Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

El año 2020 ha finalizado. La pandemia mundial nos ha revalidado con claridad una situación vieja, que podemos entender en lo siguiente: la economía ama y señora del hombre, cuyo recambio el sistema actual no propicia, proseguirá con su tendencia secular de desigualdades e injusticias.

La economía no tiene un solo amo sino dos, que a pesar de ser codependientes, mantienen una batalla sin vencedor. Me refiero a un mercado financiero y un mercado de consumo. Ambos manejándose con leyes y objetivos diferentes, a veces complementarios, muchas veces chocantes y ambos luchando por apoderarse de la razón del ser y del vivir de masas de hombres y mujeres. De tal forma que el existir y vivir se vuelve y se centra en un comercializar.

En ese orden mundial, el estado, la religión, la reproducción humana, pasan a segundo plano; y en muchos casos y en mucha gente, esos planos carecen de importancia y no se divisan como parte ya de la vida, especialmente en las generaciones más jóvenes.

Bajo esa forma de entender la existencia, nuestro cerebro se organiza con miras a funcionar para acechar experiencias emocionales y satisfacerlas en búsqueda de mayor bienestar; entendiendo en eso de satisfacción, un placer más inmediato y diverso, desincronizado de una razón de existencia e individualizado, en búsqueda de confort físico y psíquico de momento y momento.

Cada año que pasa, uno se imagina o al menos espera, que sea mejor que el que finaliza. La pandemia nos vino a trastornar tal cosa y a mostrarnos las grandes limitaciones inequidades e injusticias que rodean la vida del hombre en pleno siglo XXI.

Que evolucionamos como humanidad hacia un mejor bienestar y calidad de vida, nos lo demuestran las estadísticas de esperanza de vida que no cesa de crecer, al punto de poder decirse con mucho grado de certeza, que los nacidos en el año 2000 podrán vivir más o alrededor de los cien años. Lo paradójico y triste en ello es que, en pueblos y gentes como el nuestro, eso sólo será posible en menos del 50% de la población y algo peor aún, un porcentaje a un menor, quizás sólo un tercio, lo hará teniendo mejores condiciones de vida materiales y espirituales, ya que es evidente que mientras las clases acomodadas se pasan más del tiempo diario sin trabajar para sobrevivir, el individuo en la nacidos y más necesitados, eso llega a ser al revés y de igual forma las incitaciones de placer o su satisfacción, tienden a ser diferentes y con distintos grados y consecuencias de frustración al no satisfacerlas.

En fin, seguiremos sumergidos en una sociedad sin fines mínimos para todos y todos peleándonos los medios justa o injustamente y bajo un marco de legalidad arbitraria, con distintos fines, alejados de un verdadero sentido humano, en que el otro no viene a ser más que otra cosa; identidad pasajera, casi virtual, sin rostro ni alma. Alguien dijo que nos encaminamos hacia la barbarie moral en la cual la violencia es emperatriz: ya estamos en ella.

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