Pasajeros, en una estación de metro en china, utilizan mascarillas para prevenir el contagio de Coronavirus. Foto AP: Kin Cheung.

Alfonso Mata

El ambiente en el intensivo es material y mentalmente pesado, cada respiración es anhelada, se trata de que no sea la última; pero los pacientes instalados en los pasillos del hospital, esperan que sea la última, con el fin de que el ventilador se les asigne. Irónico, la esperanza de la vida en brazos de la muerte. Y afuera, en calles, hogares y oficinas, luego de más de año y medio de vivir en restricciones, las personas lloran muchas cosas, además de la eventual muerte de un ser querido y lloran mas por lo primero.

La enfermera le anuncia: ¿ya puede entrar! Y un lastimoso ¡por favor no me dejes! –sale del paciente que ingresa al intensivo; la misma garganta que tres días antes cantaba y saltaba eufórico, en una fiesta con más de cien invitados. Irónico: la alegría acercando a la agonía.

Hay tanto que hemos perdido –afirma un familiar y menciona problemas de herencia, falta de recursos que afectarán la vida familiar y solo al final, la vida.

Estamos viviendo la pérdida de la normalidad, de nuestra rutina, de nuestra presencia en la comunidad, de las conversaciones cara a cara; eso altera sentires, emociones y afectos. Hemos perdido la libertad de hacer lo que queremos cuando queremos; pero también, el respeto por la vida de seres queridos y no queridos. si fui el vehículo de la enfermedad y muerte de otros, no hay remordimiento o lo es escaso,. El recuento diario del número de muertes por parte del Estado, más bien parece recordarme que la muerte es inevitable, lo que genera no una fuente de miedo y angustia sino de resignación y olvido de que debo esforzarme, no pensarla. Resignación que ha permeado mi cerebro a un: Todos los que conocemos y amamos van a morir, pero no sabemos cuándo, y parte de la terapia es divertirme. Irónico: del egoísmo a la muerte se borró la distancia.

-¡Vendrás a verme mañana! salió de los labios del angustiado marido, que una semana antes degustaba bromas y chismes con los amigos en aquel bar lleno de comensales. Irónico: ayer líder, hoy despojo.

Según él, la mejor forma de afrontar el miedo era tomando conciencia de nuestra relación con la muerte. Da miedo pensar que vamos a morir algún día, no ayuda, mejor la olvido y evito, arriesgando. Socializar es una oportunidad para no familiarizarse un poco más con este sentimiento, para acostumbrarse tranquilamente a vivir de su brazo. Cuanto más hagamos este ejercicio, menos dejaremos que este miedo se apodere. Ya cuando esté en el hospital pensaré en ello, ahora, mejor quitarse la desesperación divirtiéndose. No se debe ser duro con uno mismo.

La doctora se colocó mejor la máscara, tomó el volante y partió para el hospital. Irónico: preparada por años para salvar vidas, iba camino en días a la muerte.

Es un momento particularmente difícil para experimentar la pérdida de un ser querido, porque muchas fuentes de consuelo y apoyo no están disponibles para celebrar el funeral o estar rodeado de familiares y amigos –nos dijo el aquejado marido y añadió: En cambio llora todo mi ser, el hecho de que era el consuelo económico del hogar, trabajaba duro en el hospital y ahora quien va atender a mis hijos y a servirme. Ni una lágrima, mucha cólera. Irónico: lo que ayer fue un ser hoy es un objeto de mi insatisfacción.

Las dos amigas mamás, hablaban aquella tarde en el restaurante. –Puede ser muy fácil aislarse en casa, hacer todo en línea y nunca salir –le cuenta una, a la otra que le responde –pero mi hija pobrecita, no puede más, mañana vamos a la piñata de su prima –haces bien le responde la amiga. Una semana más tarde se llaman, la madre de la niña desconsolada le confiesa: ¡hay amiga!, el doctor dice que tiene un síndrome de Kawa o no sé qué –pero no era coronavirus –¡no! eso otro es lo que la tiene al borde de la muerte. Irónico: Fue la que recogió más dulces pero forrados de muerte. La niña murió; al mes la madre se suicidaba. Para ninguno se abre una mañana brillante, pero todos con indiferencia no pensamos en morir. La niña se contaminó en la piñata o bien fue por el papá, que había estado yendo al club a jugar y platicar.

La situación de la pandemia actual de COVID-19 es una realidad especial e inusual ya en estos momentos. De hecho, es imposible predecir con exactitud qué persona de nuestro entorno se contaminará o no y quién se recuperará o no. El que la mayoría de las personas con COVID-19 se recuperaran por sí mismas, alivia la posibilidad de pensar en morir como consecuencia de ella y permite decir ¡basta! regreso a mi vida pasada, mueren los que tienen que morir.

La muerte de alguien, es un hecho de la vida que a veces puede ser muy difícil. Pero en nuestro actual contexto de pandemia, ante todo es más que evidente que es importante satisfacer las propias necesidades y las de las personas cercanas a nosotros, reorganizar la vida diaria sin temores en la medida de lo posible y en ello tener en cuenta lo menos, las restricciones impuestas. Limitar el riesgo de contaminación propio y de otros, se ha vuelto secundario. Bueno sería que los psicólogos nos dieran una respuesta clara de ello ¿cuestión de un modo y estilo de vida?.

Somos una sociedad impregnada de muerte desde siglos, de un sistema de gobernarnos que ha generado modos y estilos de vida en que son tantas las posibilidades de encontrarse con ella en cualquier lugar y momento, que no vale la pena dejar de vivir por ella; de tal  manera que a pesar de las incertidumbres y las pérdidas que puede causar una pandemia, esta situación no es novedosa, ni le suma mucho el coronavirus y por consiguiente adaptación y organización de los individuos, las familias, la comunidad y la sociedad en su conjunto a la pandemia se realiza y no logra movilizar sentimientos de ayuda mutua y solidaridad mas que cuando algo empieza y se desconoce, luego nos adaptamos.

No cabe duda que tenemos un instinto de autoconservación y supervivencia pero nuestras capacidades emotivas e intelectuales muchas veces nos guía por otros caminos. No logro encontrar explicación de nuestra conducta displicente; de cómo ante la falta de equipamiento hospitalario, falta de preparación por parte de los poderes públicos para una vacunación adecuada, desigualdades sociales de la atención médica, “abuso” de las cuarentenas, las críticas en la prensa con la evidencia de mayor  número de casos y de muertes, no movilizamos nuestras y nuestros procesos de apoyo y solidaridad.

Para nadie es un misterio que en la actualidad nada está listo para contener la epidemia y sus causas. Estamos en medio de una situación a través de la cual no solo el virus se ha vuelto más fácil de propagarse libremente y sin embargo pareciera que en nosotros calo hondo los de los pensadores antiguos Séneca argumentó que «no hay nada malo en la vida para quien ha entendido bien que la privación de la vida no es mala». San Agustín solía decir «sólo frente a la muerte puede el hombre nacer a sí mismo». Pero, no creo que nuestro nivel filosofal vaya por ese camino. No creo tampoco que la conciencia de nuestra muerte actúa como un acicate en nuestra vida así que dejo la duda ¿Qué será?.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
Artículo anteriorNY: Hochul dice que será candidata a gobernadora en 2022
Artículo siguienteCuesta arriba proceso de juramentación de magistrada Gloria Porras