Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Los delincuentes que quieren incrustarse en la estructura del Estado son bribones que no pueden medirse según los parámetros de una persona media.  En primer lugar, por la falta de escrúpulos, la avaricia ilimitada y el disfrute de la adrenalina cuando es expuesto y perseguido, pero sobre todo por la audacia que lo lleva a un estilo de vida siempre en la cuerda floja.  El hombre vulgar (porque suele tener poca exquisitez y desarrollo intelectual del buen vivir) a la postre se pierde en la miseria de sus propensiones insanas.

Su ruina es un peregrinaje seguro, apodíctico y certero, pero no piensa en ello imponiéndose a sí mismo una ceguera ficticia.  Estas mujeres, las hay también, no lo olvide (las evidencias las muestra con claridad) dan muestra de un pensamiento superior para la maldad.  Sus cálculos y maniobras los ubican (a los delincuentes en general, esto no es problema de género) en una categoría de “genios del mal”.

Pertenecen a la tradición de los más abominables corruptos de la historia.  Tienen linaje: Ramsés IX, Demóstenes, los Borja, Luis XIV y más recientemente, Fujimori, Marcos, Duvalier, Suharto y Arnoldo Alemán, entre tantos otros.  Son audaces, fríos, de proceder desvergonzado, con un carácter laborioso, siempre en busca de oportunidades que conquista mediante el cálculo.

Su juego es el habitual.  Confía en la pasividad de la ciudadanía.  Reconoce las infinitas distracciones de la comunidad política empeñada en actividades personales, el trabajo, la familia y el ocio.  El activo cobra fuerza (tienen suerte) gracias al individualismo de nuestra época que impide el trabajo común y la solidaridad.  Por si fuera poco, el aparato global tiene seducidas las mentes en las redes sociales, el consumismo y la vida en las pantallas.

Esta especie de zombis mundializados son presa fácil para los corruptos.  Basta un tuit, por ejemplo, para hacer tendencia y cambiar casi el decurso de la historia.  Los delincuentes sacan partido, además, de la fragilidad moral contemporánea. Así, su vocación fecal, corrompe lo que toca imponiendo un ambiente pútrido que pareciera justificar el vicio (si la corrupción no es excepción, ¿dónde está “el pecado”?).

Estos políticos que desean apropiarse del Estado (los nuestros, los corruptos de los tres poderes) apenas se distinguen de los asesinos en serie.  Ya me dirá que no son unos Jeffrey Dahmer, “El carnicero de Milwaukee”, o un Ted Bundy, psicópatas, necrofílicos y caníbales, pero tienen parentesco.  Matan muy suavemente (los banqueros no son diferentes) permitiendo la desigualdad que genera el subdesarrollo en vivienda, educación y bienestar para todos, la desnutrición y la muerte en los hospitales por falta de atención.

Contra estas personalidades psicóticas solo cabe un frente común.  Unirnos para impedir, por ejemplo, el acceso de Moto a la impunidad.  Enjuiciar a los protagonistas de las fuerzas oscuras del poder.  Denunciar a los epígonos del mal y la perversidad. Impedir la participación política de los ladrones.  Poner tras las rejas al criminal.  No hay otra opción, lo demás es autoengaño, ingenuidad o ignorancia supina.

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