Por Alfonso Mata

El Estado: sus instituciones, sus razones y formas de actuar, es el acto más complejo y agregado de ideas y pensamientos del universo mental de una nación. En la actualidad, aun cuesta aceptar, aunque no entender, cómo el flujo amorfo de personalidades e intereses que constituyen la esfera del actuar judicial, ejecutivo y legislativo, es capaz de generar conflictos; más conflictos que soluciones a la problemática de la sociedad actual y tales formas de ser y funcionar, llevan a otro hecho aún más inexplicable de entender: cómo los integrantes de la sociedad no actúan y se dejen. Resultado de esas dos condiciones; un pobre desarrollo humano.

El origen del problema se entiende relativamente bien y es histórico: un uso y la apropiación indebida de bienes, servicios y recursos por algunos, la concentración de los mismos en pocos y una mala distribución. Bajo esa situación política, cada sector de la sociedad, toma una forma de comportamiento que considera “la debida”. Reacción y actuar que en lugar de unir divide y desequilibra, lo que lleva a un conformismo que se resume en “sálvese quien pueda”.

Por otro lado, casi todo el actuar social diario del ciudadano, privado o público, viene a comportarse y a ser “sin compromiso ni obligación” y sólo una parte muy pequeña de su vivir diario, y eso de forma inconsistente, lo dedica a fortalecer y atender lo social.

La limitación

_graficaLa vida social de la nación necesita urgentemente de cambios en la acción colectiva y hoy más que nunca, el desarrollo del potencial de las capacidades de un individuo, depende, gira y se engancha, alrededor del desarrollo social. La evolución de la sociedad (lo humano de ésta) no puede surgir ni caminar, excepto en donde haya abundancia de espacio para que se tenga acceso a los derechos y una seguridad de que esto será posible en las diversas etapas de su vida. Esto no puede ser el resultado de un accidente.

No puede nuestra nación avanzar, si el 60% de su población navega en aguas solo para sobrevivir; es decir, deja a un lado su potencial humano y sus esfuerzos están dedicados a sobrevivir físicamente. Al faltarles recursos y alicientes para más, su incapacidad los vuelve presa de la ignorancia, falta de salud y mala educación. Los convierte en desordenados predadores, inconscientes, sociales y ambientales, que finalmente provocan la formación de réplicas. Esa situación genera maneras de protegerse. Una manera de protegerse es el uso de la agresión, comportamiento contra un medio socio-ambiental, que les ataca constantemente en su integridad física como humana y eso fortalece una cultura de sobrevivencia.

Los desequilibrios

La formación fundamental de la vida, de todo tipo de vida, es el ADN, una molécula que tanto sirve de base a la bacteria como al hombre ¿Cuál es la de lo humano? Todo hijo en su aspecto de ser vivo, recibe una herencia biológica de sus padres y también humana, de su condición humana, ambas le son de primerísima importancia para desarrollarse. La vida se protege en el cromosoma, el ADN guarda la información que ésta necesita, es el verdadero y único portador de la información que se va expresando a lo largo de la vida en estructuras, órganos, tejidos y en actividades y conductas. La parte humana está en la “cultura” y en el desarrollo humano que en ésta tiene lugar y que inicialmente se liga a la educación materna-paterna y de lo que diariamente recibe de éstos y cuando ya se está en condiciones de empezar a desarrollarse, poco a poco ese ser en formación, se va transformando en un portador de información que expresará en una manera de ser, entender y atender su entorno social-ambiental y que a su debido tiempo, se expresará en actividades laborales, recreativas y sociales.

Las normas y protocolos, las leyes y acuerdos, son los verdaderos y únicos portadores de información sobre qué y cómo se debe actuar (nuestro ADN humano es lo cultural) que a su debido tiempo, se debe expresar en procesos establecidos, en estructuras y actividades.

La actividad más fundamental para la formación y evolución de la cultura es el Estado. La pregunta clave es ¿Puede el sistema actual con su organización y funcionamiento, no sacrificar calidad ni equidad humana?; en salud por ejemplo, los programas curativos, ante la ineficiencia y escasez de acción de los preventivos y promocionales, se han multiplicado sin restricciones, saturándose los servicios que de ellos emanan, ya que no han crecido al ritmo de la demanda y la calidad exigida y esto requiere de un complicado conjunto coordinado de acciones a través de procesos, que a su vez requieren de intervenciones de distintas personas y recursos que funcionen y aseguren el correcto funcionamiento del proceso. El problema en este aspecto es que el Estado actual guatemalteco, no funciona perfectamente coordinando en norma-proceso-acción a lo que suma que carece de medios económicos suficientes y adecuados.

En resumen: tenemos un Estado sin procesos eficaces y los que funcionan, en su desempeño resultan ineficaces, también sus normas para activarlos y ejecutarlos, lo que estas dicen no se cumplen o funcionan aleatoriamente, comandadas por los intereses y pasiones de sus ejecutores y no por “como debería ser”.

Enfoques

Hay un postulado de entender la salud y la enfermedad que ha ido perdiendo terreno desde el aparecimiento de otro que se enfoca a lo comercial e individual, no a lo social y en este no existe el concepto de sociedad enferma. Por lo tanto, no existe una sociedad desnutrida, sino individuos desnutridos, no existe la psicosis social sino el individuo con psicosis, no existe una sociedad de obesos sino obesos y eso da origen a una interpretación en que el individuo enfermo lo que tiene y por lo que está así no es más que “su falta de adaptación al tipo de vida de su sociedad”.

Si bien es cierto que se afirma y se conoce la influencia decisiva que sobre toda la patología ejercen los factores ambientales y sociales, la presencia de estos, no suele considerarse como motivo de inquietud en los “normales” y eso nos impide entender que no somos una hoja en blanco sobre la que se puede “hacer” construcción física y mental. Eso significa que partimos de una concepción muy limitada y conceptual. “Exactamente como el hombre transforma el mundo que lo rodea, se transforma así mismo” pero lo que olvida ese postulado es que eso sucede en cada miembro de la sociedad, dentro de su propia naturaleza y posibilidades, que son generadas producto de la evolución de un desarrollo interactuante individuo-ambiente, que inicia desde lo embrionario y primera infancia y que es el potencial desarrollado en cada etapa, el que luego irá transformándolo, de acuerdo a sus propias posibilidades formadas. Salud, pasiones, tendencias y comportamientos, conductas y trabajo, serán el resultado de una historia sobre el desarrollo de una existencia potencial, producto de lo realizado tanto en lo propio, como por lo ajeno. Es todo ello funcionando, lo que conduce a un estado físico, mental y emocional equilibrado.

Luego, aunque ningún orden social es el ideal, ni tampoco es el fundamento de todo el peso de lo que se es, sí determina y eso en buena parte, lo que ha de manifestarse o predominar en éste o aquel. Pero y en esto estriba el concepto de enfermedad social, hay condiciones, situaciones y soluciones, acertadas y erróneas, satisfactorias e insatisfactorias, que vuelven vulnerable el desarrollo de potenciales físicos o mentales de las personas y les obliga a tomar comportamientos y actitudes, que pueden modificar organización y funcionamientos orgánicos y cerebrales, que les permite desarrollar características, que pueden limitarles o favorecer la adopción y desarrollo de organización y funcionamiento y que llevan a conductas sociales o antisociales.

La enfermedad y el desequilibrio mental en la etapa de vida productiva, en la evolución de la persona, consiste y mejor dicho, viene dada en parte, en todo lo que es no haber tenido “oportunidad” para el desarrollo de potencialidades positivas físicas y mentales dentro de un marco social estable y favorable. Pero el punto en esto es la frecuencia y magnitud con que actúan los factores sociales que alteran la constitución física y la conducta y el comportamiento social. Un medio lleno de temor, miedo, que oculta la verdad, calla, no deja participar que se acompaña de distribución inequitativa de bienes y servicios, no es condición que favorezca a nadie ni en su formación ni la en la expresión de ésta y si son situaciones que de tanto repetirse, afectan a tantos, se convierten en costumbres y esto en adaptación y esto en aceptación y todo en su conjunto en un comportamiento nacional.

El costo de la costumbre

Se entiende que independiente del lugar, de lo que se hace y es, de la forma de gobernarse, el Estado en su organización y funcionamiento, debe permitir a toda persona llegar a tener y alcanzar libertad y espontaneidad y a lograr la máxima expresión de sus potenciales y sí en una sociedad la mayoría no lo alcanza y eso generación tras generación, se puede decir que en un momento dado, luego de décadas y siglos de que eso ocurre, esa sociedad no lo ve como un defecto, no ve amenazada su confianza como “proscrito” y “no le importa” ni probablemente se da cuenta de lo que ha perdido, aunque gane en seguridad de “estar adaptado”. Ese efecto puede convertirse en hábito y aceptación cultural y eso da un sentimiento de consuelo, hasta de “éxito” lo que no significa que a la par se dé un sentimiento de culpa y ansiedad abrumadora y de impotencia e indignidad, que lleva al aislamiento y anonimato social. Lo sorprendente es que eso, permite a muchos vivir sin enfermar, les proporciona remedio, aunque no curación y de esa cuenta nace una cultura de la psicosis y una sociedad enferma de muchos males físicos. En un medio de esa naturaleza, las personas crean un mundo de fantasía y hacen muy poco por alcanzar metas con su esfuerzo y siempre mantienen la esperanza de un milagro y acaban con una sensación de inutilidad y amargura, un tipo de psicosis y por otro lado nos topamos, con otro grupo de personas que no se conforman, que buscan y luchan por alternativas y sus conflictos difieren de los de la mayoría y aunque son capaces de saltarse las trancas, se topan contra la pared, personas con mucha sensibilidad que viven “contracorriente” y eso también pasa factura.

El origen del problema se entiende relativamente bien y es histórico: un uso y la apropiación indebida de bienes, servicios y recursos por algunos, la concentración de los mismos en pocos y una mala distribución.

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