Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

No siempre los dictadores desarrollan su conducta siguiendo una propia cartografía.  Estoy seguro que la mayoría alcanza ese estado sin apenas advertirlo, arrastrados por circunstancias que confabulan puntualmente cuando la naturaleza personal hace su parte.  Ese es el caso de, por ejemplo, Daniel Ortega, Nicolás Maduro y, a futuro, Nayib Bukele.

“¿Cómo fue que llegué hasta aquí?”, se preguntan a veces los aferrados al poder.  Repasan y reconocen su fortuna, el destino cuasi milagroso del alineamiento de los astros.  En lo secreto, a veces ignorándolo, se muestran humildes, aceptan lo inexplicable.  Comprenden que la superación de muchos obstáculos tiene un carácter irracional, inentendible y fuera de toda lógica.

Ese desconocimiento que pocas veces consideran, por carácter (suelen ser pragmáticos, no teóricos), ánimo (ejercitan la poltronería intelectual) o disposición (participan de un tipo de imbecilidad existencial y moral), es el catalizador de la perversidad que abrazan a lo largo de su vida.

No son los únicos que ignoran su marcha triunfal hacia el paraíso fecal, también hay palaciegos, plebeyos e intelectuales, que, por candidez o gansterismo, convencidos, aúpan al perverso. Son parte todos ellos, con voluntad o sin ella, de la casualidad que los encumbra.  Las piezas coinciden con precisión de relojería, el malvado llega puntual al sitial nunca imaginado.

La clarividencia, sin embargo, aunque escasa, siempre es revelada.  Primero a los suspicaces, luego a los rebeldes e inconformes, por último, a los ciudadanos despiertos.  No me mal interprete, reconocer la vocación autoritaria de los nombrados, como ejemplo, no es cosa de ingenio, sexto sentido o iluminación espiritual, es solo apercibimiento.  La comprensión de los hechos y el ánimo retorcido de sus protagonistas.

Ya me dirán que exagero y que muchos se sienten (nos sentimos) especiales.  Que está claro que lo nuestro es la fantasía, las elucubraciones y la conspiranoia.  Sí, por supuesto, estamos medios enfermos, pero aun con alucinaciones (o quizá por ellas) la certidumbre de que algunos políticos acabarán mal (sin que ahora ellos mismos lo sepan) es apodíctica.  Anótelo, verá que el tiempo nos dará la razón.

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