Foto La Hora/Archivo

La pobreza económica es terrible pero crecerá en la medida en que dejemos que aumente nuestra pobreza educativa que se traduce en el reducido porcentaje de estudiantes que tiene “competencias mínimas de lectura” al término de los estudios de nivel primario. La pandemia ha tenido profundo impacto en la educación por la imposibilidad de millones de niños para asistir a los centros de enseñanza y la incapacidad para desarrollar, sobre todo en el nivel de educación pública, mecanismos alternos para mantener a los niños dentro de un sistema de aprendizaje. El simple hecho de la educación virtual tendrá un impacto severo en ese ritmo de aprendizaje, no digamos en regiones del país donde no hay educación presencial pero tampoco la hay de manera virtual.

Nuestro sistema educativo va como el cangrejo porque quien verdaderamente domina y decide es el sindicato de maestros que impone sus condiciones, no sólo económicas sino en el ritmo mismo de la educación, sabiendo que son una herramienta valiosa para apuntalar a los gobiernos corruptos en caso de producirse algún sobresalto ciudadano. Las huestes de maestros saben que salir a la calle a defender al régimen de turno es más importante que dar clases y que el pago que reciben está condicionado por ese compromiso político y no por el trabajo que hagan en el aula.

Guatemala es uno de los países con peor rendimiento en mínima comprensión de lectura, lo que significa que no sólo tenemos una población que no se desarrolla físicamente por la desnutrición, sino que además les negamos la oportunidad de educarse por el papel mediocre de quienes han pasado por el Ministerio de Educación y únicamente se dedican a negociar pactos colectivos que tienen contentas a las huestes de Joviel.

Según el Banco Mundial, uno de los peores efectos que tendrá la pandemia es el retroceso en el nivel educativo de nuestros niños y jóvenes por la irregularidad de los programas derivado de las medidas de aislamiento impuestas. Y mientras en otros países ya están hablando de empezar a vacunar a niños de 12 años, en nuestro país apenas unos cuantos mayores de 70 años han tenido la suerte de vacunarse en busca de la inmunidad. Las estimaciones indican que pasarán muchos años antes de que podamos llegar a vacunar a los niños y con ello volver a la plena normalidad que, en nuestro caso, será el regreso a recibir clases con maestros que saben que su sueldo no depende de lo que enseñen sino de su disposición a manifestar a favor del gobierno.

Redacción La Hora

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