David Martinez Amador

Politólogo. Becario Fulbright-Laspau del Departamento de Estado Norteamericano. Profesor Universitario,, Analista Político y Consultor en materia de seguridad democrática. Especialista en temas de gobernabilidad, particularmente el efecto del crimen organizado sobre las instituciones políticas. Liberal en lo ideológico, Institucionalista y Demócrata en lo político.

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David C. Martínez-Amador

Uno de los aspectos que hacen a la historia romana antigua única es el hecho que la cultura fue helénica pero el poder fue romano. Es decir, que los dilemas políticos griegos se elevaron en intensidad y complejidad llegando a ser problemas universales.

Entre esos dilemas, concretamente, los antiguos griegos fueron capaces de notar el riesgo que conllevaba a que una minoría, cada vez más pequeña y menos virtuosa, tomara el poder político. Aquí la primera gran ´verdad.´ Una minoría que pasa por un proceso meritocrático más que acumular riqueza. La oligarquía es la degeneración del concepto aristocracia, este último concepto implica que sólo aquellos que adquieran la virtud (o conocimiento) puedan tomar las decisiones políticas ´Ser mejor´ no es un acto que resulta por ´la cuna´ sino por lo méritos que facultan a gobernar: Ganar una guerra, defender la ciudad, adquirir sabiduría o mostrar inclinación al debate. Esto es importante, porque cómo se explica en el Mito de los Metales narrado en la República, el buen Platón defiende la posibilidad de que un hijo de campesinos o artesanos pueda adquirir la virtud y ser elevado así a la casta de los guardianes de la ciudad (Rep. III, 415c). La oligarquía por el contrario, cómo forma degenerativa de gobierno, se sustenta simplemente en la acumulación de riqueza y nada más. El bruto poder de la billetera.

El problema que surge es que, si hacemos números, la minoría ateniense que tomaban las decisiones públicas en la asamblea sería un grupo de más o menos mil ciudadanos (según nos dice Sartori ), con capital acumulado, gobernando sobre una población carente de derechos políticos de aproximadamente 300,000 personas de las cuales posiblemente 115,000 serían esclavos según nos cuenta Matthew Simonton en su libro Classical Greek Oligarchy, Es decir, la Atenas clásica ya tenía rasgos de ser un sistema de gobierno basado en el control político de una muy reducida minoría.

Y esa ha sido una constante en la historia.

En Roma y sobre todo la republicana, buena parte del poder político recaía en más o menos 600 senadores que tendrían facultades para incidir sobre la vida de quienes habitan la Urbs. Si nos vamos a números concretos, tenemos evidencia que una década antes del triunfo de Julio César, ya en Roma se habían almacenado alimentos suficientes por vía de la cura Annonae para alimentar 500,000 personas. Cuando toma lugar la peste Antonina
(160-180 dC) Roma tendrá más o menos un millón de habitantes, Mientras tanto, el Senado habría mantenido una variación numérica muy limitada, entre 600 y 900 senadores según el momento.

¿De nuevo cómo conciliar intereses?

El griego Plutarco en su tan afamado texto Vidas Paralelas detalla la vida de los patricios romanos y la opone a la realidad del ciudadano romano común, libertos y esclavos. Mientras para unos el dilema sería el qué vestir en las recurrentes cenas de la sociedad patricia, para otros lo sería el sustento diario o no ser sujeto de la leva. Valga decirlo, Plutarco no leyó a Marx.

La historia muestra que la democracia se hace aún más vulnerable por el control de minúsculas minorías sin formación o capacidades para gobernar. Y si los demócratas sólo centran su esfuerzo en garantizar la igualdad política, sin hacer énfasis en la desigualdad económica, pocas esperanzas hay.

Allí la segunda gran “verdad”.

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