Juan Jacobo Muñoz Lemus

juanjacoboml@gmail.com

"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

post author

Juan Jacobo Muñoz Lemus

Muchas veces ocurre que cuando una persona no sabe de algo, de todos modos dice algo; y que lo dice con autoridad, como si estuviera segura de todo. Así es como todos viendo lo mismo, lo vemos diferente. Vemos lo que nos parece obvio y solo reaccionamos a eso, generalmente a consecuencias y no a procesos. Tal vez por eso no se preste atención a acciones preventivas y por eso fascine la pena de muerte, aunque esta sea en una cruz.

Recuerdo un ejemplo que leí. Una persona que no conoce de ortografía escribe libremente y con muchas faltas sin darse cuenta de sus errores y sin conciencia de que ha escrito mal. En la otra mano, quien sabe que hay reglas ortográficas, con frecuencia duda, se detiene, consulta y confirma para escribir bien, por respeto a sí misma y a los demás.

Pasa igual con la vida, que exige contender con el día a día y soportar presiones, frustraciones, incertidumbres y ambigüedades. Esto provoca errores de pensamiento, donde por una mala asociación de ideas se llega a la formación de conceptos que no vienen al caso y en consecuencia se toman decisiones desafortunadas.

La paradoja en todo esto es que los problemas de pensamiento se quieren corregir con el pensamiento, lo que irremediablemente conlleva nuevos riesgos de equivocarse. La mente para entender la mente resulta insuficiente. No es que haya un problema de inteligencia, es porque el error suele ser por algo emocional.

Las emociones son humanas y todas son legítimas, hasta las más vergonzosas. Todos estamos expuestos a que, según condiciones, emerjan el miedo, la ira, la tristeza, la alegría, el desagrado, la confianza, la expectación, la sorpresa y todas las demás. Todas pueden perdurar en el tiempo y añejarse en forma de sentimientos y muchas veces como resentimientos que nos obligan en secreto a tomar decisiones.
Entrar en contacto consciente con las emociones es una tarea de toda la vida, y el entrenamiento debe iniciar desde el principio de la existencia. No es aceptable la pretensión de que todo se conseguirá cuando se sea adulto. Ni siquiera es posible hacerse un adulto si no se deja de ser sensorial y reactivo. Las distintas etapas de la vida son para entrenarse dentro del marco de épocas sensibles y etapas críticas donde deben ocurrir las siembras. Si no se aprovechan los espacios de oportunidad se habrá perdido la opción. De ahí la importancia de la atención al desarrollo del ser humano.

De no atenderse esos espacios, solamente tendremos a gente montada en su macho y sosteniendo de manera muy autocomplaciente el conocido, “así soy yo y qué”. Ahora mismo vemos un mundo donde toda la gente quiere imponer y hacer su voluntad, haciendo lo que le da la gana, lo cual es solo el gusto de la gana que en realidad es una emoción y no una reflexión. Decimos que no nos gusta la hegemonía, pero estamos llenos de pequeños dictadores en la vida cotidiana.

Nadie es educado para resistir las tentaciones. Cualquiera en situación de poder suele tener privilegios que, si se tornan abusivos, ofenden la precariedad de muchos y van dejando la sensación de que hay personas de primera y hasta de quinta. No en balde aquel, lavó los pies de los que lo seguían.

Hay que seguir andando y como dice el refrán, ni arre que trote ni so que te pare. Todos somos adultos y debemos corregir las fallas de la crianza, aunque nos seguiremos equivocando sin duda. Y si está en nosotros soltar las indiscreciones de la pasión, junto con las seguridades del autoengaño que da la soberbia, tenemos una oportunidad, la de la expiar nuestras faltas.

Nadie debe evadir la asunción de la responsabilidad por sus actos, es algo místico. La expiación purifica lo que se ha profanado.

Artículo anteriorLa Chabela pitonisa
Artículo siguienteProtege a tu familia