Gustavo Morales

Las estadísticas no mienten, después del cáncer de cérvix, el cáncer del sistema digestivo y entre estos los de colon y recto, son los que más casos nuevos presentan al año. El cáncer de colon y recto, se observa de los cuarenta años en adelante siendo los sesenta a los setenta y cinco años el período de mayor frecuencia de casos detectados.

Por lo regular la presencia de cambios en los hábitos de defecación y sangre en las heces deben llamar poderosamente la atención al que los padece, obligando esta condición a buscar consejo profesional. El cáncer de colon es más frecuente en mujeres y el de recto en varones.

Se ha visto que poblaciones con dietas pobres en fibra y abundantes en proteínas de origen animal, al igual que grasas y carbohidratos refinados, padecen más esta enfermedad. También la promueve la ingesta de alimentos con cancerígenos demostrados y la acción de bacterias en los alimentos y secreciones intestinales y del hígado. Se sabe también que la mayor frecuencia de este problema colonorectal se debe al proceso de malignidad que padecen los pólipos adenomatosos de esta área que los transforma en este terrible mal como lo es el cáncer.

Ya establecida la enfermedad, se puede difundir por la pared intestinal, por medio de metástasis (siembra de células malignas) a ganglios linfáticos regionales y metástasis intraluminales (dentro de la luz del intestino).

Uno de los problemas con el desarrollo de este cáncer es que, dada la lentitud de su crecimiento, no produce mayores signos y síntomas, hasta que el tamaño de la masa los llega a producir. La presentación de estos signos y síntomas, depende del tipo de cáncer, de su localización, extensión, difusión y complicaciones de las lesiones propias de esta tumoración. El colon derecho por ser más ancho (mayor diámetro) la complicación más temida, la obstrucción intestinal (emergencia médica) es lenta por lo que tarda más tiempo en presentarse. Las hemorragias continuas de esta área, cuesta detectarlas por ser muy pequeñas y mezclarse con las heces en el recorrido intestinal. El colon izquierdo que tiene luz más estrecha, si existe presencia de una masa alrededor del intestino produce períodos alternos de estreñimiento y diarrea. Puede producir obstrucción intestinal, acompañada de un intenso dolor abdominal, que la convierte en una emergencia médica a tratar. La sangre en heces puede ser más vistosa que el caso anterior.

El problema en ambos casos es que cuando ocasionalmente son observados dichos signos, las personas le echan la culpa a otras causas más benignas como hemorroides, divertículos o algún tipo de pólipo y no acuden a consulta médica.

Con el cáncer de recto, es al revés ya que el principal signo es hemorragia muy vistosa en la defecación. También hay sensación de evacuación incompleta así como dolor en el área rectal. El consejo y recomendación es que, en cualquier caso que se detecte alguna hemorragia, aunque se sepa su origen intestinal-rectal, debe pensarse en la posibilidad de un carcinoma preexistente al cual hay que descartar. En contadas oportunidades, el paciente consulta por el efecto secundario del cáncer primario, debido a complicaciones en otras áreas del cuerpo producidas por metástasis a distancia; por ejemplo: aparición de líquido abdominal, aumento del tamaño del hígado, ganglios palpables y otros más. Un cuadro clínico con esas características manifiesta lo avanzado de la enfermedad, con el consabido problema de su tratamiento y de difícil pronóstico.

La mejor manera de hacer un diagnóstico temprano y atacar el problema antes que empeore, es el de realizar exámenes de sangre oculta en heces, ya que si existe continuidad de su presencia, es motivo suficiente para hacer investigación para averiguar la causa de la misma en el sistema intestinal hasta el recto y el ano. De este modo, si los estudios posteriores constatan la presencia de cáncer, este se agarra en etapa inicial y el pronóstico es muy favorable al paciente ya que es más curable.

De los cincuenta años en adelante, se aconseja hacer sigmoidoscopías cada cinco años o colonoscopías cada tres años, según sea el caso o como lo estime el médico de cabecera. Hay profesionales que recomiendan hacer estudios de rayos X con enema de bario para identificar pólipos y cáncer.

Tal como se identificó al principio, la presencia de pólipos adenomatosos, son proclives a transformarse en cáncer. Por esa razón, si en los procedimientos antes mencionados (sigmoidoscopía, colonoscopía, enema de bario) los pólipos se detectan, hay que erradicarlos y una vez quitados enviarlos para estudiarlos al microscópico por el patólogo a fin de comprobar o descartar el inicio de un cáncer. Si por los medios anteriores no se logra quitar todos los pólipos , entonces se debe pensar en la extirpación quirúrgica.

Al tener confirmado el cáncer de colon o recto, se deben hacer exámenes complementarios para buscar problemas tipo metástasis y anemia (común por las constantes pérdidas de sangre). No deben faltar los exámenes de laboratorio, rayos X, tomografías y otros más. Hay exámenes especiales de mucha utilidad como los marcadores tumorales que ayudan a evaluar la evolución del cáncer post tratamiento e incluso contribuyen a detectar una recidiva (nueva aparición) del cáncer cuando se cree que está eliminado.

Al igual que otros carcinomas, el de colon y recto se clasifican según el estado en que se encuentran en el momento de hacer el diagnóstico. Dicha clasificación se basa: en el grado de penetración del tumor en el tejido intestinal y rectal según el caso; el número de ganglios linfáticos regionales tomados por células malignas y la presencia de metástasis en otras áreas del cuerpo (metástasis a distancia). Estas características del carcinoma, se juzgan según su avance desde el grado cero a grado cuatro que es el más avanzado de la enfermedad.

Las alternativas de tratamiento, también están en función del grado en que se haya clasificado el tumor. La cirugía es el procedimiento de primera elección y se complementa con radioterapia y quimioterapia según el criterio médico. En la actualidad se practica la quimioterapia sola o con radioterapia, antes de hacer la resección quirúrgica del tumor, ya que este tratamiento previo por decirlo así, “reseca” los tejidos malignos con lo que colabora con el cirujano facilitándole hacer una operación más limpia y más cómoda. El objetivo también es minimizar o evitar complicaciones en el acto quirúrgico.

Terminados los tratamientos, como se apuntó antes, debe hacerse una colonoscopia anual de control por cinco años seguidos. Si estas son negativas a tumoraciones, se harán luego cada tres años. La rutina de control anterior, está sujeta a cambios según la evolución del paciente y el juicio médico del profesional tratante.

Se puede resumir diciendo que la supervivencia del paciente con cáncer de colon o recto, depende del grado en que se encuentre el tumor y el tipo de tratamiento que se haga en ese momento. Esta supervivencia en general varía desde un 90% en el grado cero, hasta menos del 20% en el grado cuatro en un período de 10 años; observando una relatividad racional de más o de menos tiempo según sea el caso en cuestión.

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