Ministro de salud anunció este día 15 personas fallecidas por COVID-19. Foto: José Orozco/La Hora

Alfonso Mata

Y la gran verdad es que cuando el coronavirus que causa COVID-19 comenzó a propagarse por allá de noviembre del 2019, prácticamente nadie era inmune. Al no encontrar resistencia, el virus se propagó rápidamente por las comunidades. Detenerlo requerirá que un porcentaje significativo de personas sea inmune. Pero, ¿cómo podemos llegar a ese punto?

La cuarentena por si sola ni mata al virus, no es su objetivo. Ni termina con la posibilidad de su propagación (detiene la velocidad con que hay nuevos infectados, y que los que lo son anden por ahí propagando) y entonces luego que se declaran menos muertes y menos casos por día, algunos países están disminuyendo gradualmente las restricciones de cuarentena, pero eso no significa que el virus paso a mejor vida ¡NO! ni tampoco que las personas estén en mejor condición inmunológica para soportarlo ¡TAMPCO! solo significa que el juego del ratón y al gato sigue vigente pero que en ese tiempo hemos aprendido más sobre ese virus, sus intenciones y comportamiento y tenemos más información para evitar las complicaciones que nos puede causar en nuestros tejidos y órganos y como tratar cuando se dan mientras nos llega la ansiada vacuna, solución final para esa lucha y la única en el horizonte.

Que nos dicen los políticos entre dientes: A partir de junio habrá más capacidad de producción, luego se reanudará la construcción, el comercio, los bares y restaurantes brindaran su atención, dependiendo del riesgo en la región. Solo a partir de la tercera fase, por ahí de septiembre, se espera reanudar el turismo, abrir instituciones culturales y escuelas.

Y qué piensa la industria y el comercio: por supuesto que ellos en lo que se enfocan es en las finanzas no en la vida del ser humano sino en su bolsa, para eso fueron programados y dicen cada vez con más fuerza: ¡basta! A salir del encierro, producir y consumir que es lo que mueve el mundo financiero. Bueno, los menos, al menos nos hablan de una cuarentena más selectiva, más específica y centrada tanto en vulnerabilidades y riesgos (para quedar bien con el sector salud y la ética).

Y cómo está la sociedad a estas alturas: depende del escalón socio-económico a que se pertenezca. Unos cada vez más mal y ya con mucha dificultad para sostener una calidad de vida de por sí ya dañada antes de la pandemia que se agudiza más. Otros a una escala un poquito más alta, dañando su calidad de vida alcanzada y con restricciones cada vez mayores para sostener logros alcanzados. Esos dos grupos constituyen por lo menos el 80% de la población que se ve encerrada entre un potencial daño a su salud y una falta de acceso a bienes y capitales para sostener su paupérrimo estilo de vida y seguir adelante. La clase media, la más atemorizada, ve esfumarse ahorritos y porvenir. Finalmente hay una tercera categoría social que se ve abatida porque no podrá continuar acumulando a la velocidad y cantidad prevista, afectando con ello su ambición y espíritu de posesión y que pregona a los cuatro vientos la salida de la cuarentena a como dé lugar.

Y ante todo ello qué dice la ciencia: suelta algunas ideas y hechos y nos dice que sin importar la situación de vida, el virus es susceptible de atacar a todos; y sin importar la relación entre el estado y el ciudadano, una persona en todas partes será culpable de sus propios problemas de contaminación.

Lo cierto es que la pandemia de coronavirus exacerba la percepción de funcionarios y políticos contra la población y de esta contra los políticos y no como algo superfluo sino como algo que interfiere con sus actividades. Los políticos se quejan directa e indirectamente de la población: o se enferman y necesitan tratamiento, o requieren dinero, o al menos algunas concesiones o beneficios, y eso queja de todos. Los ciudadanos son reacios a acatar las órdenes, consejos y sugerencias, de vez en cuando se esfuerzan por engañar de alguna manera al sistema.

Y ante ese panorama, aterra pensar, que no exista un plan concreto, no ha sido presentado por el gobierno a sus ciudadanos, de cómo abandonar las medidas de emergencia y restricciones actuales, ello a pesar de las demandas de terminar con ellas, ya no solo de los de arriba sino de los de en medio temerosos y preocupados por perdida de sus ahorros, trabajos y de los de abajo que ven cada vez más la imposibilidad de sobrevivir.

La situación actual que atravesamos, nos coloca ante la necesidad de una búsqueda urgente de medidas médicas y sanitarias que debiliten un accionar violento del virus sobre las población que vaya a la par de incorporar un plan económico factible de dos cosas: evitar mayor deterioro y recuperar los espacios perdidos.

Pero unir esos dos planes es difícil. Muchas acciones en beneficio de uno, bloquean la buena realización del otro y aún más difícil. En términos políticos y de democracia quién debe decidir eso es el otro dilema.

Creo y en mi opinión, si vamos a mezclar agua con aceite y sabemos que no podemos compatibilizar ello de forma unánime en una sociedad tan heterogénea como la nuestra, que la discusión de ambos campos (salubrista, económico) la debemos establecer bajo una premisa “hasta qué punto es posible correr riesgos y estamos dispuestos a correrlos por el bien de al menos un retorno parcial a un estado normal de la vida” En el caso de la posición salubrista está en juego la vida de algunos y su salud a sabiendas a priori que muchos quedarán marginados de una atención de calidad y otros morirán. En el caso de las finanzas la clase media necesita de un lanzamiento estructural de la actividad económica, eliminar la economía de su actual parálisis, la clase pobre (ya sea urbana o marginal) de otras acciones y la comercial industrial de otras.

Tanto en el accionar salubrista como en el económico, el comportamiento de la pandemia y su causante el SARS-CoV-2 fija una pauta universal para elaborar planes: la selectividad en que afecta y se presenta en los distintos extractos de edad la población (morbilidad y mortalidad que causa), que permite pensar en estrategias sanitarias y económicas para los distintos grupos de población y de sus vulnerables y en riesgo de adquirir COVID-19.

Estamos claros que a estas alturas, pueblo y gobierno, agotaron ya sus recursos, pero no redujeron la propagación del virus gracias al distanciamiento social: fue incompleto el cumplimiento de normas por la ciudadanía, los cordones sanitarios fueron desbordados, la infraestructura sanitaria superada, mucha corrupción en proveeduría; de todo ello se dio y está dando y contribuye a limitar impactos. Pero lo cierto es que en ambos campos, el económico y el salubrista, la crisis es evidente y los gestos de desesperación ciudadana, política y financiera nos pueden llevar a una situación peor. La cuarentena tiene que terminar en la forma en que fue planeada y urge un plan nacional para hoy. Y para empezar, y eso es fundamental, el accionismo político concentrado y local fundado en un papel protagónico de ambición y poder, tiene que ceder su lugar a un accionar democrático consolidado en un pensamiento técnico científico.

El gobierno tiene la obligación de presentar ese plan conjunto salubrista-económico a la ciudadanía y es esta la que debe elegir en echarse al agua asumiendo la responsabilidad de la decisión de cómo cruzar la frontera. El gobierno es un ejecutor de la voluntad popular, así debería ser y está establecido en la constitución, a sabiendas que el virus permanecerá por mucho tiempo en la agenda de la política.

El problema actual es que el gobierno, aún no está involucrado en una discusión creciente con la sociedad civil sobre «estrategias de salida» y “estrategias de control”.

Por de pronto hay algo claro: Solo estamos en las etapas iniciales de una pandemia y no tenemos derecho a cancelar prematuramente las medidas necesarias implementadas: solo cuando el número de infectados se haya ralentizado se podrá hacer eso. Sin embargo, todavía no se escuchan los llamamientos para la abolición de las medidas verdaderamente draconianas por las que tuvieron que pasar las autoridades, no hay planes expuestos y eso es lo grave, podemos retroceder ante tal negligencia al principio.

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