Por Alfonso Mata

Si por un momento abrimos las páginas de nuestra historia, nos topamos con terror, que la violencia desde la conquista ha sido nuestra compañera. Alvarado quemó vivos a los reyes cachiqueles.

Pero no es necesario viajar tan lejos en el tiempo; detengámonos a principios de este siglo, ya para entonces, la OMS/OPS nos advertía que la violencia es una de las principales causas de muerte entre las personas de 15 a 44 años. En el primer año del siglo, calcularon que 1.6 millones de personas murieron en todo el mundo como resultado de la violencia, es decir una tasa general ajustada por edad de 28.8 por 100 mil. Casi la mitad de las muertes fue suicidio, un tercio homicidios y cerca de un quinto estaban relacionados con la guerra. Los varones representaban el 77% de todas las muertes por homicidios, particularmente los varones de 15 a 29 años de edad. Los hombres también predominaban entre las muertes por suicidio. A nivel mundial, las tasas de suicidio aumentan con la edad, tanto para hombres como para mujeres, pero particularmente para los hombres, y son más altas entre los 75 años de edad o más.

Pero la violencia no solo tiene que ver con la muerte, tiene que ver con la salud y con la enfermedad que se ve afectada por los efectos físicos, psicológicos y sociales que esta produce en el individuo que la padece y los que la sufren.

Si bien la violencia tiene origen dentro de un sistema político, no todo en sus causas es de tipo político. Solo como ejemplo, los datos de encuestas periódicas realizados en diversas partes del mundo, han demostrado que entre el 10% y el 50% de las mujeres, experimentan violencia física en manos de una pareja íntima durante su vida y entre el 40% y el 72% de todas las mujeres han sido abusadas físicamente por un compañero. Por otro lado se ha encontrado que las mujeres que han sido víctimas de la violencia de pareja, no solo han sufrido daño en sus condiciones físicas en general, sino que corren mayor riesgo de homicidio y suicidio y tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental, reproductiva y síntomas somáticos y médicos. La violencia sexual puede provocar embarazos y complicaciones ginecológicas, las infecciones, la salud mental y los problemas de comportamiento en la adolescencia y la edad adulta, el comportamiento suicida y el ostracismo social.

Los hombres no cantan mejor las rancheras entre el 5 y el 10% revelan una prevalencia de victimización sexual durante toda la vida. Se estima que la agresión sexual infantil es responsable del 0,6% de los años de vida ajustados por discapacidad (DALY) en todo el mundo.

Pareciera pues que en la violencia en nuestro medio, entran factores colectivos que pertenecen no solo a un medio político ni al pensamiento de un grupo específico; la constancia de ciertos hechos -no solo los colectivos como el reciente nos muestra la prensa- muestra que el problema se enraíza indisolublemente dentro de la sociedad, dentro de una situación histórica y a una cultura y esos hechos son importantes para explicar los procesos individuales que llevan a un individuo o individuos a actuar como agresores.

De tal manera que debemos concebir la violencia, como un proceso esencialmente colectivo. Los errores de unos y de otros, apoyan condiciones y circunstancias y son la suma de todas esas aportaciones, las que llevan a la tragedia individual y colectiva y no es la aportación de cada uno de ellas, las que nos debe preocupar, sino el combate de todas ellas trabajadas sobre una base común.

Un principio temprano

El problema de violencia no se inicia en la vida adulta, se ve ya manifestada desde la niñez y la adolescencia. La mala salud mental y física, causada por el maltrato infantil en el hogar, en la escuela o en las calles, constituye un componente importante de la carga nacional y mundial de morbilidad. El abuso infantil suele provocar daños psicológicos y las experiencias de violencia en la infancia, cosas como la discordia de los padres y la violencia doméstica, impactan en la formación de la personalidad, así como la escolar y están fuertemente asociadas con resultados adversos para el desarrollo de los niños. Cada vez se acumulan más pruebas de que muchas de las enfermedades que se manifiestan ya en la edad adulta: las cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades metabólicas y pulmonares crónicas, pueden estar relacionados con el maltrato infantil y otras experiencias adversas en la infancia, mediadas mediante la adopción de factores de riesgo conductuales.

Tanto a nivel del hogar como de la escuela, un estilo de pensamiento permisible y una estructura colectiva de pensamiento, son dos caras que delimitan un campo de problemas como es volver propensa la violencia. Alrededor de esas condiciones, se va estableciendo un círculo cuyas consecuencias conllevan a la permisibilidad, el reforzamiento de comportamientos agresivos, la confianza en los iniciados y la solidaridad en los miembros que tiene la misma categoría y están al servicio de las mismas ideas y que terminan conformando una fuerza social orientada al mismo fin y que crean una actitud común antisocial. A través de ese proceso de estabilización y configuración común, es que se forma una entidad social permeable a la agresión. Solo a manera de ejemplo, podemos ver en forma resumida, lo que sucede a nivel de la escuela en nuestro medio y que fue estudiado por UNICEF no hace mucho en nuestro país.

La mala inversión de la violencia

Parece claro que el acto violento genera indignación consternación y no solo desestabiliza relaciones humanas sino que consigo lleva, enfrenta y explica costos económicos. Los costos de la violencia incluyen los costos de servicios policiales, médicos y jurídicos, y casi siempre costos indirectos de pérdida de ingresos y productividad, pérdida de inversiones en capital humano, costos de seguros de vida y quizá el más evidente, reducción de la calidad de vida. Las estimaciones de costos varía no solo en relación al tipo de violencia sino a su magnitud y varía ampliamente, pero no deja de ser un hecho, que lo económico está y permanece en cualquier tipo de violencia, lo que nuestra sociedad desconoce y subestima es que a mayor violencia mayores pérdidas económicas. A pesar de estas diferencias, por ejemplo, Estados Unidos ha estimado que la violencia en su territorio le cuesta el equivalente a casi el 3.3% del Producto Interno Bruto (PIB). Costo directo médico solo por niño maltratado en Estados Unidos se calcula entre 13 mil 781 y 518,3 dólares de los EE. UU. Los costos de violencia en países como Inglaterra y Gales se estiman en US $ 40 mil 200 millones anualmente. La violencia intrafamiliar es responsable del 1.6% del PIB perdido en Nicaragua y el 2% del PIB perdido en Chile.

Teorías de la violencia

La violencia es un problema complejo y multifacético y hay muchas perspectivas teóricas diferentes sobre sus causas. Los modelos que se han desarrollado al respecto, varían en el énfasis puesto en factores psicológicos, interpersonales y estructurales, y en las suposiciones subyacentes sobre si la conducta humana surge del libre albedrío o está determinada por factores externos. Las teorías más importantes pues, están llenas de aspectos de psicológica y criminológica fundamentalmente pero no de biología, cosa que trataremos en próximos capítulos del tema.
Lo cierto es que, la naturaleza omnipresente de la violencia en nuestro medio, los múltiples niveles en que opera y la necesidad de acciones intersectoriales para prevenirla, brindan una oportunidad para una mayor atención interdisciplinaria.

En el campo de la salud pública, un modelo ecológico para comprender la violencia ha sido ampliamente utilizado. Esto permite un examen de los múltiples niveles relacionados con el comportamiento violento: cada uno opera en relación con otros factores individuales que modifican e interactúan con la relación, la comunidad y los factores sociales e individuales. Powell y otros sostienen que un modelo no necesita proporcionar una comprensión integral de las causas de la violencia, para ser útil, pero puede identificar factores de riesgo que pueden ser modificados. La Figura que a continuación se presenta (ver próxima página), muestra el modelo ecológico, con ejemplos de riesgo y prevención Factores que pueden operar en cada nivel.

Si bien cada tipo de violencia puede tener un conjunto específico de factores y determinantes contribuyentes, una serie de éstos son comunes entre los diferentes tipos de violencia. El uso de drogas y alcohol, ciertos factores demográficos, el acceso a las armas de fuego y las desigualdades sociales, económicas, de género y otras en la distribución o uso del poder, aumentan los riesgos de una variedad de tipos de violencia.

Un modelo aproximativo

Investigaciones recientes sugieren que ciertos factores demográficos relacionados con inequidades, aumentan significativamente el riesgo de violencia individual/colectiva, especialmente el conflicto civil y lo colectivo. Estos factores que afectan a una alta proporción de adultos jóvenes, incluye altos niveles de desempleo, tasas de urbanización rápidas, hacinamiento de todo tipo: familiar y laboral, limitación de acceso a ciencia y tecnología y en áreas rurales, escasa disponibilidad de tierras de cultivo (y disputas asociadas sobre la distribución de tierras de cultivo), escasez de agua dulce renovable acceso a materiales de producción.

La desigualdad entre los grupos en la sociedad es un importante factor de riesgo para la violencia, especialmente la violencia colectiva, mientras que la desigualdad de género ha sido reconocida desde hace tiempo como un factor que contribuye a la violencia de género en muchos entornos.

Estudios mundiales recientes sobre homicidios sugieren que el desarrollo económico, la desigualdad económica y las tasas de homicidios en niños y jóvenes, tienen relaciones complejas que están fuertemente mediadas por el sexo y el sexo de la víctima. Los indicadores económicos, explican una cantidad significativa de varianza en las tasas de homicidios entre hombres y mujeres de 15 a 24 años, aunque las asociaciones son más fuertes para los hombres que para las mujeres en este rango de edad.

Los que son víctimas de violencia, también pueden estar en mayor riesgo de abuso de sustancias, ya sea tabaco, alcohol u otros drogas y cambiar su comportamiento. Se ha encontrado que el abuso de sustancias, aumenta la probabilidad de que los hombres cometan violencia sexual y algunas formas de violencia juvenil. El narcotráfico aumenta el riesgo de violencia, ya que los individuos que trafican con drogas son significativamente más propensos a portar armas de mano y cometer actos violentos y criminales, mientras que las bandas involucradas en el tráfico de drogas tienen niveles de violencia más altos que los que no lo están.

Aproximadamente 200,000 personas mueren anualmente por armas de fuego en situaciones no conflictivas y aproximadamente 300,000 personas mueren anualmente en conflictos armados. Se estima con frecuencia que en los conflictos modernos más del 90% de las víctimas ocurren entre civiles, el uso de armas pequeñas y armas ligeras relativamente poco sofisticadas, es muchas veces la vía.

Los vínculos entre ser abusado como un niño y después abusar de otros han sido ampliamente documentados, pero esto claramente no es un resultado inevitable. Una comprensión más profunda debe centrarse en cómo recuperar a las víctimas de abuso infantil para llevar vidas no violentas de adultos es necesario para informar la intervención y el tratamiento una mejor comprensión de la biología de la violencia a la par de lo psicológico y lo social la mayoría de modelos de definición e intervención no suelen contemplar la parte biológico. El siguiente modelo es claro en eso.

No cabe duda que lo político juega un papel importante pero eso no quita que algunos grupos humanos, las comunidades, no pueden ser capaces de desarrollar respuestas a la violencia y establecer mecanismos para asegurar que los niveles de violencia no creen estructuras comunitarias y familiares disfuncionales. Pero también hay que estar conscientes que los niveles de confianza social y de capital social, pueden verse tan erosionados sin la falta de apoyo político y que esto en sí mismo, es un factor importante de la violencia. Por lo tanto, es primordial trabajar con las comunidades para promover mecanismos eficaces y controlados localmente, para aumentar la resiliencia, reducir las vulnerabilidades y mejorar la protección dentro de marcos políticos de apoyo. Las intervenciones no pueden ser impuestas desde el exterior, necesitan ser cuidadosamente moldeadas y determinadas por las percepciones y experiencias locales.

Finalmente debemos adquirir conciencia en base a los hallazgos recientes que demuestran cómo el impacto de largo plazo del maltrato infantil en los comportamientos de alto riesgo puede contribuir durante décadas al desarrollo de enfermedades potencialmente mortales. Uno de los desafíos para el personal de salud, es reconocer y conocer mejor sobre la biología y fisiología de la violencia y a eso dedicaremos el próximo artículo. Entender cómo los ciclos de violencia y la transferencia intergeneracional de violencia, tienen que ver con el funcionamiento del sistema nervioso es fundamental y debe ir a la par de lo psicosocial a fin de por interrumpir esos ciclos de violencia. El enfoque de salud pública, debe enfatizarse en la acción interdisciplinaria y científicamente basada para prevenir el daño a poblaciones enteras.

…debemos concebir la violencia como un proceso esencialmente colectivo. Los errores de unos y de otros, apoyan condiciones y circunstancias y son la suma de todas esas aportaciones, las que llevan a la tragedia individual y colectiva y no es la aportación de cada uno de ellas, las que nos debe preocupar, sino el combate de todas ellas trabajadas sobre una base común.

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