Pero la posibilidad de detener oleadas debidas a variantes y su control, dependerá también de las condiciones locales, como el cumplimiento de las pautas de salud pública, la experiencia pandémica pasada y el clima y a su vez de la proporción de vacunados.

Y DE LAS VACUNAS QUÉ SE PUEDE ESPERAR
Hasta el momento algunos afirman que las vacunas pueden llevarnos a la inmunidad colectiva, a pesar de las variantes. Otros son menos concluyentes: las vacunas actuales parecen ser lo suficientemente efectivas para poner fin a la pandemia. La verdad en estos momentos: no hay conclusión posible, pues cabe la posibilidad de que más variantes infecciosas del virus de la COVID-19 puedan debilitar gravemente la efectividad de efectos protectores de la vacuna, pero a la vez que las complicaciones se modifiquen y afecten los tratamientos actuales.
Todo parece estar en la cancha del virus en estos momentos: si bien algunas vacunas pueden controlar las variantes actuales, puede darse el caso de una propagación del virus aun entre vacunados, señalando esto que el virus es capaz de evadir cierta protección de la vacuna, y alguna variante como lo hemos visto con la llamada Sudafricana, parece capaz de esquivar.

Aunque aún no se ha estudiado a plenitud las vacunas, mucha atención se ha centrado en cómo los anticuerpos potenciados después de la vacunación atacan a la proteína de pico del virus; pero es muy posible que las vacunas tengan la posibilidad de movilizar y despertar en nuestro sistema inmunológico otras defensas que ataquen otras partes del virus y que aún desconocemos y que también puedan activar eficientemente células inmunológicas que ataquen las células infectadas que el virus secuestra para poder replicarse. Lo que eso significa es que pueden existir mecanismos de respaldo muy importantes integrados en las vacunas, que pueden brindar protección contra variantes emergentes aunque alguna puede escapar a ello.

Lo único que debe acarrear entusiasmo es que en estos momentos –como han dicho varios– si la efectividad de nuestras vacunas más efectivas cae al 70% desde el 95%, a pesar de ello, el mundo todavía tiene un camino para lograr la inmunidad colectiva que puede poner fin a la pandemia.

Eso no significa que el camino por delante sea fácil: en las campañas de vacunación está en juego no solo el porcentaje a inmunizar y la velocidad sino el tipo de mutación que pueda producirse y su diseminación. Sin embargo, debido a que las vacunas reducen en gran medida la enfermedad grave y la muerte, una campaña de vacunación que elimine los casos más graves de la pandemia significaría que los que quedaran serían casos leves y asintomáticos, algo similar a los provocados por su primo viral cercano: el resfriado común. Seamos más humildes en nuestras metas pero firmes: Aunque el virus no será eliminado, su efecto se atenuaría lo suficiente como para que la pandemia también termine efectivamente.

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