Alfonso Mata

El trabajo de la ciencia y la medicina ha sido espectacular. Una pandemia de 18 meses que cuenta con vacunas y formas de detenerla y sacarle de los brazos muchas gentes a la muerte, es algo digno de apreciar pero hay cosas que uno aun no puedo entender.

Si me pidieran calificar el trabajo de los gobiernos, de la ONU y la OMS creo que esta frase lo resumiría todo: “Demasiado poco, demasiado tarde” y eso va para todas las administraciones mundiales. Desde la última pandemia de gripe del 2009, el mundo científico y político sabía que la próxima pandemia sería de proporciones universales y desastrosas en lo social económico, salud, educación, producción. No se tomaron las precauciones necesarias.

Independientemente de dónde nos pongamos, lo sucedido con la COVID-19 ha sido impactante y para los países poderosos no importó el dinero para hacerle frente, pero para los pobres sí y a todos afectó un sistema de legislación, en que demasiados derechos contuvieron muchas cosas que podrían haber menguado la pandemia. Ahora mismo, el derecho a la atención médica eficiente es una utopía, así se tenga el dinero que se tenga.

Entonces, para aquellos de nosotros que añoramos un mundo nuevo y brillante, eso queda lejos, pues la pandemia abrió un espacio a la miseria de todo tipo y aunque no creo que el dinero se convierta en papel sin valor, pero al paso que llevamos en el manejo del mundo, no me extrañaría que ese papel no solo sea difícil de adquirir y usar, sino que la generación que ahora es infantil, vivirá a su edad productiva, en medio de una economía totalmente agraria. Cuando la última ola de COVID-19 se aproxime a su fin y estemos en medio de recuperarnos de ella, seremos asolados por una nueva ola de nuevas enfermedades y desastres naturales, y no será de extrañar entonces, que sigamos siendo incautos y poco prevenidos.

Es más que evidente que esta pandemia nos hizo perder más de una década del desarrollo humano; que no hicimos lo suficiente viéndola venir, pues nadie en su sano juicio (así dicen) apostó a su control preventivo, aduciendo que billones de dólares era mucho dinero para prepararnos totalmente para lo desconocido, o reforzar el sistema de atención médica. Estoy casi seguro, pero eso lo dejo en las manos de los economistas, que el costo económico y social de no prever (por cierto que todo el mundo lo quiere, pero nadie quiere pagar por ello) será y es mucho más alto que el que causa una pandemia. Otros afirman que independiente del costo económico, que seguramente hubiera salvado millones de vidas, solo hubiera sido posible a costa de aquellos que no tienen la posibilidad de sobrevivir en el mundo sin pandemia. Jamás se ha calculado qué pasa cuando una prevención de tal naturaleza se quiere montar, en un mundo tan desigual e inequitativo.

Al estar escribiendo esto, me duele que buena parte de la población de este planeta desaparezca directa o indirectamente por la pandemia. Muchas cosas sabemos que cambiarán en el sistema de salud y muchos de nosotros que todavía estamos aquí, tendremos un montón de secuelas y la salud de muchos sanos, se deteriorará por el derrumbe de los sistemas de salud. Se dice que nuestra capacidad para adaptarnos es grande, pero no conocemos su límite y menos cuando en este planeta lo físico y ambiental está cambiando a pasos agigantados. Así que por favor al actual escenario pandémico añada que, cuando empezamos a confiar en que nuestros representantes monten sus actos de magia, estos no pudieron sacar a los conejitos de los sombreros para mitigar los males sociales, económicos y ambientales a nivel nacional o mundial.

Es muy difícil vislumbrar que el pueblo asumiendo la responsabilidad personal en la medida de lo posible, mejore la situación actual. Nunca se ha dado tal cosa en la supervivencia de naciones o civilizaciones, y en este momento eso es difícil, sobretodo porque si algo caracteriza nuestra actitud, es que vivimos en una época de «derechos», no de «responsabilidades». Nosotros los pueblos, hemos estado engordando la pandemia al no cumplir y Exigir/esperar que nuestros gobiernos nos «salven» de nuestras propias locuras y, en este caso, un desastre pandémico global, no es responsabilidad de un estado, cuando la propia gente deja de cumplir.

La Pandemia fue una dura realidad que nos puso a prueba a todos y vamos camino a vivir un pasado: el estado deja a sus ciudadanos, la gente deja a sus hijos para que se las arreglen por sí mismos, el sistema de salud a la deriva. Brutal. Egocéntrico. La supervivencia a veces lo es.

Creo que ya es un poco tarde para movilizar a la comunidad. Una «comunidad» local funcional no existe, solo sus grupos: la escuela, la iglesia, el trabajo, el club deportivo etc. En cualquier caso, muchos han estado saboteando medidas efectivas durante las últimas semanas. Desgraciadamente, la mayoría de la gente necesita a estas alturas una amenaza específica y personalmente muy grave, antes de moverse y actuar. A nuestro gobierno y sus inescrupulosos líderes, la pandemia y sus problemas les tiene sin cuidado y las soluciones a menos que lleven tajada a su bolsa, se dejan pasar. Lo hemos visto a lo largo de toda la pandemia: al ejecutivo y legislativo le es mucho más emocionante e importante planificar esfuerzos, para ver cómo obtener dividendos propios y rápidos del erario.

Al final solo me quedan dudas ¿Qué pasará con todo el odio por el gobierno que está surgiendo en estos momentos en la población, acelerado por un caos de pandemia y corrupción? Y me preguntó ¿Existe otra estructura social que pueda ser sustituida para desempeñar los roles de emergencia del gobierno?

En este momento, afortunadamente personal de salud, policías, bomberos, conductores de autobuses, camioneros que llevan comida y gasolina a las comunidades, compañías eléctricas, de agua, telefónicas, de cable e internet, negocios, están funcionando y aunque no han fracasado estas estructuras con el trabajo parcial en educación, salud, fuentes de trabajo, comercios y algunas industrias, vienen otras repercusiones que aunque no están relacionadas con el virus y su enfermedad, están provocando deterioro social, gente incapaz de trabajar, de acceder a la canasta básica, de emplearse.

En este momento, es probable que en la mente de muchos este la seguridad financiera, la atención médica y el acceso a los medicamentos (en muchos la diversión antes que la salud); sin embargo, ante lo que está sucediendo en el sistema de salud, es muy posible que si los hospitales y las clínicas están abrumados, el cuido de enfermos pase a depender de casa, pero eso también ya está sucediendo y aun así y en relación con el comportamiento actual de la pandemia, una serie de cosas que la mayoría de la gente debería hacer para frenar la propagación del virus y reducir el contacto con otras personas, no encuentra disposición para su cumplimiento. De tal suerte que la propagación de los daños económicos y sociales, parece mayor que la propagación de la infección en sí. Me cabe la esperanza que sea cierto lo que dijo Ralph Waldo Emerson «Los malos tiempos tienen un valor científico. Son ocasiones que un buen aprendiz no se perderá». Aunque barata mi esperanza, es la única que tengo, me aferro a ella.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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