Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez

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@ppmp82

El candidato Alejandro Giammattei dejó de existir hace mucho tiempo. Cuando uno revisa sus comentarios, sus discursos y sus posturas mientras estaba en campaña, no queda más que preguntarse ¿qué pasó con ese señor, a dónde se fue?

Una cosa era el candidato y otra totalmente ha sido el Presidente. Una de las cosas del poder que comentan todos los ex presidentes serios del planeta es esa soledad que genera el puesto y de ese momento en el que uno se siente solo en el universo, hasta los menos talentosos que han ocupado la silla presidencial en el mundo, no escapan.

Y cuando Giammattei tiene esos ratos sin duda alguna que le debe costar verse al espejo porque como decimos en buen chapín, “uno no se vende paja a sí mismo” y el mandatario sabe que ha sucumbido igual o peor que sus antecesores para llegar a convertirse en lo que dijo que no quería (lo dijo en la campaña y a grito pelado).

Si el nuestro fuera un Presidente comprometido, sin duda alguna que estaríamos viendo su inquebrantable deseo de designar con altura para la Corte de Constitucionalidad (CC), pero lastimosamente sabemos que se está debatiendo entre aquellos que le pueden asegurar su lealtad a él y a su círculo.

Un mandatario comprometido no tendría que andar deshaciéndose en elogios para una Fiscal General que fue puesta expresamente para ser un obstáculo para la averiguación de la verdad en los casos que tocan la fibra del sistema. Sin duda alguna que sus constantes elogios han rendido sus frutos al punto que Consuelo Porras ordena que a los investigadores que cualquier cosa relacionada a la presidencia se pida “cordialmente”.

Giammattei ha tenido varias oportunidades de romper sus perversos nexos y pensar en el país, pero ha optado por seguir en la misma ruta de los presidentes de la era democrática que han optado por cambiar el negocio de manos en lugar de eliminarlo, usar la Institución para servirse y no para servir y operar y dejar que operen todo el aparato del Estado como una máquina para hacer dinero sin pensar en cómo el dinero se usa para impactar en la vida de la gente.

Por eso es que debemos saber que el mandatario designará para la CC sin preocuparse por cumplir con los requisitos que manda la Constitución, arropado por un Gabinete que “no quiere meterse a clavos” de llevarle la contraria al Jefe. Cuando alguien dice que se demeritan los cargos públicos, es justamente por actitudes como esas que ocurren.

Hoy es Giammattei, ayer fue Morales, antes Pérez, Colom, Berger, Portillo, Arzú, De León, Serrano, Cerezo. Entonces el problema no son ellos, somos nosotros. El problema no es de solo de personas, es del sistema. El problema no son los acuerdos, es la falta de un mínimo entendimiento que ni siquiera nos permite ponernos de acuerdo.

A esta maratón le falta mucho por acabarse, pero para tener “chances reales de mejorar nuestros tiempos”, necesitamos trazar los mínimos tanto como un maratonista necesita entrenar para no quedarse en el intento.

Necesitamos de líderes que tengan la capacidad de reunir a ladinos e indígenas, a empresarios y comunitarios, a patronos y empleados, a personas con diferentes visiones, a personas que han pasado su proceso de ley y están dispuestos a enmendar para construir un futuro mejor, para que partiendo de la premisa de la actuación honrada pero determinada, sentemos las bases para que nuestros presidentes dejen de ser las marionetas de turno del verdadero poder que los hace traicionar años de tener posturas correctas. En el mejor interés de todos está que podamos generar más.

Esperar algo bueno de Giammattei para la CC es imposible, pero seguir en esta ruta que facilita el camino a quienes le dan la espalda al país, es criminal de nuestra parte y por eso urge que atinemos para armar más estructura y rajar ocote para un futuro mejor, en especial para los niños de este país.

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