El caso de Jaime Aparicio es un ejemplo de lo que podría pasar con el resto de casos de corrupción. Foto La Hora/José Orozco

Para cerrar de una vez por todas el capítulo de la lucha contra la corrupción era indispensable resolver los casos que fueron presentados a partir del 2015 y ayer vimos cómo funciona y funcionará la maquinaria. El Tribunal de Mayor Riesgo “D” dictó sentencia en el caso contra el empresario de la construcción Jaime Aparicio, a quien se le logró probar que había hecho sobornos por 8.2 millones de quetzales para beneficiarse con contratos, por lo que el tribunal impuso la multa máxima que contempla la ley, pero a la hora de la sentencia a prisión no atendió la demanda de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad, que pedía 9 años y en vez de eso lo sentenció a 5 años de cárcel, todos ellos conmutables.

Ese fue uno de los muchos casos de alto impacto que se dieron tras largas y profundas investigaciones y, como en este caso, así va a ocurrir con todos los que están pendientes de que les dicten sentencia. Por ello se entramparon todos los procesos, puesto que sabían que paralelamente se estaba trabajando para controlar todo el sistema de justicia con la designación de magistrados que fueron debidamente apalabrados e instruidos por Gustavo Alejos, a fin de que las condenas finales permitan a los sindicados volver a sus casas, pagando una multa modesta en comparación con sus ganancias ilícitas, y a continuar con la vida como si nada, haciendo los mismos negocios que en su momento fueron descubiertos.

El caso es ilustrativo porque marca la ruta que se va a dar en todos aquellos procesos que se siguen contra quienes son parte del sistema. Quedarán en prisión los pobres gatos que cayeron y que no eran piezas importantes ni decisivas, mientras que los verdaderos operadores, los que pactaban la corrupción y la dirigían, esos saldrán como si nada tranquilos y contentos a gozar de los millones que no les fueron incautados y que son de verdad bastantes.

No se pretende más que el castigo justo para quien cometió grandes crímenes. No es venganza sino la necesidad de demostrar que el crimen no paga. En cambio, lo que estamos demostrando es que si se tienen los conectes del caso, el crimen paga, y paga muy bien.

Redacción La Hora

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