Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

Colombia llora sangre, con un presidente ilegítimo que impone “estado de conmoción interior” para desatar cruel represión contra la rebelión del pueblo, que no aguanta más y lucha por su vida y dignidad. Esta rebelión ciudadana fue disparada el 28 de abril por una reforma tributaria injusta –que el Presidente se vio obligado a retirar– y ha continuado por la brutal respuesta de las fuerzas de seguridad, en particular de la tenebrosa ESMAD, con largo historial represivo. Si bien el movimiento se centra en el rechazo del modelo neoliberal, al igual que en Guatemala el descontento se ha acumulado por años ante la injusticia social producida por la falta de cumplimiento de los Acuerdos de Paz. De hecho, en Colombia se ha perseguido a muerte a muchos de los ex combatientes de las guerrillas y se ha traicionado la paz.
Las cifras del salvajismo militar y policial dan cuenta de numerosos muertos, muchas más personas heridas, otras desaparecidas y violencia sexual. En petición a la ONU, con cerca de un millón de firmas, se dice que “Hasta el 4 de mayo en horas de la mañana, se conocía de más de 31 muertos, 10 víctimas de violencia sexual y centenares de casos de violencia contra manifestantes”. La situación refleja gran paralelismo con Chile, a partir del “estallido social” del 18 de octubre de 2019, en donde los Carabineros, también con una larga historia represiva, lanzaron violenta represión, que aún se mantiene, contra sectores sociales que se organizan y protestan –recién se cuestionó en Guatemala al Ministro Reyes, graduado de Carabineros, sobre la introducción de métodos violentos para detener la protesta social. Estamos ante una embestida de las tiranías latinoamericanas contra sus pueblos, la cual cuenta con respaldo imperial.
Se creía que estas feroces acciones represivas en América Latina eran consecuencia directa del neofascismo introducido por Trump; lamento comprobar que corresponden a los intereses del imperio. Para alinear a la región contra Venezuela, que preserva su soberanía, Duque y Piñera son esenciales entre los gobernantes fieles a Washington. Por ello, la OEA de Almagro se calla ante la represión en Colombia y la ciudadanía acude a la ONU. El imperio mantiene un inmoral concubinato con los ricos de la región, quienes conservan una relación privilegiada de usufructo del poder. Es difícil que el gobierno estadounidense bajo Biden pueda sustraerse a la forma de control imperial que se ha impuesto desde la invasión a México en 1846: la ocupación, por períodos largos o cortos, en alianza con las oligarquías se transforma en un sistema de dominación indirecta, que aún se mantiene. No tiene futuro, porque nunca tendrán el apoyo de los pueblos, los cuales, poco a poco se irán librando de las élites que abusan de ellos. La pandemia ha otorgado una oportunidad histórica a Estados Unidos para cambiar la ecuación con la región y basarla en democracias verdaderamente libres, soberanas e independientes; pero no parece estar la administración actual a la altura del momento histórico. No queda más que profundizar en la región la resistencia y la lucha revolucionaria en todas las formas posibles.

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