La autopsia verbal

Las autopsias no solo sirven para saber de qué se muere uno, tampoco solo se hacen a cadáveres, se hacen también para conocer sobre la vida, el ambiente del que se muere y para indagar el por qué. La autopsia psicológica, es un procedimiento para reconstruir la historia de vida, el comportamiento, las características sociales y psicológicas del difunto, así como los eventos que precedieron al suicidio retrospectivamente mediante entrevistas a personas clave que conocieron al difunto. Por lo general, también se recopilan datos de diferentes registros sobre el fallecido. Los problemas metodológicos generales de la autopsia psicológica incluyen la posibilidad de información incompleta y sesgada y dificultades en la evaluación de la psicopatología de las víctimas. Sin embargo, entrevistar a varios informantes, entrevistas estructuradas para obtener síntomas psiquiátricos y utilizar criterios de diagnóstico explícitos ha aumentado.

 

El caso del suicida adolescente

Los estudios recientes de autopsias psicológicas de adolescentes son escasos. Los estudios de seguimiento de poblaciones clínicas de adolescentes e intentos de suicidio también son raros, a pesar de que los pocos realizados, han proporcionado datos complementarios de las asociaciones entre el suicidio y los factores de riesgo encontrados en estudios de autopsias psicológicas.

Otro problema que se añade al estudio del suicidio lo presentan los procedimientos de recopilación y uso de datos. Las características de las muestras y las definiciones de trastornos psiquiátricos en diferentes estudios, pueden variar y deben tenerse en cuenta al interpretar los hallazgos. A pesar de que el suicidio consumado en un adolescente es un fenómeno raro, en tal problema también se debe revisar sobre los factores de riesgo para la ideación suicida, las autolesiones deliberadas y los intentos de suicidio.

Hallazgos en estudios de autopsia psicológica

Estudios de autopsias psicológicas basadas en la población de suicidios de adolescentes y estudios de seguimiento de pacientes niños y adolescentes e intentos de suicidio, han informado de aspectos claves de estos eventos. Divorcio de los padres, familia desintegrada, antecedentes familiares de suicidio o intento de suicidio, trastornos mentales de los padres; problemas y abuso de sustancias, mala comunicación con la madre y el padre, debilitado apoyo de los padres, violencia intrafamiliar y problemas de los padres con la policía y otros, suelen asociarse con la muerte por suicidio. Los factores de riesgo psicosociales individuales para los jóvenes suicidas incluyen crisis disciplinarias recientes, pérdidas interpersonales y problemas escolares.

Por otro lado, los trastornos psiquiátricos están estrechamente relacionados con la experiencia de eventos vitales negativos en general y también con la experiencia de múltiples eventos con efectos a menudo aditivos. Por ejemplo, se ha descubierto que los eventos adversos tempranos median el vínculo entre el estrés actual y el riesgo de depresión más adelante en la vida. También puede haber diferencia entre el acto y la ideación del mismo. Un estudio de autopsia psicológica de casos y controles investigó los factores de riesgo psicosociales y psiquiátricos del suicidio adolescente entre 19 víctimas de suicidio y 19 adolescentes con intenciones suicidas. Las víctimas de suicidio habían estado expuestas con mayor frecuencia a comportamientos suicidas por parte de amigos y a través de los medios de comunicación y experimentaron más problemas relacionales en el último año que los controles. La comunicación suicida fue reportada con menos frecuencia por las víctimas de suicidio que en los controles y cuando se produjo la comunicación, se dirigió con menos frecuencia a los padres. El tratamiento de los trastornos psiquiátricos fue significativamente menor en las víctimas de suicidio. Igualmente se mostró que las víctimas tenían eventos vitales negativos y problemas psicosociales que sugerían dificultades para hacer frente a los problemas psicosociales estresantes.

Otro estudio utilizó gráficos de vida de información de autopsia psicológica de múltiples informantes para identificar el proceso suicida entre víctimas de suicidio, la mayoría de ellos hombres. Encontraron que estos se podían dividir en tres grupos: uno de ellos se caracterizaba por dificultades de larga data que abarcaban los dominios de desarrollo del hogar, la escuela y los compañeros. El proceso suicida fue de larga duración e incluyó autolesión deliberada antes de la muerte y comunicación directa a amigos y familiares sobre ideas y planes suicidas. Un alto nivel de angustia fue evidente en este grupo; muchas familias de estos luchaban con sucesos angustiosos de la vida, comportamiento delictivo, enfermedades y problemas financieros. El segundo grupo se caracterizó por la evidencia de un trastorno psiquiátrico establecido, y el tercero por la aparición de un proceso suicida como una respuesta aguda a los eventos de la vida del momento, entre los jóvenes que parecían haber funcionado bien previamente, sin enfermedad mental aparente o autolesiones conocidas sin embargo una tercera parte de estos comunicaron una intención suicida específica en las semanas previas a su muerte.

Estos hallazgos confirman aún más la fuerte evidencia de que los trastornos mentales constituyen el principal factor de riesgo para el suicidio juvenil.

 

Enfermedad mental y suicidio

En general, los estudios de autopsias psicológicas en los países occidentales han informado trastornos en salud mental en el 81% al 95% de los suicidios de jóvenes. Aproximadamente entre el 50% y el 75% de las víctimas jóvenes han tenido un trastorno del estado de ánimo, más comúnmente depresión mayor, pero no es raro toparse con víctimas que padecen más alguna forma de trastorno mental al momento de su muerte, siendo frecuente encontrar en muchos de ellos trastornos de personalidad y trastornos de adaptación previa. Resulta increíble que aun en sociedades en que se presta mejor atención a la salud mental, solo una pequeña minoría, menos del 20%, estaba recibiendo tratamiento para sus trastornos. El suicida del grupo clasificado como agudo, suele tener un trastorno adaptativo muy breve y de rápida evolución sin ningún indicio previo de problemas emocionales o de comportamiento o de riesgo familiar. Pero en general, los adolescentes con deterioro psicosocial grave y conducta suicida parecen estar en riesgo de conducta suicida posterior.

Aunque, en determinadas circunstancias, las personas con enfermedad mental tienen un mayor riesgo de violencia hacia los demás, en general, tienen también un mayor riesgo de suicidio. Se ha encontrado que la psicosis activa no tratada, ya sea por enfermedad mental o por consumo de drogas, acoso, se asocia con un comportamiento irracional, que podría incluir violencia de todo tipo incluyendo la auto. Los riesgos no resultan tan definitivos y dan orientaciones claras, pues en algunos lugares, cerca de la mitad de los homicidios y suicidios, en la mayoría en un tercio de ellos, se ven asociados con personas diagnosticadas con esquizofrenia o trastorno bipolar y ocurren al comienzo de la enfermedad, a menudo antes del tratamiento y, a veces, antes del diagnóstico. Lo que si se afirma es que las personas con enfermedades mentales tratadas no corren un mayor riesgo de cometer actos de violencia que la población general y corren un mayor riesgo de ser víctimas de la violencia.

Entonces, todo apunta a pensar que el riesgo de suicidio es mayor en las personas con algún trastorno mental que en la población general: casi la mitad a las tres cuartas partes del riesgo de suicidio en toda la población puede explicarse por enfermedades mentales afirman algunos. Suelen afirmar los informes mundiales que el riesgo de suicidio a lo largo de la vida para los hombres con enfermedades mentales es del 4.3% y para las mujeres es del 2.1%, mientras que es del 0.7 y el 0.2% para hombres y mujeres sin enfermedades mentales, respectivamente. Esto tiene también mucha importancia con la edad. Las personas de 15 a 24 años (es decir, el período pico para desarrollar una enfermedad psicótica), el riesgo de homicidio con arma de fuego es el más alto, pero también lo es el suicidio. También podemos encontrar relaciones con lugares de vida y laborales. Por ejemplo, algunas poblaciones, como el personal militar, puede tener una mayor proporción de suicidas. Los trabajadores del departamento de emergencias y los proveedores de atención médica, son otro grupo de riesgo mayor.

La atención no solo debe ser a la juventud

Pero hay cosas que necesitan de mejor explicación El aumento de suicidios durante la última década en muchos países se ha visto principalmente en los años intermedios de la vida tanto en hombres como en mujeres, no en la juventud. Si bien la mayor parte de los recursos de prevención se dirige a los jóvenes, las causas en otras edades pueden ser diferentes y necesitan otros enfoques de prevención.

Otra cosa que necesita de atención en nuestro medio es que los suicidios no se distribuyen por igual y no se entiende completamente cómo el suicidio, es comprendido por la comunidad y la sociedad. También puede haber variación geográfica en la tasa de suicidios y se desconoce sobre lo llamado suicidio indirecto. Todos estos eventos pueden ser diferentes en su magnitud en las zonas urbanas que en las rurales mientras que en los homicidios puede ocurrir lo contrario.

Resumen

Es posible pensar que la falta de detección de enfermedades mentales relacionadas con la violencia, incide en tasas de suicidio y homicidio.  Pero hay otros elementos socio culturales que dificultan el proceso de prevención. Tampoco conocemos a cabalidad sobre cómo se desarrolla el suicidio en un sistema neurocognitivo de una persona y eso se hace difícil de señalar porque la arquitectura cerebral generalmente usada para estudiar conducta, es de animales y ellos no generan un comportamiento de autolesión. La impulsividad juega un papel, pero el proceso no está necesariamente bien estudiado. Por ejemplo, la intimidación (bullying) en la escuela primaria se ha asociado con la autolesión con intención de suicidarse a los 17 años, pero en el adulto no existe situación similar.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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