Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Horroriza la información que sale de los países desarrollados: un 40 a 50% de muertes acaecidas por el SARSCoV-2 se podrían haber evitado y pone en tela de juicio lo social, lo científico y lo político, lo que estos hacen y orientan ante la pandemia.

En la actualidad, los procesos diagnósticos y terapéuticos se sacan de una jungla de creencias, principios, recursos y conocimientos científicos. Cualquier enfermedad tiene su teoría de origen y manifestaciones y se acompaña de múltiples terapias puestas a disposición del público. Lo triste como se dice, es que cada quien se encierra en una burbuja de conocimientos, actitudes y prácticas médicas que muchas veces chocan con la verdad y configuran la posibilidad de que la práctica médica sea más desfavorable que favorable. Ante ese fenómeno, se necesita que los actores de la enfermedad, asuman una posición de ayuda responsable. Pero el único y verdadero vínculo para que eso se fortalezca y sea de beneficio mutuo, sólo es dable a través de conocimientos científicos que penetren y balanceen el acontecer social y político, sin lo cual, la base de actuación médico-sociedad, carece del valor justo y claro para la solución.

El otro elemento importante de la relación médico-paciente tiene que tomar en cuenta “conflictos de intereses” provenientes tanto del nivel de convicción propia que se ve bombardeada por intereses comerciales y de poder, que constantemente bombardean la mente, el espíritu y los valores del médico y del paciente, llevándoles a tomar posiciones equivocadas ante la enfermedad. Finalmente en la relación, entra en juego la tradición, que abre la posibilidad de elegir y escoger el modelo de intervención y curación.

Todos estos temas y principios mal usados dificultan y estorban la relación médico-paciente, que como parte de la solución necesita de una forma de desarrollo y de apoyo de políticas públicas y una organización social en que equidad e igualdad tengan cabida.

Es pues evidente que al faltar todo ello, el riesgo de un enfoque adecuado a la enfermedad y sus consecuencias se vea aumentado por una relación médico-paciente débil en lo social y lo científico y una falta de comportamiento político y social e institucional que facilite el encuentro y el acceso a soluciones. Es y se vuelve entonces innegable, la falta de un modelo de atención médica verdaderamente holístico para un trabajo preciso y eficiente y eficacia en salud y enfermedad.

El acto médico y las actitudes llamadas tradicionales o simplemente de milenios pasados, sin justificación adecuada científica, han tomado un lugar privilegiado en lo individual y en lo colectivo como solución del problema COVID-19, en prejuicio de su control y como fruto de caminos tradicionales e intuitivos, que no pueden ser tildados de insignificantes, producto de cientos de años y de muchos prejuicios y de elucubraciones, que generan miedo, malas interpretaciones, y erróneas conveniencias.

No cabe duda que la aventura que plantea cada enfermedad a la sociedad es fantástica; va de lo ideal a lo real y en medio de ello acarrea éxitos y tragedias escoltadas por el dolor y la muerte como en el presente lo está haciendo el COVID-19 revelando al final los fracasos de la cultura para poder relacionar adecuadamente la ciencia con el comportamiento humano, ante el problema de la enfermedad. Pero esto es tema de otra reflexión.

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