Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

post author

Juan Antonio Mazariegos G.

Como era de esperarse, la distribución de las vacunas para prevenir el Covid – 19 se ha convertido en una guerra logística, comercial y de acaparamiento, dentro de la cual, todos los países del mundo compiten ferozmente por obtener cualquier vacuna de las ya aceptadas por los organismos regulatorios de los Estados Unidos y la Unión Europea. Las vacunas de Pfizer / Biontech, AstraZeneca y Moderna, son nombres que se han posicionado en el conocimiento popular. Las vacunas rusa, china e hindú, a pesar de no haber obtenido los reconocimientos o autorizaciones de los entes regulatorios más importantes, se han convertido en un buen substituto a las anheladas vacunas de las grandes farmacéuticas y su distribución, ya cumple también con el objetivo propagandístico que los mismos países que las crearon buscaban para las mismas.

Al final todo lo anterior, no es relevante, hay un enorme cuello de botella en fabricación de las vacunas, un enorme reto logístico alrededor de su distribución y almacenaje y un acaparamiento provocado por países como Canadá e Inglaterra que han asegurado producto para varios años, a manera de garantizarse que su población podrá contar con una dosis cuando la necesite.

El famoso mecanismo Covax, creado por las Naciones Unidas para permitir que la población más vulnerable de todos los países del mundo, pobres o ricos, pueda vacunarse hace agua por todos lados. El Mecanismo depende de las donaciones que realicen los países ricos para que los países pobres puedan acceder a las cuotas que garantizan que cada país del mundo recibirá hasta un 20% de las dosis que necesita el total de su población, pensando de esa manera en garantizar la protección de los más vulnerables. Sin embargo, los mismos países ricos tienen problemas de abastecimiento y de vacunación, de donde ante la propia presión interna, reaccionan privilegiando la adquisición para sí mismos antes que para los demás.

Las Naciones Unidas alertan ya (Prensa Libre 18.02.2021), sobre la peligrosa inequidad en la distribución de vacunas, lo que provocará que la enfermedad y la pandemia no terminen, si no se estanquen en países como el nuestro, en donde las deficiencias de organización y nuestra condición de pobreza se suman a los problemas que ocurren a nivel mundial.

Una solución mágica no existe, podemos presentar 100 amparos en contra de las autoridades de gobierno que igual se convertirán en letra muerta si no hay quien pueda fabricar, distribuir y almacenar las vacunas que necesitamos. Por supuesto no hay camino más largo que el que no se inicia y corresponde al Gobierno autorizar y/o retirar todas las licencias, permisos y/o trabas que impidan que cualquiera pueda comprar, importar y distribuir vacunas contra el Covid en Guatemala. No es momento para fábulas ideológicas sobre si el Estado o la iniciativa privada puede o deber traer y distribuir las vacunas, es momento de unirse para que todos los guatemaltecos que así deseen puedan tener la alternativa de vacunarse. Por supuesto, es obligación del Estado velar por los más vulnerables y las personas en riesgo económico y de salud para proveerles una protección gratuita. Dejémonos de pajas y busquemos como proteger a nuestra gente, el resto del mundo lo hace y hoy vamos a la cola.

Artículo anterior¿Mucho Pedir?
Artículo siguienteNo es nada nueva la indiferencia