Alfonso Mata

Durante dos años, la atención política y social de la salud, se ha centrado en la mortalidad por covid-19, dejando en un segundo plano al resto de enfermedades. Pero en estos momentos exacerbadas por varias razones, empiezan a aflorar aumentos en la morbimortalidad femenina de todo tipo; todas ellas, por la magnitud que tienen, podrían ser consideradas epidemias silenciosas, que no solo aumentan tasas de morbimortalidad, sino también impactos negativos en lo social y en lo macro y micro económico.

El manejo nacional de la morbimortalidad femenina, siempre ha sido insuficiente, injusto  e inequitativo, en gran parte provocado por violencia, mal trato, inequidad social, económica y política, a que se ve sometida la mujer y que activa en ella patologías. El aumento de casos de morbimortalidad femenina, que ya se venía dando previo a la covid-19, como lo visualizan medios, investigaciones y movimientos organizados de mujeres, en estos momentos se ha agudizado, demostrando a su vez las muchas dificultades culturales, políticas y sociales que aún no le dan paso a programas que apoyen la salud de la mujer. A su vez, investigaciones epidemiológicas en diversos países, ratifican la urgencia de ver el problema de salud femenino y sus soluciones de forma integral política y socialmente.

En nuestro medio, el presupuesto 2022 recién aprobado, tiene una inversión al respecto muy por debajo de la situación real de la demanda de salud femenina. No hay consistencia de parte del Estado, entre presupuesto y planificación para la reducción que se necesita de la morbimortalidad femenina y los planes nacionales de inversiones al corto y mediano plazo prácticamente no existen.

Guatemala es firmante de compromisos nacionales e internacionales respecto a mejorar la salud de la población femenina; pero, ni el político, ni la sociedad han adquirido conciencia  que la falta de atención a la salud de la mujer, es un problema social y de Estado de gran relevancia. Por el contrario, los planes e inversiones nacionales tan pobres y fuera de contexto con la problemática de salud de la mujer, son una expresión de la gran indiferencia y falta de prioridad que se le da al bienestar de la mujer.

Cada muerte femenina a cualquier edad, es producto final de una serie compleja de factores que actúan negativamente sobre el continuo de su vida. Desde su concepción hasta su senectud, hay factores sociales, ambientales y culturales que determinan enfermedad y muerte siendo causal claro de ello, su inferioridad económica, educativa, legal y familiar y las condiciones de todo tipo de pobreza en que vive. Situaciones que le propician limitaciones para solventar sus problemas y marginan a cierto aislamiento su estado de salud, su conducta reproductiva, hogareña y laboral. Cuando analizamos esas limitaciones y las inversiones estatales para neutralizarlas, nos topamos con insuficiencia y deficiencia para lograrlo.

Ni pueblo ni gobierno, Aun no formamos conciencia que el estado de salud de la mujer está condicionado por el ambiente en el que vive y por el acceso a servicios. En nuestro medio el bienestar de una gran cantidad de población femenina, se asocia con factores de riesgo que inciden en ella desde su gestación y crianza pasando por su desarrollo infantil y juvenil. Entre esos factores agresores, destaca un comportamiento machista y de violencia; de inferioridad social y económica a que se le somete y que constantemente le impactan. A eso se suma la dificultad que tiene para acceder a servicios de bienestar y utilización de estos en las diferentes etapas de su vida, que indiscutiblemente le llevan a acumular riesgo de enfermar. En este sentido, algo que tiene una influencia negativa en su salud es el pobre acceso a la tecnología de salud apropiada para una atención de calidad. En eso, dentro de los presupuestos del sistema de salud, no se oferta desde hace mucho acciones e inversiones adecuadas a sus demandas, mostrando consistentemente todas las encuestas nacionales materno infantiles (ENSMI), una demanda insatisfecha e insuficiente cobertura y calidad de los servicios de atención a la mujer. Más bien, esa falta de visión nacional, la mala inversión económica al respecto, ha contribuido al deterioro de los servicios de salud y a la disminución de su capacidad resolutiva, en una proporción importante.

Los factores culturales y de comportamiento individual y social, la interpretación de roles mujer y hombre durante la vida, son determinantes en su salud y ante ello, la sociedad guatemalteca muestra un esfuerzo nacional pobre por corregir los roles desequilibrantes e injustos masculinos y femeninos en hogares y sociedad, resultando ello en violencia intrafamiliar, desventajas en desarrollo de niñez adolescencia y condiciones matrimoniales y laborales inestables; situaciones que afectan a un amplio segmento de la población, pero que a su vez son condiciones consideradas por una mayoría, de ocurrencia natural y normal, que no precisan de atención especial. Esas actitudes, más programas nacionales mal atendidos en formación, divulgación, salud y educación así como un pobre accionar del sistema judicial en cuestiones que atañen la seguridad y derechos de la mujer, determinan en parte, la baja importancia que la misma sociedad concede a la atención social de la salud de la mujer.

Cualquier esfuerzo por reducir la morbimortalidad femenina, debe considerar esos aspectos. Debería ser evidente para el sector salud, que las necesidades insatisfechas de salud y bienestar de la mujer, van más allá de oferta de un modelo medicalizado prevalente en el sistema actual, donde no caben atenciones a las preocupaciones ni necesidades sociales y económicas, determinantes en la salud de la mujer. Esa visión corta y desintegrada, no logra generar una población femenina sana.

Si bien, no disponemos de análisis que nos permitan conocer cuánto puede explicarse de la morbimortalidad femenina del país por mal acceso a servicios de salud; estudios mundiales en diferentes países, han mostrado una relación inversa entre las tasas de morbimortalidad femenina y los indicadores de cobertura de salud como prenatal, del parto, de prevalencia de uso de anticonceptivos y de presencia de afecciones como enfermedad cardiovascular, metábolica, salud mental, violencia, estableciéndose correlaciones negativas entre la tasa de atención de esos aspectos y mortalidad y morbilidad: mayor mortalidad y morbilidad, menor acceso a esos servicios.

Otros enfoques para medir las relaciones de la mortalidad y morbilidad con la calidad de los servicios de salud y su accesibilidad geográfica y cultural, nos dan resultados que muestran su evitabilidad o preventabilidad y se ha llegado a identificar que un alto porcentaje de muertes y morbilidad maternas son potencialmente prevenibles. Otros estudios también han demostrado que a su vez, los patrones de conducta de la mujer y su familia y sociedad hacia la salud-enfermedad, están involucrados en la cadena de eventos que producen una buena cantidad de muertes y morbilidad maternas y que son prevenibles.

La creciente importancia conferida a la vida sana de la mujer, debería crear una corriente de opinión al interior del gobierno y de las agencias financiadoras, en el sentido de producir y aplicar metodologías que valoren el costo-eficiencia y el costo-efectividad en la producción de prestaciones de salud a la mujer y en lo social-económico y productivo en ellas y sus familias. En resumen, debemos tener claro que para hombres y mujeres, la vida biológica y social son mutuamente constitutivas a lo largo del tiempo, como lo han demostrado de manera convincente las investigaciones en epidemiología, genética de poblaciones, antropología biológica y de la medicina.

 

 

 

 

 

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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