Alfonso Mata
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En el libro “Los Indios, su historia y civilización” Antonio Batres Jáuregui expone creencias generalizadas en nuestro medio, sobre la situación del indio: Falta de estímulos; de deseo de progreso; la ignorancia; la embriaguez; la propiedad común; los malos tratos dados por los ladinos; la indolencia y la pereza.

Pocos años después, 1899 el editorial de “La Juventud Médica” señala: “he ahí al guatemalteco, cruzado de brazos, sordo a las voces del Progreso…quedando aplastado bajo las ruedas los pueblos inválidos e indigentes”.

En 1926, el doctor Mariano Rodríguez Rossignon, rompiendo con esos conceptos mayoritarios que hacen ver “inferioridad de la raza” dispara un artículo en el periódico La Hora que contradice lo anterior y muchas creencias sobre el habitante señor de estas tierras. Nos empieza diciendo del indio:

“Miseria crónica ambulante, de piojos comido, de mugre cubierto. De piojos igual Tifus, se cohabita cada rancho, hay más piojos que mazorcas de maíz y eso va acompañado de una legión de parásitos intestinales y de otra índole que aniquila a los indios en todos los climas y las lombrices les nacen a los pocos meses de nacidos para acompañarles con sus aniquilantes efectos, que les lleva a la tumba a muchos y los que sobreviven por la “casualidad”, a pesar de la violencia que les aqueja en la niñez y edad escolar, llegan a la adolescencia que les permite soportar mejor sus efectos destructores y es entonces que empieza sus estragos el paludismo y las anemias tropicales en los que viven y bajan a trabajar a los climas tórridos, y un poco atrás, aunque no tanto, la filaria, que viaja por campos y villorios, dejando un saldo de ciegos y cegetones”.

Así que nos introduce el doctor al hábitat del indígena, pasa luego a aclarar interpretaciones que empobrecidas de elementos biológicos, generan confusión y un actuar político erróneo:

“En una raza en tal forma, atormentada por la enfermedad y por la mugre, no es el silabario lo que está pidiendo a gritos. Porque la mayoría de la preocupación capital de los que se interesan o parecen interesarse por la regeneración del indio, se concretan en decir de manera unánime, a exponer de que el indio aprenda a leer, de hacer un semiletrado de cada uno de ellos, cuando son esclavos de males muy superiores, mucho más graves y nocivos a ellos mismos y a la economía nacional, que la ausencia de estampar su firma en documentos políticos que en todo caso servirán a hacer el juego de los poderosos, de los verdaderos amos que nunca han tenido un gesto de conmiseración hacia ellos. Pero la casualidad de nuevo es la que lleva a nuestro indígena sobreviviente a la edad adulta, mostrando un estado de penuria y por más que vengan las excepciones son tan escasas, que no desvirtúan las proporciones tan pavorosas del conjunto”.

Y profundizando la situación advierte sus limitaciones de potenciales:

“Ese estado de penuria lleva sobre sus hombros el desarrollo nacional. La pobreza de recurso económico, la miseria absoluta que impera en su vida mantenida por un círculo vicioso de circunstancias. A ello se suma que el indígena gana jornales misérrimos y tiene un rendimiento laboral raquítico, tan raquítico como su estructura corporal y tal rendimiento no se puede superar debido al debilitamiento de su organismo, a la escasa resistencia (condicionamiento físico) que está dotado y no puede ser de otra manera ya que sabemos que su alimento cotidiano es el maíz, las tortillas con esporádicos aditemos de frijoles en cantidades mínimas cuando no sea únicamente la sal y el chile.

Hay regiones de nutrida población indígena, donde no se conoce el sabor de la carne más que en contadas festividades y la leche es algo que jamás llega a los labios de los niños en edad preescolar, como no sea la materna de lactancia. Y las frutas las comen como meras golosinas, si tienen posesión de algún árbol que las produce; legumbres y huevos y tantos otros alimentos indispensables a la economía personal le son desconocidos, excepción hecha de algunas yerbas silvestres. Los animales en muchas circunstancias no suelen formar parte de su alimentación, sino sirven de “Alcancía” cuando les apremia la necesidad de comprar medicamentos o varas de manta para cubrir su desnudez”.

Luego que nos muestra la austeridad de su vida, su adopción involuntaria de la pobreza y una falta de caridad y colaboración hacia ellos, Rossignon define consecuencias y rompe prejuicios:

De modo que el organismo del indio es una estructura endeble, es decir que no se alimenta bien porque no gana lo suficiente y no gana lo suficiente porque muchas veces no se alimenta. Es indolente porque eso obedece a su causa fisiológica que dejamos apuntado. Su desconfianza es causa de la explotación inhumana a que se le ha sujetado indefinidamente por generaciones de parte del Estado y la Sociedad y se suele decir que no sabe hacer uso de su libertad y que no merece nada más de lo que ahora se le permite.

Sabemos que el indio es vicioso y lo decimos porque lo vemos con alguna frecuencia en estado de ebriedad. Y que deja desnudos y hambrientos a sus hijos por ese hábito. El indio goza con beber guaro. Le gusta tanto como a nosotros nos gusta el cine, nos deleita la música y nos agradan otros placeres que no han estado nunca a su alcance. Su placer único es la embriaguez y desconoce cualquier otro alago espiritual que no sea lo que le señala la Iglesia católica que comprende y acata.

Quien con una luz se pierde y entonces tenemos la clave del estado vergonzoso en que viven la mayoría de los habitantes de nuestro país y bien claro el camino que debe seguirse.

Resulta evidente que Rossignon pretende con su análisis una nueva forma de entender el problema; de tomar conciencia del mismo; cosa que no será hecho por nuestra sociedad sino hasta los cincuenta y que en el aspecto nutricional y mucho del infeccioso, continúa hasta la fecha carente de solución adecuada. Es claro que Rossignon no está de acuerdo con ver el problema de los nativos americanos desde un punto de vista paternalista y de superioridad. El motivo fundamental de sus planteamientos es enfocar el desarrollo de potencialidades biológicas no por adoctrinamiento y trasculturización, sino generando una serie de acciones que permitan transformar condiciones y estados sociales, ambientales y biológicos, que terminen en producir seres convertidos en individuos diferentes y competitivos. La búsqueda de la salud es una guerra -decía en otra oportunidad- con la diferencia de que en una guerra convencional, el soldado recibe la muerte al servicio del Estado y en ésta, a manos de las estupideces del Estado.

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