Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos

El reciente anuncio del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en relación a respaldar la liberación de las patentes de vacunas contra el Covid 19, ha provocado una ola de comentarios en favor y en contra de dicha medida. Hasta el día de hoy, el control de dichas patentes corresponde a países ricos como Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Australia, Canadá, Brasil, Noruega, Japón, Suiza, u otros, cuyas compañías farmacéuticas, se oponen frontalmente a la liberalización de las patentes, aduciendo que se invirtieron millones de dólares y horas, en investigación y desarrollo, en pruebas y procesos de aprobación ante organismos regulatorios meticulosos, en fabricación, distribución y finalmente en la comercialización de dichas vacunas.

Por supuesto y opuestos frontalmente a estas compañías y argumentos, se alinean diversos países, la propia Organización Mundial de la Salud y algunos gobiernos, como el del mismo Biden que argumentan que la Pandemia de Covid-19, ha alcanzado proporciones dantescas en países como Brasil e India y que no habrá otra forma de reducir la misma, si no es con la producción de vacunas genéricas, en muchos países y por muchas empresas que utilicen las patentes de propiedad intelectual que son propiedad de las Compañías Farmacéuticas.

Desde mi punto de vista, la producción de las vacunas en masa y por muchas más empresas que aquellas que ahora las producen, reduciría solamente una parte del problema. La producción no ha respondido a la demanda y ya es de conocimiento público la existencia de demandas como la que la Comunidad Económica Europea (CEE) planteó a la farmacéutica AstraZeneca, por incumplimiento de contrato, o el fracaso del sistema de distribución COVAX ideado por la misma OMS. La producción no ha sido el único problema, la carencia de rutas adecuadas de distribución y sobre todo, el acaparamiento por parte de algunos países, ha provocado que el mundo se divida entre aquellos países que acumulan dosis congeladas para años futuros y aquellos como el nuestro, al que las vacunas llegan a cuentagotas.

Los Acuerdos sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), de la Organización Mundial del Comercio establecen una serie de disposiciones, relativas a casos de emergencias sanitarias, dentro de las cuales se reconoce el derecho a la propiedad intelectual, pero también reconocen la gravedad de los problemas de salud pública que afligen a muchos países en desarrollo y menos adelantados, proponiendo el que se elaboren acuerdos para acercar ambas posiciones.

Los argumentos de ambas partes tienen sustento, la Pandemia está hoy aquí matando gente, parece que cualquier medida en función de liberar los cuellos de botella de la producción, distribución o comercialización de las vacunas, debiera ser un objetivo. Por aparte, la liberación de las patentes traerá pérdidas económicas enormes a las farmacéuticas y será un desincentivo en un futuro para que la ciencia busque un remedio para cualquier mal que nos afecte. Sin duda nadie estaba preparado para esta crisis, lo vivimos todos los días y muchos fallecen mientras nos ponemos de acuerdo.

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