El presidente Alejandro Giammattei. La Presidencia respondió a la consulta sobre su opinión tras la mención del Departamento de Estado. Foto La Hora

Hoy se cumple el primer aniversario de la investidura de Alejandro Giammattei Falla como Presidente de Guatemala y de la instalación de un nuevo Congreso en el que varios de los miembros llegaron por vez primera luego de que sus antecesores fueron repudiados por los electores en las urnas. Seguimos, además, contando los días sin que se puedan integrar las Cortes por los acuerdos existentes que apuntan a la captura del sistema de justicia por los grupos más perversos del país que pretenden garantizar impunidad para todos los que se dedican al saqueo del Estado.

Ni en sueños Giammattei imaginó que le tocaría lidiar con la peor pandemia que ha vivido la humanidad en más de cien años y que el equipo de salud que había nombrado por influencias de la poderosa industria farmacéutica, que fue de sus financistas, saltaría hecho pedazos por la incapacidad manifiesta para enfrentar el problema derivado de la presencia del Covid-19. El 14 de enero todo parecía ir sobre ruedas para continuar con la fiesta de la corrupción y sus acuerdos con la bazofia del Congreso fueron absolutamente cínicos porque se podía seguir apostando a la indiferencia de un pueblo que le terminó aguantando de todo al inepto Jimmy Morales, lo que alentó y dio alas a un Giammattei que se siente muy superior a Morales.

No digamos con los estragos de dos tormentas, una tras otra, que provocaron desolación y destrozos en importantes regiones del país y desnudaron la incapacidad del Estado para atender emergencias, además de la deficiencia en la obra pública hecha no para servir a la gente sino para robar descaradamente.

El 14 de enero del año pasado empezaba una nueva etapa en la vida nacional y aunque todos sabíamos que se había tenido que elegir lo que parecía lo menos peor, no estábamos realmente dando un paso de calidad para salir de un largo y cada vez más difícil atolladero. Pero era imposible imaginar lo que vendría y nadie, ni el nuevo gobierno ni la población, tenía en el horizonte el descalabro que no sólo provocaría enfermedad y muerte, sino destrucción económica importante con pérdida de empleos.

En el tema de la pandemia finalmente el gobierno anunció que su política sería dejar que la gente se cuide como pueda, lavándose las manos de sus responsabilidades y ni siquiera se aprovecharon mecanismos para disponer prontamente de la vacuna porque el gobernante estaba ocupado en otras cosas. Lo mejor del año fue el despertar de la ciudadanía, cosa que puede aún marcar la gran diferencia.

Redacción La Hora

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