Los números del sistema médico

Hay hechos en el sistema de salud, a los que no concedemos importancia, pero que en la realidad y en su forma de producirse, son de sumo interés en el presente y en el futuro para el médico que se forma.

Es difícil estimar el número de médicos que necesita un país, depende en parte de la magnitud y tipo de morbilidad que tenga y de la organización y funcionamiento de su sistema de salud y sus problemas. A manera de comparación, para 1965, cuando iniciamos la carrera de medicina la promoción 72, había menos de 2.5 médicos por 10,000 habitantes en el país y su distribución era bastante heterogénea. Estados Unidos tenía para entonces 15 y en la actualidad, Guatemala tiene alrededor de 10 por 10,000 habitantes.

En 1974, nuestro compañero Sánchez Viesca, señalaba que se invertía menos de un centavo por día por habitante en salud y los servicios de salud concentraban su trabajo en prácticamente las zonas urbanas y más de la mitad de ese esfuerzo en el área metropolitana. Cuando nos graduamos, de 1,140 médicos que había en el país 850 (75%) ejercía y residía en la capital, 90% en las cabeceras departamentales y un 15% de médicos graduados había marchado al exterior. Cifras similares se produjeron dentro de la promoción.

La dependencia tecnológica y científica y de insumos y materia prima dentro del Sistema Nacional de Salud, era prácticamente dependiente del exterior y eso a su vez de otras dependencias y grupos intermediarios, que se situaban ya desde antes que iniciáramos la carrera, en posición de control en el aprovisionamiento y el costo en este, encareciendo la adquisición sin control alguno de materiales y medicamentos. Problema que para el sistema persiste aún en la actualidad.

No expondría lo anterior, si no fuera porque en toda profesión, lo que rodea su preparación y ejercicio, influye en la forma de actuar del profesional y en qué y cómo lo hace y también sirve para entender mejor lo que es y fue una formación profesional. Lo expongo también, para que no se enjuicie lo que a continuación expongo con un: Sipero no debió ser así o lo contrario. La realidad política y social en que vivimos, es el medio interior en que nos formamos.

 

El maestro hospitalario

Resalto en primer lugar que la mayoría de nuestros profesores, por no decir prácticamente todos, eran hombres. De igual manera, casi todos los profesores titulares y auxiliares, aparte de ello, eran especialistas en la rama docente que impartían y la actividad docente-docencia, constituía solo una parte, no la principal, de su actividad profesional y el aspecto de investigación y especialidad en docencia Universitaria o no existía o era muy pobre en la mayoría de ellos. Profesores de tiempo completo, tuvimos contados.

 

Durante nuestra carrera, la docencia en ciencias básicas, absorbió un 20-30% de nuestro tiempo dedicado a la docencia; un 50-60% en las ciencias clínicas y el resto 10-15% en ciencias sociales o de la conducta. Nuestro proceso de enseñanza aprendizaje, se centraba eminentemente en lo clínico y eso tanto en la enseñanza teórica como en la práctica y nuestros guías y maestros eran sobretodo clínicos, que en las dos primeras etapas (1965-1968) de nuestra formación, emplearon métodos pedagógicos en que actuábamos como receptores pasivos de saberes y conocimientos, cosa que en la tercera etapa, la hospitalaria (1969-71) se invertía y nos convertíamos en sujetos activos en la enseñanza.

Nuestros profesores en su mayoría, a su actividad docente incorporaban un trabajo autónomo o asalariado, en una mayoría combinado Industrial (hospital privado y establecimientos nacionales o IGSS) con clínica privada. El proceso manufacturero industrial de parte del Médico: producción de medicamentos y material médico, había dejado de existir y en general era el Estado el que tenía el papel protagónico en el control y reproducción de las fuerzas de trabajo médico.

Había una ilusión propia de las últimas promociones, que ya afectaba a una buena parte de la nuestra: las especialidades y subespecialidades empezaban a aflorar y en nuestro futuro profesional, todavía no se vivía un desequilibrio entre oferta y demanda que favoreciera aumento de desempleo en médico general o especialista; situación que perduró en una decena de promociones debajo de la nuestra, pero que luego se vuelve exasperante, debido a que una buena parte del crecimiento de servicios oficiales, fue siempre y sigue siendo inferior a las necesidades de la población. Pero en general, esa condición desfavorable era debido a que el crecimiento de empleo luego de los 80, prácticamente se mantuvo constante, tanto en el sector público como en el privado, a lo que se vino a sumar fluidamente las crisis económica y fiscales y en la actualidad lo que ha venido a evitar a que ello sea una verdadera debacle, en buena parte es debido a la inyección económica que hacen las remesas, sosteniendo la inversión en salud, salida del bolsillo del consumidor. No estaría lejos decir que el pobre, sostiene el sistema nacional de salud.

Como parte de la atención en salud empezaba a aparecer y a consolidarse, una forma de trabajo en equipo que reunía varias disciplinas, tanto en lo institucional como en lo privado, creándose una forma de trabajo más compleja y de integración de los distintos procesos de trabajo necesarios para el tratamiento correcto de muchas enfermedades y enfermos, que se incrementaría con el aumento de las especialidades y especialistas. A la par de ello, fuimos de las últimas promociones, en que el médico realizó visita domiciliar a enfermos o se le llamaba para ello.

 

La panorámica de la escuela de medicina

Para cuando empezamos nuestros estudios de medicina, el dominio de las disciplinas médicas y del ejercicio médico en el mundo y en nuestro país, se había extendido mucho y se desarrollaba a velocidad vertiginosa e iba desde lo biológico molecular (genética) hasta lo que podríamos llamar lo social y eso convertía en muy compleja, la enseñanza y aprendizaje de la medicina.

Ya para cuando iniciamos la primera etapa de nuestra formación universitaria, se había producido de parte de la OPS, esfuerzos serios para actualizar todas las escuelas de medicina de Latinoamérica. Guatemala al igual que el resto de países, en la década de los sesenta, vivió ese esfuerzo y se incorporó al mismo.

Desde nuestra segunda etapa de formación médica (1967-68), a cargo ya directamente de la Facultad de Medicina de la USAC, en nuestra formación existía ya una guía regional para que esta se diera. La Facultad de Medicina pertenecía a la Federación de Facultades y Escuelas de Medicina Latinoamericana y participaba activamente en ella, a través de sus autoridades y jefes de departamento, buscando y contribuyendo al perfeccionamiento de la educación médica y en esos foros, los participantes intercambiaban objetivos, planes, programas y experiencias, en busca de formas de aprendizaje y enseñanzas mejores, para los estudiantes latinoamericanos y se dictaban lineamientos, para la reforma de las Facultades. Para convertir ese esfuerzo en realidad, ese foro que se reunía periódicamente casi cada año, revisaba logros e impedimentos y el desarrollo de esta iniciativa, contaba con el apoyo de OPS y las fundaciones Kellogg y Rockefeller, en un esfuerzo de convertir en una acción conjunta, la mejor formación de profesionales de Latinoamérica, en pro de conservación de ideales comunes, llegándose a acuerdos y requisitos básicos de la formación profesional, que requería abandonar estrechos criterios.

Nuestro pénsum de estudios, sus lineamientos, en parte surgían como resultado de lo que se discutía aprobaba y del apoyo de esas reuniones. Nuestra generación y no solo nuestra promoción, estuvo sujeta a un cambio en contenidos y métodos de aprendizaje, en parte producto de esto. Pero también de otras situaciones.

En nuestro país, el trabajo de la Facultad de Medicina, se centraba en la actividad humana, como unidad biológica. La actividad de nuestra escuela de medicina, se desarrollaba en medio de una gran diversidad cultural social, en que se producía una tendencia a construir familias y grupos sociales, con distintas características en su modo de vivir y, por consiguiente, productoras de formas y estados diferentes de salud y enfermedad y de comportamiento ante ellos. Y ese fenómeno, en la formación del Médico, resultaba importante en la comprensión de la dinámica de las enfermedades y de los enfermos, en cada uno de esos ambientes y especialmente el de las mayorías.

 

Durante toda nuestra carrera, la universidad fue un hervidero político; muchos médicos fueron despedidos o migraron; muchos aparecieron junto con estudiantes en listas negras; algunos líderes fueron encarcelados y torturados y otros asesinados.

De tal manera que las reformas educativas en la Facultad de Medicina de nuestro tiempo, cursaron paralelas con las actividades de violencia estatal y no fue sino en los siguientes años de nuestra graduación, que aparecieron nuevas escuelas de Medicina en universidades privadas.

Perfil social del Estudiante de nuestra promoción

Recién ingresados a la universidad, el departamento de bienestar estudiantil de la USAC y en el tercer año de , la facultad de Humanidades, realizaron una encuesta sobre nosotros, que mostraba que solo el 22% de nuestra promoción, era originario de fuera de la capital y la población femenina estaba formada por solo una estudiante, pero el nivel de aprovechamiento de las tres promociones que nos sometimos a estudios generales (1971-1973) superamos los niveles de aprovechamiento cercano y superior al 80% y las siguientes, volvieron a bajar dichos índices por debajo del 50.

En la promoción 72, el 90% de los que iniciamos éramos solteros y al finalizar, más de la mitad estaba casado. De igual forma a promociones que nos precedieron, alrededor del 28-34% de nosotros, teníamos un médico como familiar más cercano, siendo en muchos casos el padre. Durante la carrera, el 70% fuimos de una forma u otra, dependientes de nuestra familia y en cuanto al nivel socioeconómico, si nuestros datos los comparamos con estudiantes de otras carreras universitarias, vemos que la carrera de odontología y medicina eran y podríamos decir, mejor calificados y se comparamos con otros grupos no universitarios, pero en edades similares a las nuestras, las diferencias socioeconómicas se agrandaban.  Estas diferencias se daban, desde las promociones médicas anteriores a la nuestra.

Era pues muy clara, la importancia del estudiante de Medicina de aquel entonces, dentro de la sociedad, que puede aportar diferenciación en expectativas motivaciones y sistemas de clase y por lo tanto del interés social por el médico y la salud de distintos grupos de población. Pero también explica en parte las aspiraciones hacia dónde apuntábamos las generaciones médicas que nos formábamos y de nuestra visión de ubicación social, con claro predominio a un ejercicio privado clínico y capitalino de la medicina.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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