Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En 1992 James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton contra George H. W. Bush, acuñó la frase célebre “Es la economía, estúpido”, expresión dirigida a los colaboradores de esa aventura política para que todos, empezando por el mismo Clinton, se enfocaran en ese tema que terminó siendo el pivote de su propaganda. Pues bien, hay muchas veces en que vale la pena recurrir a esa idea de Carville para centrarnos cuando perdemos el horizonte y divagamos sin entender las cosas. Tras la conferencia de prensa que ayer ofreció Biden se hizo notorio el interés que hay en el tema migratorio porque obviamente se está dando una crisis humanitaria en la frontera que preocupa no sólo al mismo gobierno, sino a la opinión pública y no faltan los que creen que esa crisis es producto de que Biden ha sido más “tolerante” y que “derribó el muro” de Trump, lo que causa mayor cantidad de personas llegando a la frontera sur.

Estadísticamente si se compara lo ocurrido en los tres primeros meses del 2020 con los tres primeros meses del 2021 se ve que el flujo es prácticamente el mismo y aún ligeramente menor este año, pese a que no se destruyó el muro pero sí se eliminaron algunas políticas inhumanas, especialmente con los menores de edad, aplicadas por el gobierno anterior. En realidad el muro, que supuestamente iban a pagar los mexicanos, sigue allí cumpliendo el mismo papel, pero lo que Trump no entendió ni quieren entender muchos es que el problema no es si hay o no muro. Mientras haya los niveles de pobreza y abandono que hay en Guatemala y sus países vecinos, habrá migrantes, quiera o no quiera Estados Unidos.

Por ello es que el cambio de enfoque de Biden es crucial, porque está centrado en atacar las causas que generan esa necesidad de migrar, aunque hacerlo implique riesgos mortales. Pero algunos sólo hablan de que lo que hace falta es inversión, pero hay que ver si tenemos condiciones para atraer inversión.

En primer lugar no estamos educando a nuestra población para crear una fuerza laboral pujante, ni la estamos alimentando como corresponde, pero lo más grave es que no estamos fortaleciendo sino debilitando nuestro Estado de Derecho y los jueces estarán a disposición no de la ley sino del mejor postor, condiciones que no ayudarán a que vengan buenos inversionistas sino, en el mejor de los casos, buenos piratas que saben moverse en un país donde las reglas de juego se tuercen a conveniencia.

Ningún país en el mundo ha frenado la migración con muros ni se podrá hacer nunca. Esperar que un muro haga que gente que se muere de hambre y de desesperanza no emigre es una ilusión absurda porque todos tenemos el deseo de mejorar con nuestro esfuerzo y trabajo. Aquella vieja idea de que el pobre lo es por huevón ya no se la traga nadie, sobre todo viendo cómo los pobres, los que emigran en la miseria, se convirtieron en los que ahora sostienen a este pobre país que sufre el saqueo inmisericorde de los recursos que debieran invertirse en el desarrollo humano.

El cambio de política en la frontera simplemente es dar trato humano a los menores de edad. El gran pecado de Biden es cumplir con la ley y con la moral tratando bien a los niños. En todo lo demás, el Muro sigue allí y la gente se pasa hoy como se pasaba hace un año.

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