Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La divulgación en Estados Unidos de la abusiva llamada telefónica de Donald Trump al Secretario de Estado de Georgia, responsable del manejo de las elecciones en ese Estado norteamericano, me hizo pensar y recordar las llamadas que los presidentes de turno en Guatemala, desde Arana hasta Lucas, hacían a Darío Soto Montenegro o a alguno de quienes como él fueron responsables del Registro Electoral y eran la autoridad competente, para que subieran los votos a favor del candidato oficial y bajaran a puro tubo los del candidato de oposición. Y el tono de Trump es categórico: “No importa de dónde saquen los más de 11,000 votos que hacen falta para que yo gane el Estado. Lo que importa es que lo hagan porque si no lo hacen se exponen a serias consecuencias”.

La mesura del Secretario de Estado de Georgia y de la abogada republicana que le asesoró durante la larga llamada fue impresionante y sirvió para evidenciar más aún la personalidad arbitraria de Trump quien busca aún ahora, cuando ya el país eligió a Biden y el Colegio Electoral oficializó su victoria, quedarse como presidente a toda costa, promoviendo entre senadores republicanos la peregrina tesis de que pueden detenerlo aún si votan en contra del trámite oficial que el Senado tiene que dar al envío de la papelería que hace ese Colegio Electoral.

En Guatemala el primer fraude en gran escala ocurrió en 1974 cuando hasta se contó con la presencia de Tacho Somoza girando instrucciones a quienes, en la Torre de Guatel, hacían micos y pericos con los votos de todo el país para evitar el triunfo de Ríos Montt y asegurar que Kjell Eugenio Laugerud fuera designado Presidente de la República. Y se multiplicaban las llamadas al Director del Registro Electoral para irle indicando cuántos votos tenía que sumar y restar en cada distrito para conseguir el resultado que nada tenía que ver con lo que los ciudadanos expresaron en las urnas.

La historia se repitió dos veces más, cuando inflaron los votos de Lucas para hacerlo presidente y cuando éste infló los de Guevara, lo que derivó en el golpe de Estado que dirigieron oficiales jóvenes que llamaron a Ríos Montt para que gobernara.

Por supuesto que en la historia electoral de Guatemala, con los Carrera, Barrios, Estrada Cabrera y Ubico “reeligiéndose” a placer y antojo, esas feroces órdenes de los gobernantes no eran cosa del otro mundo ni un invento de nadie. Era parte de la tradición y costumbre.

Pero con todo y que sabemos que Estados Unidos no es el paradigma de democracia que ellos pregonan, porque allá también los financistas son los verdaderos amos de las elecciones, esa llamada de Trump pidiendo que le arreglen el resultado de una elección es una vergüenza intolerable porque está colocando al país no sólo a la par de otros como Rusia, en donde Putin hace lo que le da la gana para manosear elecciones, sino literalmente a la par de estas repúblicas bananeras que mostramos antecedentes tan poco edificantes al escarbar apenas un poquito en nuestra triste y vergonzosa historia.

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