Alfonso Mata

UNA SITUACIÓN
Las demandas de salud de las poblaciones, cada vez resultan más complejas. Si sumamos por un lado, el movimiento acelerado de personas, bienes y servicios, con las inequidades sociales y económicas que llevan a una mala salud y nutrición y a un acceso selectivo a servicios de salud, y lo colocamos en medio de un escenario ambiental que se deteriora rápidamente, podemos formar un panorama vinculante entre amenazas propicias para el aparecimiento y crecimiento de enfermedades y lo lábil de nuestro país a las mismas.

La prensa constantemente nos muestra solo una cara de la moneda: casos urgentes y persistencia de la mala nutrición, infecciones y padecimientos ya sea por deficiencia o por excesos y poco habla del saneamiento ambiental, las relaciones sociales, la contaminación y el hacinamiento, la exposición a productos y químicos, que son cosas y hechos de grandes proporciones y que agravan situaciones de salud en todos los grupos humanos del país.

Los modelos operacionales desarrollados por gobierno, sector privado y la academia, para desarrollar, hacer frente y mantener la capacidad de lucha contra la enfermedad, son limitados y están mal enfocados. A eso se puede sumar las recientes disminuciones en el financiamiento estatal, así como en los presupuestos de prevención, que dificulta aún más la capacidad de atender riesgos y daños a la salud.

Los centros de investigación, las universidades, desde hace muchos años han identificado las enfermedades y los problemas sociales y ambientales con mayor riesgo, pero lo público y privado y los tomadores de decisiones por décadas, han venido ignorando advertencias y sugerencias, aun cuando organizaciones mundiales y convenios internacionales, han declarado los problemas emergencias de salud pública internacional. Solo cuando los medios de comunicación encuentran y vuelven noticia pacientes y casos, se provoca una cobertura mediática nacional y miedo generalizado entre el público y los organismos de salud. Sólo entonces se actúa reactivamente y luego que pasa la euforia de notica, la situación retorna a la normalidad.

EL INFORME PRESIDENCIAL Y LA SALUD

Siga usted detenidamente el informe presidencial reciente y se dará cuenta que se centra en responder reactivamente. Lea lo poco que el gobierno divulga sobre lo que se ha hecho e igualmente se dará cuenta que es reactivo. Ante un problema existente o detectado, así responde.

Cada cuatro años, esperamos que ante las endemias y epidemias de enfermedades que padecemos, el nuevo gobierno marque el comienzo de una nueva era de ataque al problema. En el momento actual, apenas trascurridos dos años, ese ímpetu se desvaneció, como en ocasiones anteriores.

Los modelos actuales en que se basa el gobierno y gran parte del sector privado y académico para mejorar la salud y el bienestar de la población, son limitados. Las inversiones para el financiamiento de cambios y esfuerzos que se necesitan hacer también. Enfoques interinstitucionales conjuntos hacia esos fines, no aparecen en el actuar del actual gobierno ni en sus informes, ni en el discurso presidencial reciente (14-I-2018). Eso dificulta cualquier potencial, para mantener capacidad, aun para atender los brotes de aparecimiento de problemas. Además, muchas reglamentaciones y políticas que se desarrollaron en respuesta a problemas, en la actualidad siguen vigentes pues los problemas (por ejemplo, desnutrición en todas sus formas, las infecciones respiratorias y gastrointestinales, paludismo), no se controlan adecuadamente, ya que no se abordan las posibles causas primarias, ni se crean capacidades sociales y ambientales, para detener que se sigan produciendo casos.

En el tema de salud, el discurso presidencial de mitad de período es reactivo y ofensivo por sus incumplimientos. Muestra su incompetencia sobre el tema. Por ejemplo, luego de 50 años de saberse sobre el manejo de casos agudos de desnutrición, se muere más de la mitad de casos atendidos, eso constituye vergüenza para el sistema en su capacidad (aunque sea solo reactiva) de solución clínica. Muestra la ineficiencia de enfoque y de disposición política para solucionar y evitar casos también.

En nuestro país, las oportunidades de aprendizaje sobre sistemas exitosos de salud, deberían aprovecharse para desarrollar una mejor capacidad para predecir, prepararse y responder rápidamente, a las amenazas endémicas y epidémicas actuales y futuras. Pero eso debe acompañarse de un ambiente político propicio y un nivel operacional multisectorial, con inversión adecuada para ello. Eso se esperaba de este gobierno; al menos que preparara futuro para ello.

El discurso y los mensajes de gobierno, tampoco hablan de estrategias potenciales para la mitigación o erradicación de enfermedades, ni tan siquiera examina modelos operacionales, necesarios para ello; de oportunidades de financiación y operaciones. Ni tampoco habla de evaluaciones de amenazas en curso y posibles enfoques.

La verdad y lo que demuestran estos dos años, es que no existe convicción ni sentimiento, ni una visión de la salud, como preocupación de desarrollo nacional. Algunos avances desde administraciones pasadas, se han venido realizando, para atender los riesgos; pero el control de los problemas de salud, aun no reciben ni conceptualización ni reconocimiento adecuado, más allá de atención de los casos y pacientes. Tampoco se ha permeado la discusión de los problemas de salud, más allá de las partes interesadas tradicionalmente involucradas. De nuevo, la atención de casos, es la parte del sector salud que carga con el problema y no involucra y carece de analistas de riesgo globales, para comprender mejor y transmitir información sobre los posibles daños colaterales y los impactos económicos de la inacción preventiva.

Aunque el sector privado es claramente una parte interesada y socio clave en esto, darle una participación desde el principio no está en agenda, se le sigue viendo y teniendo como socio comercial. En este aspecto, nada se ha hecho y por lo tanto, nada se dice.

Desarrollar un sistema de salud adecuado, requiere acceso, cooperación y responsabilidad. Una asociación significa que todas las partes se benefician. Cooperación significa que se ha realizado el análisis suficiente, para comprender no sólo cómo se salva la vida sino como se potencializa el desarrollo de la misma. De eso no hay nada visible de acción al respecto.

«Estamos paralizados por la inacción, porque hay demasiadas amenazas y no sabemos por dónde empezar, o estamos demasiado ocupados lidiando con la amenaza del momento para abordar cualquier otra cosa» –ha sido la eterna excusa. La discusión solo tiene un camino para desenredar el nudo al respecto: la necesidad de evaluación integral de las amenazas, vulnerabilidades y riesgos, considerando en la acción, no sólo las propiedades biológicas de los agresores a la salud, sino también los contextos sociales o de comportamiento, dentro de los cuales una enfermedad se convierte en una crisis social y económica. Al respecto, tampoco este gobierno ha hecho cosa alguna. El discurso por tanto, nada cuenta.

Un tema candente, el comercial no se toca. Los términos comerciales que involucran la logística, la administración de la cadena de suministro para atraer y asegurar la inversión con claras ventajas de costo/beneficio o sea un retorno de la inversión o, al menos, ser neutrales en cuanto a costos, están lejos de ser ya una realidad. Los mecanismos tradicionales de inversión del gobierno, siguen siendo engorrosos y laboriosos a la vez que vergonzosos. La lógica de la estrategia enfocada en el desarrollo de la salud preventiva-predictiva para propiciar bajo riesgo, alta recompensa, no ha sido de interés y tiene fuerzas poderosas contra eso. Los políticos prefieren la financiación sobre la atención de casos (enfermos no enfermedades), porque es una forma fácil de repartir favores, recompensar, y obtener publicidad y beneficios: dinero, conexiones políticas, y no está ligado al rendimiento –es un aspecto clave. No existe asomo de cambio, al respecto.

Históricamente el discurso, está lleno de cifras millonarias; un llamado a prestar atención a resultados, pero no a las acciones, ni a la reducción de la magnitud de los problemas, tampoco contiene innovación sobre la forma de lidiar para evitar los problemas de salud y las enfermedades. De ello, no hay nada nuevo.

Históricamente, los gobiernos, no han estado dispuestos a cambio de modelo; el actual tampoco. En cambio, se ha dedicado a utilizar sus poderes normativos y de negociación, para fortalecer la atención no para reducir al mínimo la carga de la enfermedad.

En el campo de contrataciones y funcionamiento de personal, avances e implementación de la ley del servicio civil y primeros logros en lo laboral, emprendido por la administración ministerial anterior, fue dejada en el olvido. No hay nada nuevo sobre el abordaje de los problemas laborales viejos, ni de su solución, luego se mantendrán con todas las repercusiones que la inercia al respecto produce.

Por consiguiente y una recomendación al lector: Preste atención a lo que hace el sector salud, no a lo que dice. Los fondos asignados a la atención médica, seguirán siendo los importantes, especialmente para evitar muertes y controlar la enfermedad, pero la manera de lograr que éstas disminuyan y que el MSPAS coloque los recursos donde más se necesitan, no se va a producir. El sistema de atención a pacientes continuará salvando vidas y condenando a otras. Una de las razones de esta tragedia, es la falta de acceso a médicos y medicamentos esenciales que salvan vidas, que o bien no existen o bien necesitan mejoras; sin embargo, eso no tiene efecto, sin cambio en la calidad y modo de vida. Las respuestas del sector salud, a las amenazas de enfermedades y manejo de enfermos, continuarán siendo reaccionarias, a menos que se realicen mejores esfuerzos, para avanzar en el control de los factores que causan las enfermedades. La preparación de eso, queda pendiente para un próximo período presidencial. Hay que tener presente lo que dijo Nietzsche “los médicos más peligrosos son los que, como auténticos comediantes, imitan al médico nato con arte consumado de ilusión”. Eso me pareció el discurso presidencial.

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