Por más que lo diga el presidente Biden, aún no salimos de una pandemia. Estas no desaparecen por decretos. En otro orden de cosas, con mis compañeros celebramos cincuenta años de habernos graduado de médicos y a lo largo de nuestra vida profesional, hemos visto surgir nuevas infecciones: SIDA, MERS, virus zika Chikungunya, Hendra, Nipah, Ébola sin deja de continuar viejas como las de Influenza y otras influenzas nuevas. Y, por supuesto nuestra conclusión es triste: Y todavía no estamos preparados para enfrentarnos ni a las nuevas, ni a las viejas, cuando se vuelven explosivas, y de ello no deja de entristecernos los millones de muertes y sufrimientos ante las cuales las guerras se quedan chiquitas y eso que nos dice nuestro saber, que todas ellas son infecciones no fáciles de transmitir, ya que solo se propagan la mayoría a través del contacto directo con fluidos corporales infectados. Todavía no somos bastante buenos, para comunicarnos sobre las amenazas de enfermedades infecciosas, de controlarlas sin terapias medicamentosas, y tampoco logramos el equilibrio correcto de seguridad de que sabemos lo que estamos haciendo. No es algo fácil de hacer que las cosas cambien, pero queda para las siguientes generaciones médicas, seguir mejorando lo que vivió la nuestra. Porque así es como siempre evoluciona la medicina.

También estamos dejando un ejercicio de la medicina, llena de dilemas éticos que tienen que ver desde el manejo del sistema de salud, hasta la atención del paciente y con una atención médica comercializada y con grandes inequidades de disponibilidad, acceso y consumo, y llevando a cuestas los dilemas éticos y legales de cuándo somos materia de decisión y cuando de empleados. Investigadores, profesionales de la salud pública, legisladores y técnicos de salud que llevamos medio siglo de ejercer, nos enfrentamos y sentamos a discutir temas importantes de salud, empantanándonos ante una pared comercial, financiera y política, que lleva otros fines propios de la medicina y la salud y que usualmente termina alterando la eficiencia y efectividad laboral profesional: la colocación de recursos, la comunicación, capacitación, acceso a tratamiento o prevención de profesionales y técnicos de la salud y de la población.

 

Queda aún mucho por hacer en la lucha contra las infecciones y en general contra la enfermedad y la preservación de la salud.  Por más que no lo hemos propuesto a nivel mundial, si bien hemos bajado en algunos lugares las infecciones o ciertas infecciones, siempre algunas de ellas se hacen presentes en todos los lugares de la tierra.

Usted se preguntará al igual que el personal de salud  ¿por qué no desaparecen las enfermedades? pues es por diferentes causas y entre estas destacan las acciones realizadas por nosotros mismos, las inmunodeficiencias adquiridas (sida, trasplantes de órganos, quimioterapia oncológica) son parte de eso; la migración de personas que trae consigo la posibilidad de importar enfermedades de un lugar hacia poblaciones susceptibles es otra razón; el que no se puedan eliminar todos los portadores; el excesivo empleo de antibióticos es otra causa.

Pero al volver la vista hacia el futuro, nos invade la esperanza. Simplemente lo podemos ver en un ejemplo. Vemos que nuestro organismo de por sí es capaz de producir muchas estructuras y mecanismos de defensa. Uno de ellos son los péptidos antimicrobianos (PAM). Los péptidos son cadenas cortas de aminoácidos, que actúan como bloques de construcción para las proteínas como el colágeno, la elastina y la queratina. Los péptidos antimicrobianos (PAM), son moléculas relativamente pequeñas que contienen entre 12 y 60 aminoácidos, forman parte de la respuesta de defensa de diversas especies de organismos y participan mediando la respuesta primaria hacia varios patógenos como bacterias, parásitos, infecciones víricas y fúngicas.

Los (PAM) se descubrieron hace más de 90 años. Uno de los primeros fue la gramicidina, en 1939 y se demostró su efectividad para proteger frente a la infección por neumococos. En 1941, otro PAM, la tirocidina, fue descubierto y se encontró que presentaba actividad frente a bacterias grampositivas y gramnegativas. También hay en otras especies animales y vegetales. En 1939 se aisló a partir de la planta Triticuma estivum el PAM purotionina, que resultó ser efectivo contra hongos y bacterias patógenas. Las investigaciones en este tema no tomaron relevancia hasta la década del 80 cuando se hallaron las cecropinas y magaininas. Desde entonces se han aislado más de 5 mil PAMs de diversas fuentes y otros se han sintetizado mediante métodos químicos.

 

En la actualidad, estas moléculas han revolucionado la manera de tratar las enfermedades en humanos destacándose las causadas por agentes infecciosos, pues muchos de ellos los denominados PAM, son considerados antibióticos naturales presentes en todas las formas de vida, desde organismos unicelulares hasta mamíferos y humanos. Son muy diversos, por lo que se han publicado numerosas clasificaciones teniendo en cuenta el organismo productor, la célula blanco de su accionar, mecanismo de acción; pero en general, tienen una acción inmune sobre los microorganismos o defendiendo los tejidos y células de nuestro cuerpo a través de diferentes rutas.

Se dice que los PAM pudieran ser empleados como agentes terapéuticos en el tratamiento de las enfermedades infecciosas y/o complementar la terapia con los antibióticos convencionales, pues tienen sinergismo con estos.  algunos PAMs como el LL-37 pueden neutralizar las endotoxinas bacterianas como la LPS, evitando la secreción de citocinas proinflamatorias, que pueden causar destrucción del tejido, shock e incluso la muerte. Esto demuestra que pudieran ser empleados como inmunomoduladores en enfermedades infecciosas y no infecciosas. En cuanto a la actividad antiviral se conoce que las defensinas tienen actividad tanto contra virus envueltos como desnudos, aunque con mecanismos de acción diferentes. Se conoce que los PAMs antifúngicos pueden tener actividad fungicida o fungistática. En cuanto a la actividad antiparasitaria, se pueden mencionar como PAMs representativos los provenientes de insectos como la defensina A, la cual tiene actividad contra Plasmodium, Leishmania y Trypanosoma.

Pero ahora la parte deudora: A pesar de las múltiples propiedades de los PAMS, no se han obtenido in vivo resultados satisfactorios, por lo que muchos de ellos no se emplean en tratamientos médicos. Estos péptidos presentan como desventajas la baja estabilidad metabólica y absorción oral, excreción rápida a través de riñones e hígado, elevada toxicidad e inmunogenicidad y altos costos de producción. Hay otro inconveniente, el mismo que tienen los antibióticos; los péptidos antimicrobianos, no son esencialmente «a prueba de resistencia. La resistencia no solo evoluciona, sino que evolucionó de forma independiente en casi todos los casos que han probado (utilizando especies de E. coli y Pseudomonas), y los microorganismos como bacterias y virus lo hacen tan solo en 600-700 generaciones, un parpadeo relativo en el tiempo microbiano de días.

Seamos entonces claros: en estos momentos no hay sustancias o medicamento alguno, que pueda decirse “a prueba de resistencia”. Pero estamos dejando la medicina, con la esperanza de que pronto aparezcan nuevas formas de entender y vivir en paz con nuestro mundo microbiano también y no enfrentados con él.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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