Las enseñanzas científicas de eventos de salud y enfermedad suelen acumularse con el tiempo. Las pandemias, no son la excepción. Especiales en su aparecimiento evolución y daños, de forma ininterrumpida, podemos darle seguimiento desde el siglo XIII a fuentes históricas que contienen descripciones desde porqué y cómo se producían, hasta la forma de tratarlas e incluso nos topamos con conjeturas de su ocurrencia futura. Con el correr de los siglos, estas descripciones se tornaron más ricas en su contenido médico y epidemiológico a la par de político y social, dejando enseñanza en la forma de afrontarlas y disminuir su daño en estilos y modos de vida.

Algo peculiar y curioso en la historia de las epidemias, de lo que no escapa la actual, es que cada vez que se producen, lo hacen en medio de confusa situación política y social: guerras, hambrunas, catástrofes, naturales y su extinción se acompañaba de una proliferación de nuevos males e injusticias.

En medio de ese funesto escenario pandémico, con el correr de los tiempos, han ido tomando papel dominante las explicaciones de la ciencia sobre su origen, etiología y evolución y la forma de tratarlas y controlarlas. Lo que no significa que únicamente las explicaciones dadas por la ciencia sean aceptadas por la sociedad, pues a la par de estas, las creencias, entendimientos y tradiciones populares y religiosas, comparten espacio con la Ciencia, en el pensamiento y corazón de la gente que mueve su actuar. Es de esta mezcolanza de pensamientos y entendimientos, que nace la actitud psicosocial sobre el origen y evolución que tienen las pandemias y del tratamiento que se le debe dar y se les da.

 

Pero independiente de su origen, lo que son y producen, hay algo que predomina en su manejo: la segregación de los enfermos en la forma de atacarlas. La razón de esta segregación obedece no solo a un fundamento científico sino también emocional, ligado a razones religiosas y a una fundamentación psicológica, política, financiera e histórica, que incluso choca con lo señalado y dictado en 400 años de avance científico sobre pandemias.

Resulta entonces importante dentro del hacer pandémico, tomar en cuenta, que para que el saber se transforme en una adecuada acción de lucha, se hace fundamental conocer los factores de cooperación y de oposición anclados profundamente en la tradición y en la psicología de la gente, de sus estratos sociales y de la dirección política y considerarlo dentro de las estrategias de lucha antipandemica.

En toda gestión pandémica, hay un hecho peculiar a tomarse en cuenta y es que la ciencia ha fundamentado ese gestionar y actuar a partir de un proceso de aprendizaje e investigación desarrollado a lo largo del tiempo, que le ha permitido ir afinado explicaciones y sugerir acciones conforme ha ido detectando algo nuevo en los mecanismos de funcionamiento de los microorganismos productores de las pandemias infecciosas y de las respuestas de los organismos humanos y al unir ello a un estilo y modo de vida, ha podido determinar tanto procesos para prevenir la difusión de las pandemias como su tratamiento integral y multidisciplinario.

En cuanto a los mecanismos empleados para el control de la pandemia actual, tanto la voz de alarma de que algo nuevo e inesperado estaba sucediendo, como la voz aduciendo una potencial pandemia, la puesta en acción de mecanismos de contención, prevención para evitarla y de atención de casos, fueron mal manejados en cuanto oportunidad y magnitud, provocando el desborde de la pandemia. Razones: descuido intencional o no de gestión internacional, ineficiente coordinación, intromisión de otros intereses políticos, militares, comerciales ajenos pero que impactaron negativamente en las acciones sanitarias, falta de recursos.

 

Lo cierto es que las estrategias reconocidas de uso eficiente para contener epidemias no funcionaron. Tampoco las estrategias propias de contención de los países. Se entendía que las estrategias difundidas a los países desde hacía algunos años, que involucraba accionar político, social y sanitario de conocida y probada eficiencia, se implementarían con el tiempo y oportunidad establecida. Nada de eso se dio y se desató la pandemia de COVID-19, pues los recursos y las condiciones y el sistema para echarlo a andar, nacional e internacionalmente, carecía de fuerza política. Falló la preparación nacional e internacional para atender un evento de esa magnitud, falló la voluntad política y social para ello. La Organización Mundial de la Salud (OMS), desde una década antes, había dictado medidas que no se cumplieron ni a nivel nacional ni internacional. Medidas que se debieron montar oportuna y adecuadamente no solo para conocer mejor sobre la pandemia sino para detenerla y atenderla.

La lucha anti pandémica, no inicia con el aparecimiento de la pandemia. En la actualidad, pese a recomendaciones al respecto, la mayoría de países no contaba, ni había puesto a funcionar, una campaña de reforma de pensamiento pandémico dentro de sus poblaciones basada en criterios científicos, que fortalecieran un sistema de opinión acabado y nacional, conducente a la acción anti pandémica en todos sus aspectos, poniendo énfasis en desechar criterios sin fundamento y en correspondencia a descubrimientos y buenas medidas claras en compromisos y responsabilidades políticas y sociales para manejar una pandemia. Campaña que debía contemplar desde equipamientos preventivos y curativos de parte del estado (disponibilidad de materiales médicos y sanitarios) hasta obligaciones sociales ciudadanas para el control de trasmisión y acceso a servicios y aclaraciones pertinentes sobre la lucha pandémica. De hecho, desde la pandemia de gripe de finales del siglo XIX, se conoce que en las pandemias siempre se producen oposiciones de todo lo relativo a lo que se hace por atender la pandemia; oposiciones políticas académicas sociales y religiosas, casi siempre llenas de argumentos que son aceptados más por ignorancia y conveniencia que por realidades científicas.

Si el trabajo anti pandémico no se inicia antes de que la pandemia inicie, el luchar contra la misma se vuelve algo cuesta arriba, pues cada hecho pandémico, cada descubrimiento sobre el mismo (qué la produce, y cómo tratarla) representa en el engranaje cotidiano y continuo de la vida política y de la social de los diferentes estratos de población de Naciones, Regiones y mundial, un desequilibrio de los engranajes y funcionamiento de la maquinaria estatal y social. La pandemia viene a impactar y desestabilizar un estilo de pensamiento y vida político-social, pues contiene algo de repentino, que va a provocar diversidad de entendimiento y estilos de pensamiento sobre la misma, que se relaciona con una posibilidad de cómo me puede afectar, dejando en segundo plano cómo evitarla. Por otro lado, la maquinaria de lucha contra una pandemia a la fecha recomendado, no es posible de montar sin un sistema de salud que posea círculos científicos y profesionales sólidamente organizados y multidisciplinarios y una conciencia social al respecto que contemple a la vez no solo causales y consecuencias clínicas sino también sociales de amplio alcance.

Finalmente, para formar una conciencia nacional sobre el problema pandémico, sobre lo que se hace y debe hacerse y el papel de las diversas agrupaciones sociales y estatales en resolverlo, la comunicación de situaciones y resultados y de compromisos y responsabilidades, exige de una exposición comprensible y de difusión masiva en tiempo real. En este sentido, el uso de medios de comunicación que consolidara la popularización de la ciencia que orientara el hacer anti pandémico, fue poco empleada y poco valorada política y socialmente e incluso por el propio sistema de salud.

En resumen una pandemia viene a romper con lo fijo, lo permanente, lo independiente del hacer social y dentro de este con lo clínico y epidemiológico, político, social, comercial, industrial y financiero, teniendo en todos esos campos, un impacto directo e indirecto. Tanto en el manejo Internacional como Nacional de la pandemia, se han cometido fallos fundamentales en todos los aspectos mencionados y de tal forma que, desde el principio de la pandemia, se produjo una evaluación y un ataque de la misma incompleto y parcial que produjo malos resultados y situaciones con consecuencias negativas y nefastas que pudieron evitarse en la salud, lo social, económico y político de las naciones.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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