El cumplimiento del Estado

Alfonso Mata

Lo que no es culpa de la pandemia

Necesitamos comprender el contexto nacional dentro del cual opera la pandemia, para proteger la seguridad de la salud de los ciudadanos y de otros derechos establecidos en la constitución. Lograr nuestros objetivos nacionales y mantener un proceso evolutivo de la democracia y el desarrollo humano, es la obligación del estado, la que en estos momentos no está cumpliendo.

Las emergencias que nos aquejan, no son producto necesariamente de la pandemia y si muchas de las emergencias de la pandemia son producto de esas emergencia antiguas no solucionadas. Desigualdad e inequidad en todos los aspectos del desarrollo, mantiene en niveles de diferente capacidad y satisfacción a las personas que ante sus necesidades toman muchas formas de enfrentar y resolver, que a su vez enfrente a los grupos sociales en que está dividida la sociedad guatemalteca y en los diversos entornos ambientales y culturales en que viven estos. Ese es el escenario sobre el cual se viene desarrollando desde hace más de cien días la pandemia. Montón de necesidades insatisfechas y montón de frentes de riesgo de lo más variado y diverso desatendidos y dejados al azar.

A lo anterior cabe añadir los efectos de los problemas ambientales y climáticos. No somos afortunados, en que nuestro entorno y clima sea relativamente tranquilo y estable, tampoco en la forma en que usamos nuestros ambientes naturales, pues un continuo saqueo desordenado del ambiente y contaminación del mismo, propiciado por también una desorganizada industrialización y comercialización, lo mantiene siempre provocando riesgos sobre los grupos de población más necesitados, lo que favorece riesgos y desastres que causan serias interrupciones en la vida cotidiana de las personas, en todos sus aspectos de desarrollo.

Lo que no hace el gobierno
Junto con los servicios de emergencia y las autoridades locales y nacionales, el Gobierno tiene un papel importante en la identificación, evaluación, preparación y manejo de riesgos, emergencias y desastres; tanto en desastres naturales hasta los provocados por el hombre. En eses sentido el gobierno actúa con sobrada ineficiencia antes y ahora. Uno se pregunta por qué el presidente en lugar de nombrar una comisión especial contra la pandemia, no fortaleció la Conred.

Además de todo lo que no hacen los servicios de emergencia y otras autoridades para gestionar vulnerabilidades y los riesgos, tampoco ha tomado precauciones razonables para protegerse y contener el problema de la COVID-19, actuando irresponsablemente ocultando información o no consiguiendo la necesaria y no haciendo uso debido de los recursos. Esto incluye ser consciente de los riesgos a que está sometiendo a la población y además los que está configurando su mal actuar para el futuro. Al actual gobierno no ha logrado dentro de la pandemia, comprender ni llevar la acción individual y de las organizaciones civiles y locales a un feliz término para enfrentar adecuadamente la COVID-19 y como resultado de ello, su control se le escapa de las manos.

Hay algunos eventos que ya están causando daños generalizados y que requieren alguna forma de respuesta del Gobierno. Nos referimos a lo económico, laboral, educativo, nutricional, salud, seguridad ciudadana. El Gobierno produce documentos, informa pero no actúa o lo hace parcialmente y a favor de algunos. Brinda información al público sobre casos muertes, junto con consejos y orientación, sobre cómo puede prepararse para no ser contaminados por el SARSCoV-2 y orienta a los contaminados, pero no les soluciona necesariamente. Y en medio de todo ello, no suelta palabra alguna y menos actúa como es debido y están demandando las circunstancias, sobre elementos como orden, seguridad y justicia, economía, trabajo y sobre todo corrupción, un mal epidémico que mata más que cualquiera y que potencializa efectos e impactos de la pandemia sobre la población.

Tremendo error en cuestiones humanas es jerarquizar problemas y actuaciones, que van enganchados y amarrados y que la falta de solución de una de ellos, resta efecto al que se hace en otros. No vale clasificarlos por separado, menos entenderlos y atenderlos sin unirlos. Nuestra historia anterior y resiente es el mejor ejemplo de ello, sin atender adecuadamente la pobreza la desnutrición y las endemias hacen presa de la población. La forma de actuar ante la pandemia nos está mostrando y demostrando al gobierno, que su forma de informar, planificar y prepararse y de ejecutar, no ha sido la adecuada. La retención de información sobre riesgos y evolución de los problemas sociales y ambientales, manteniéndola confidencialmente dentro del gobierno y ciertos grupos, solo tiene como objetivo alentar la corrupción, cuando lo que estamos necesitados es en alentar el debate público sobre estrategias e intervenciones y ayudar a las organizaciones, individuos, familias y comunidades a enfrentar y prepararse para emergencias y para tratarlas de forma adecuada.

Poner a cada quien en su lugar
No se necesita ni de cuantioso tiempo para actuar sobre la inacción o el mal actuar ni de rebuscar con quién trabajar.

Hay que partir que lo que está sucediendo dentro de la nación, no es ignorado por muchos. De hecho se sabe lo suficiente por funcionarios honestos públicos y organizaciones privadas, sobre la situación de las emergencias más importantes que Guatemala está enfrentando y que resumen en las siguientes categorías: Pandemias y endemias en salud, accidentes y violencia familiar y delincuencia común, eventos naturales y ataques humanos maliciosos (conocidos como narcotráfico, corrupción estatal y privada) y falta de justicia. Todas ellas incidentes sobre la pandemia.

Gran parte de la información al respecto se tiene y conoce al igual que sobre sus riesgos y no es sorprendente que se conozcan los causales en ello y los grupos que medran en que esas situaciones necesarias y suficientes se den, manteniendo control sobre un Estado comprado para que se de esa gravísima situación en todos esos aspectos señalados. El Estado se ha vuelto consentidor y oportunista y propiciador de situaciones que favorecen el desarrollo de la pandemia. El silencio y falta de atención a todo ello por el estado es aterrador.

Los planificadores nacionales, los potenciales planificadores de emergencias han encontrado y saben positivamente que: reúnen una gran cantidad de información sobre riesgos potenciales naturales y sociales, del estado y de grupos y organización social, que son relevantes y consistentes en mantener esos riesgos y transformarlos en daños. Toda esa información sobre los diferentes riesgos, pueden compararse en términos generales por igual; y en una época en la que parece haber tantos tipos posibles de emergencias, ellos pueden y deben ayudan a tomar decisiones sobre qué planificar y cuáles serán sus consecuencias. Lo que si resulta más que evidente en estos momentos, es que el uso del poder constitucional que tiene señor presidente, no lo hace en forma debida.

La información existente de parte de la gente proba del gobierno, debe pasar del conocimiento institucional a la intención de capturar la atención del público y de ello a la atención de las emergencias que podrían tener un impacto importante en todo o partes importantes del país. Ellos podrían ser capaces de proporcionar una imagen nacional de los riesgos que enfrentamos. El motor del trabajo gubernamental en estos momentos está en el uso adecuado del poder que le confieren los decretos, que también definen lo que entendemos por emergencias y las responsabilidades del Estado y sus instituciones.

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