Sergio Penagos

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Sergio Penagos

San Carlistas, La Hora de pandemias y corruptos, de serviles monigotes y de políticos seráficos, de hijos putativos del narcotráfico y de la coima, habrá llegado cuando les nieguen las vacunas, la justicia y la libertad, cuando no posean de un quetzal ni la mitad, cuando a la justicia llegue Moto y las cortes cooptadas venderán al mejor postor su voto; entonces, revestíos de santa paciencia, actuad con benevolencia y con vibrante voz, evitando la violencia cantad: Sobre los hediondos males de la patria arrojad flores, ya que no sois liberales ni menos conservadores: malos bichos sin conciencia, que la apresan en sus dientes y le chupan inclementes la fuerza de su existencia.

Ante el descarado devenir de la corrupción, con atención solemne y genuina, sin que se os ponga la piel de gallina: contemplad los militares que en la paz carrera hicieron; vuestros jueces a millares que la justicia vendieron; vuestros curas monigotes que comercian con el credo y patrioteros con brotes de farsa, interés y miedo.

Preparaos, porque todo esto será una triste realidad para desgracia de los comelones de frijoles, los migrantes y los auténticos estudiantes, que sufrirán con denuedo, mucho coraje y sin miedo, los resultados de la confabulación de los patrioteros, defensores de la libertad y la soberanía, al servicio de la oligarquía, que a diario reciben la presidencial bendición, de un mentiroso y vulgar ladrón.

Nuestra Señora La Chabela nos anticipó esta descripción de la cultura de la corrupción, la estulticia y la ambición. Señalando que los mediocres, oportunistas y lame muletas, absorberán con fruición los recursos de la nación, hasta convertir el país de la eterna chupadera, en una: Patria, palabrota añeja por los largos explotada; hoy la patria es una vieja que está desacreditada. No vale ni cuatro reales en este país de traidores; la venden los liberales como los conservadores.

Ante el saqueo inmisericorde a que está sometido el erario, con la cómplice parsimonia de un ministro mercenario, justificando su inmerecido salario, arrodillado ante una vela se golpea el pecho y exclama ¡Esto pela! Ante este entorno de inseguridad y volátil económica situación: Nuestro quetzal espantado por un ideal que no existe se puso las de hule al prado más mudo, pelado y triste.

Perdonad y celebrad un responso para tan mediocre ministro, acompañado de la intercesión de la sempiterna madrina de la Huelga de Dolores, sor Adrianita Saravia viuda de Trucutú, quien fue el mejor alcalde de Tucurú; los beatos: Sor Pijije, el maje que nos excomulgó y de Sor Cotuzo, otro atarantado arzobispo, que nos la persignó. Entonces, entonad vuestro canto gregoriano, emocionados y con etílicos efluvios: Mata-sanos practicantes, del emplasto fabricantes, güisachines del lugar, malcriadotes: en sonora carcajada prorrumpid. Ja. Ja. Reíd de la clerigalla, reíd de los chafarotes.

A quienes no les gusta La Chalana, es porque se les moja la badana, Así sea.

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