Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El tema esencial de la vida humana se ha convertido en punto central de diferencias que se vuelven abismales cuando se refieren a los asuntos relacionados con el aborto o con la pena de muerte. Yo recuerdo largas y añejas pláticas, que llegaban por ratos a ser amistosas pero serias discusiones, cuando alguien muy querido y respetado mostraba su oposición absoluta a cualquier forma de terminar prematuramente con la vida humana, aún y cuando fuera para proteger la vida de la madre, pero en cambio se sentía no sólo cómodo sino que sentía que era necesario ejecutar la pena de muerte como castigo capital en el ordenamiento jurídico.

En ese simple párrafo de inicio hay abundante material como para enfrascarse en largos debates respecto a la vida, tanto en lo relativo a su origen y el momento de la concepción como si vale más la vida de una madre que dejará en orfandad a otros niños o la del pequeñito ser humano que lleva en su vientre. No digamos respecto a cuestiones como el papel de los sistemas de justicia, alrededor del mundo, en la aplicación de la pena de muerte, misma que tiene etiqueta, en los países donde aún se aplica, para ser ejecutada en los más pobres y pelados, aquellos que nunca pudieron disponer de una defensa adecuada porque el que tiene sus lenes encuentra quien pueda argumentar para que el paredón o la inyección letal no terminen con sus vidas.

En estos días, luego del cambio de gobierno en Estados Unidos, hay una fuerte corriente conservadora que cuestiona al presidente católico, Joe Biden, porque mantiene una postura que favorece el derecho de la mujer a elegir. Sostiene que él no es pro aborto, pero con base en la separación de Iglesia y Estado, él respalda la legislación que faculta a la mujer a tomar su propia decisión. Y eso, por supuesto, constituye un tema importante porque volvemos a la relatividad que priva en este tipo de enfoques.

En cambio, esos conservadores lamentan que haya perdido la elección Donad Trump, quien luego de haber sido pro aborto buena parte de su vida, en el momento en que decide correr como candidato republicano cambia de mensaje y se vuelve radical en el tema. Y lo aplauden los más conservadores a quienes se nota que les hace falta. Lo aplauden por su moralismo, pero se olvidan que fue el tipo que presumió y echó chile diciendo que dada su fama podía agarrar a cualquier mujer por sus partes íntimas sin que ellas protestaran o se quejaran. De hecho, se cuentan por decenas las mujeres que trataron de hacer algo por los abusos que cometió, pero mientras unas lograron acuerdos privados con mucha plata de por medio, otras simplemente se terminaron dando color al hacer el reclamo.

En el fondo lo que puede verse es que si algo es eminentemente personal es el criterio moral. Lo que para alguno de nosotros pueda ser inadecuado, para otro es la cosa más normal del mundo. Y si eso pasa hasta con la vida misma, cuánto más con el pisto y por ello es que tantos gozan, disfrutan y no se arrepienten de robarle a Raymundo y medio mundo.

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