En el número anterior  vimos como los patrones de mortalidad materna (MM) y la forma de atender el problema fueron muy diferentes durante el periodo de 1870 a 1937 en países industrializados tales como los Estados Unidos, Inglaterra, y Suecia, en función de la importancia que le dieron al problema y las soluciones técnicas que emplearon. Lo interesante de esa historia, es analizar un poco las condiciones en las que el mundo industrializado redujo la MM en el curso de las décadas. Una conclusión unánime que deja esa historia y que condiciona esa reducción, parece haber sido una conciencia temprana política y social de la magnitud del problema, con el reconocimiento de que la mayoría de las muertes maternas son evitables y que eso necesita la movilización tecnológica, como de profesionales, como de la comunidad. Es el integrar dentro de un programa nacional esos elementos y el ambiente político social en que se trabaja, lo que permite obtener diferencias considerables en el momento y en el ritmo de reducción de la MM en diferentes países y eso no solo se relaciona con la forma en que se perfila la profesionalización de la atención del embarazo y el parto, sino en función, primero de la conciencia política y social que merece el papel de la mujer no solo en la reproducción sino en sus condiciones de vida y bienestar nacional, de la disponibilidad de los tomadores de decisión para asumir su responsabilidad en cuanto a cumplimiento de los derechos y la reproducción humana. En segundo lugar, de la estrategia adoptada, para la implementación universal del uso tecnológico médico moderno y, tercero, del grado en que se considera que no solo los profesionales de la salud, son los responsables de encargarse de la salud materna de manera efectiva sino también la población y los otros sectores del hacer público. Cuando estas condiciones previas han sido satisfechas y la profesionalización de la atención gineco-obstétrica ha sido adoptada y, el patrón profesional y técnico de reducción de la MM materna es accesible a toda la población de manera similar, independientemente de que el país sea pobre (Sri Lanka) o de mayores recursos (Malasia, Tailandia) o gran desarrollado (Suecia, Estados Unidos) el éxito será similar.

En los países en los que lo anterior no se hace de forma debida (como el nuestro), es probable que la mortalidad “natural” se ubique en el orden tres veces más que en los que si se hace. Sólo los países en que la MM se trata de manera integral, han logrado tales niveles históricos estables, y eso no solo tiene que ver con la prestación médica y lo económico, tiene que ver también con la violencia social y familiar y mal trato a la mujer durante su vida.

 

 

La mayoría de los países de ingresos bajos, como puede verse en el mapa, tienen todavía un largo camino por recorrer. La pobreza en todas sus formas, contribuye a todas luces a ese lamentable estado de cosas, si bien no lo explica todo, si sobre ese mapa colocáramos un mapa de PB y poder adquisitivo (PPA), se observarían grandes diferencias entre los países, relacionadas con ello. Algunos países ciertamente se desempeñan mejor que otros, incluso en condiciones de severa pobreza. Pero si eso lo relacionamos con distribución real de la riqueza por habitante de un país, la diferencia se nota más clara. De esa forma, tres de cada cuatro países con pobre distribución de la riqueza (como el nuestro) nos encontraríamos que en los niveles más pobres de nuestra población que viene a ser casi la mitad, actualmente presentan proporciones de hasta cinco veces más MM que la clase social más alta, a pesar de que ambos grupos de población están viviendo en la misma época de la operación cesárea, la transfusión de sangre, el uso d los antibióticos y programas nutricionales, y en un momento en que en la clase más rica, todos sus embarazos, partos son atendidos por médico especialista mientras que en el otro caso, los nacimientos ocurren a la mano de Dios y pobres tecnologías resolutivas. Así, la falta tener acceso a personal capacitado y a la medicina de alta tecnología es una importante razón que explica los elevados niveles que registran algunos países. Es la falta de programas como lo demandan los derechos humanos para atender a las clases más necesitadas a lo que se le aúna otros tipos de pobreza, lo que impide una resolución adecuada de la MM.

En segundo término, hace un siglo, los países occidentales registraban grandes diferencias entre sí, y aunque no eran tan grandes como las disparidades que se observan hoy en día entre clases sociales en países como el nuestro, éstas eran de cualquier forma notorias. En los Estados Unidos de 1900, por ejemplo, el número de muertes maternas era de cerca de 700 por 100,000 nacimientos, i.e., tres veces más que en Suecia en aquellos tiempos. Cosa igual sucede entre los países en desarrollo contra los más desarrollados y dentro de ellos en sus clases sociales.

En Guatemala, de acuerdo al MSPAS , la evolución de la MM muestra una tendencia al descenso constante, disminuyendo del año 1989 al año 2015 un 51%. Para los años 2014 y 2015 la razón de MM fue de 108 x 100,000 nacidos vivos. Según el Informe de Mortalidad Materna año 2015, los países Centroamericanos presentaron la siguiente razón de mortalidad materna: Costa Rica 25, Belice 28, El Salvador 54, Guatemala 108, Honduras 129 y Nicaragua 150 por 100,000 Nacidos Vivos respectivamente. Nótese las diferencias entre países. Si comparamos los datos actuales de MM con los del estudio de la Dra Tzul del año 2000 notaríamos que a nivel nacional el problema de la MM presenta la misma heterogeneidad de factores de lo señalado por ella (región, etnia, pobreza, edad)  y por otro lado, las reducciones han sido lentas y tardías y se han estancado actualmente en niveles entre 100 y 200 en todos los departamentos. Pero han una lección en nuestra región que hemos olvidado Las primeras reducciones, y las más importantes, se han obtenido en países tales como Cuba y Costa Rica, donde ha habido acceso a servicios de salud bien organizados.

La historia de éxitos y fracasos relativos en cuanto a MM en el mundo,  nuestra región y país, es en gran medida la historia de los diferentes enfoques con que se ha abordado la profesionalización de la atención de la vida reproductiva de la mujer dentro de un contexto social a la par que médico, ambos de la mano, pero ello sucediendo con una conciencia legítima de la importancia de ese evento que va muy lejos de un decir y sentir “merecido lo tiene por ser tan pizpireta “ cuando ocurre un desenlace fatal. La buena solución al problema entonces, implica un grado de conciencia sobre el problema tanto político como social. El mejor ejemplo nos lo brinda el hecho de que en muchos países (como Suecia) antes de que el parto en hospitales asistido por alta tecnología se convirtiera en la norma, ya se había logrado una reducción notable de la MM, sobre la base de lo que debe hacerse y evitarse en la formulación de políticas de salud materna.

Es muy posible que ante la situación económica y financiera y la pandemia actual de COVID que vivimos, junto con junto con una disminución del compromiso público, vaya a conducir a una disminución de disponibilidad de servicios y a la vez al acceso a los mismos y a recortes en los programas y ante esas circunstancias, la proporción de MM responda con rapidez al derrumbe de los servicios, y se eleven sus cifras.

Por consiguiente, no debemos olvidar que “la MM representa un grave problema de salud pública en los países en desarrollo, sus causas, en su mayoría, son evitables y se ha considerado como la máxima expresión de injusticia social, dado que en los países de menor desarrollo económico existen las cifras más altas de muertes maternas; son las mujeres pobres las que tienen mayor riesgo de morir por el embarazo, parto y puerperio[1].

 

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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