Desde el punto de vista de la biología, el resultado final clave de las relaciones sexuales es la reproducción. Pero cuando nos fue posible ir saliendo evolutivamente de ese mundo animal o mejor dicho enriquecerlo, los humanos fuimos capaces de conectar a ese proceso de reproducción y perpetuación, un sistema de emociones positivas y satisfacciones personales. Además, el contexto histórico-cultural que se iba formando entre humanos, fue llevando el mundo biológico de la sexualidad, a un espacio más allá de eventos reproductivos, a uno impregnado de socialización y sensualidad. Con eso, al mismo tiempo de ser un sujeto reproductor, una persona pasó a ser sexualmente social y a ocupar un cierto estatus en la comunidad, para mantener el acceso a diversos recursos y condiciones que determinan en parte conductas sexuales.
Los centros de emociones positivas en el cerebro (núcleo accumbens, tegmentum ventral, locus coeruleus y varios otros) se activan cuando implementamos un comportamiento exitoso, o al menos aumenta la probabilidad de éxito eventual. A nivel molecular, los neurotransmisores como la dopamina, la norepinefrina y las endorfinas, están asociados con estos procesos. Los centros de emociones negativas (hipotálamo posterior, amígdala, corteza insular) se activan si el comportamiento no tiene éxito y la probabilidad de lograr el objetivo final disminuye. Aquí también se pueden detectar señales moleculares específicas: sustancia P, fragmentos de corticoliberina y colecistoquinina. En la corteza prefrontal ventromedial de los hemisferios cerebrales, existe una competencia constante de señales emocionales positivas y negativas, asociadas con lo que hacemos con nuestra sexualidad, y su resultado determina en gran medida nuestra elección de un programa conductual particular.
Entonces, ante la evolución sufrida, tanto biológica como social, fuimos creando patrones de conducta, que fueron modificando nuestro cerebro a tal punto que, la definición de sexo biológico se basa en varios factores: herencia genética, órganos genitales y niveles hormonales. Con base en estos criterios observados al nacer, al niño se le asigna un sexo masculino o femenino. Pero eso puede tener sus sesgos.
Además de los pares de cromosomas más comunes, XX (femenino) y XY (masculino), son posibles otras combinaciones cromosómicas (por ejemplo, X0, XXY, …). La forma de los genitales y la cantidad de hormonas sexuales en el cuerpo, también pueden variar. Ya sea genéticamente, hormonalmente y/o la apariencia de los genitales externos e internos, puede dictar que me considero o consideran un sexo. Por lo tanto, actualmente sabemos que el sexo no se limita a las dos categorías.» hombre y mujer”. Intersexual es un término general. Designa muchas variaciones del desarrollo sexual. Es decir, la presencia de características biológicas sexuales innatas (genéticas y/o anatómicas y/u hormonales) que no corresponden a las normas sociales y médicas de masculino y femenino. Estas variaciones en las características sexuales, pueden detectarse antes o después del nacimiento, en la infancia, durante la pubertad, en la edad adulta o incluso nunca. Las personas intersexuales tienen cuerpos sanos y gozan de buena salud. Según la ONU, la proporción de personas intersexuales en la población mundial anda por un 2%. Estamos hablando que, en la población guatemalteca, podemos estimar unas 340 mil personas.
Entonces cabe preguntarse ¿Soy un hombre o una mujer? ¿O ni lo uno o lo otro? La identidad de género es el conocimiento profundo que tiene una persona de su propio género. Esta autopercepción, puede diferir de las características biológicas sexuales y de la percepción de la sociedad o enriquecerse con ambas. Toda persona debe tener derecho a la autodeterminación, en cuanto a sus características sexuales y debe poder vivir su identidad abiertamente, sin temor a la discriminación.
Los niños que nacen con una variación en el desarrollo sexual, todavía hoy son sometidos a operaciones y/u otros tratamientos médicos destinados a “normalizar” sus características sexuales, sin su consentimiento, para “conformarlos” a la norma binaria del sexo. La mayoría de estos procedimientos, no son médicamente necesarios y ¿qué de lo ético en esto? Estas violaciones de la integridad física y psíquica, así como de los derechos fundamentales y los derechos humanos, pueden tener graves consecuencias para las personas afectadas. Su estado general de salud, su sexualidad, su bienestar mental y general, pueden verse afectados. Estas intervenciones no consentidas en niños y adolescentes, son cada vez más reconocidas como dañinas, al igual que la mutilación genital femenina.
En adolescentes y jóvenes, la identidad de género es un componente de la identidad humana. Está determinado por la autoconciencia y el sentimiento de pertenencia, a un género o a una categoría de género no comúnmente aceptada. La expresión de género, es la apariencia externa de una persona, la forma en que expresa el género, por ejemplo, a través de la ropa, el peinado, el maquillaje, el lenguaje, el comportamiento, el nombre o los pronombres. La expresión de género y la identidad de género de una persona pueden, pero no necesariamente, coincidir.
En cuanto a lo biológico, las características que la sociedad asigna uniformemente a un sexo, se denominan estereotipos de género. Por ejemplo, “Los hombres son altos y fuertes, tienen el pelo corto y les gustan los autos o, las mujeres son sensibles, tienen el pelo largo y aman a los niños«. Los estereotipos de género son muy simplistas, a menudo moralizantes y falsos. Necesitan ser desafiados críticamente, en la educación y en la sociedad en su conjunto.
La mayoría de las personas, tienen una identidad de género consistente con el sexo que se les asignó al nacer, bajo elementos biológicos. Se dice que son cisgénero. Las personas trans, en cambio, no se identifican o no del todo con el género que se les asigna. Un hombre trans es un individuo al que se le ha asignado el sexo femenino, pero se identifica como masculino. Una mujer trans es alguien a quien se le ha asignado un sexo masculino, pero se identifica como mujer. Algunas personas no se identifican como (exclusivamente) hombres ni (exclusivamente) mujeres. Hablamos entonces de personas no binarias. Estudios internacionales indican que aproximadamente del 0.5 % al 3 % de las personas son trans. De estos, hasta el 60 % son no binarios.
En el contexto de la función biológica fundamental de la reproducción, a tal fin, las glándulas genitales o gónadas tienen, en cada sexo, una doble función: aseguran, por un lado, la diferenciación sexual del organismo y por otro, las funciones de reproducción. La gónada primitiva en el embrión recién formado permanece indiferenciada durante los dos primeros meses de vida embrionaria, luego se transforma en ovario o testículo, según el sexo genético, lo que se materializa por dos cromosomas sexuales XX en mujeres, XY en hombres. El papel de los testículos se afirma a partir de la vida embrionaria. Después del nacimiento, el testículo vuelve a estar inactivo hasta que llega la pubertad. En este momento, bajo la influencia de hormonas, se completa el desarrollo de los genitales externos y los caracteres sexuales secundarios, junto con alcanzar la maduración, en los túbulos seminíferos y las células reproductivas llamadas espermatozoides.
En el caso de la mujer, en la pubertad femenina, también bajo la influencia de hormonas, la secreción de estrógenos (estrona y estradiol) conduce al desarrollo de características sexuales secundarias y a la proliferación de la mucosa vaginal y del endometrio uterino; a la expulsión mensual de una célula reproductora (ovocito) le sigue el desarrollo del cuerpo lúteo a partir del folículo del que se originó el ovocito. Este cuerpo lúteo secreta progesterona, lo que determina condiciones favorables para el desarrollo de la gestación. Si el ovocito no es fecundado, la descamación del revestimiento uterino (donde el óvulo habría completado su implantación) provoca el sangrado menstrual. La periodicidad de las funciones ováricas depende de un “factor liberador”. Del núcleo hipotalámico preóptico del cerebro, depende el efecto ovulatorio de la secreción de la hormona luteinizante (LH) que se produce en la mitad del ciclo menstrual. Completa la dicotomía sexual de la especie, la organización y funcionamiento del cerebro, al actuar sobre el psiquismo el desarrollo biológico hormonal pero también sobre las áreas del comportamiento (sexualidad) las actitudes sociales y la cultura, que dan origen a comportamientos y producen fenómenos de señalización en las redes neuronales.
Hay muchas cosas de la biología del sexo no respondidas. Por ejemplo, como todos los mamíferos, las mujeres tienen glándulas mamarias productoras de leche, pero somos la única especie con senos. Estos atributos se desarrollan a partir de la pubertad y su volumen se mantiene, incluso aumentan, sin embarazo ni lactancia. Además, durante la lactancia, las cantidades de leche producidas, parecen tener poca relación con el volumen de las mamas. De hecho, las glándulas secretoras de leche, ocupan sólo una parte del volumen de la mama, estando el resto formado principalmente por grasa. ¿Cuál podría ser la función de los senos? Dado que su construcción, mantenimiento y transporte, cuestan energía y recursos, y la producción de leche no es suficiente para explicar su existencia, estamos tentados a atribuirles una función social. Es difícil imaginar que no proporcionen ningún beneficio y solo impliquen costos; sería contrario a la economía de la naturaleza, dictada por la selección natural, que exige que los beneficios superen los costos. Una hipótesis plausible, sería que las mamas son una forma de característica sexual secundaria, es decir, una característica ligada a la procreación, pero que no se utiliza directamente para hacer hijos, como es el caso de las características sexuales primarias (gónadas, útero y genitales). Esto es más una especulación que una hipótesis científica. Se puede suponer que los senos, podrían servir como una señal que anuncia buena salud y la posesión de suficientes reservas corporales para criar a los niños.
Y en el hombre, también hay cosas curiosas: La ausencia de báculo, por ejemplo. La gran mayoría de los mamíferos tienen un hueso en el pene, el baculum u penis bones. Este es el caso de los roedores (que por sí solos constituyen la mitad de las especies vivas de mamíferos), los murciélagos, los insectívoros, los carnívoros y los primates. Este hueso está ausente especialmente en cetáceos (ballenas y delfines) y ungulados (cebras, jirafas, rinocerontes, ciervos, antílopes, elefantes). El báculo ocupa casi toda la longitud del pene de algunas especies. Los autores no se ponen de acuerdo sobre la función de este hueso. Ciertamente juega un papel durante la cópula, pero ¿cuál? ¿Sirve para asegurar una cópula vigorosa, prolongada o a demanda; ¿para estimular la ovulación, o todas estas respuestas y muchas más, según la especie? Entonces, ¿cómo es que este hueso existe en la mayoría de los mamíferos, incluidos los primates, pero en los humanos no? De nuevo, las respuestas son pura especulación. Sabemos que la erección del pene tiene que ver con la circulación sanguínea y la motivación o inspiración. Como consecuencia de la dilatación de las arterias y constricción de las venas del pene, allí se acumula sangre, lo que aumenta su longitud, calibre y rigidez, una especie de esqueleto hidráulico. Estos ajustes vasculares están bajo el control del sistema nervioso autónomo, que a su vez se activa tras la excitación provocada por la presencia y el estado reproductivo de una hembra, percibidos por el macho.
En resumen y hablando de la biología del sexo: en el mundo vivo, la selección natural impulsa la evolución; no es exactamente así para el Homo sapiens de hoy. A diferencia de otras especies, los mamíferos humanos que somos, estamos motivados por la búsqueda del placer y nos entregamos a actividades que son inútiles para su supervivencia o reproducción, pero útiles para nuestra socialización y placer. Nos emocionan los viajes turísticos, nos conmueve profundamente la música, nos cautiva el rendimiento atlético; además, nos proyectamos constantemente hacia el futuro y aspiramos a vivir libremente. Nuestra interacción sociedad cultura con biología es muy fuerte y abre muchos caminos. El sexo y la sexualidad, los estamos trasformando constantemente, pues la selección natural dio lugar a un cerebro que nos permitió desarrollar la cultura, que a su vez influyó en el curso de la evolución biológica. Nuestras conductas en general, incluyendo las sexuales, no resultan de una pura construcción biológica o social, sino de una autoconstrucción hecha, a partir del genoma, del medio físico y del medio social de los individuos.