Arlena Cifuentes
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Quienes tuvieron una mesa bien servida los pasados días celebrando la fiesta del nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, son quienes integran la clase media hacia arriba. Lamentablemente son también en su mayoría quienes desconocen la realidad en la que vivimos. Nuestra familia es muy bendecida, siempre la mesa está bien servida –hay más de lo necesario- ello no significa que blindemos nuestros ojos y corazones a las carencias y condiciones miserables en las que están sumidos los más pobres: duele no importando sus diferentes manifestaciones: físicas, emocionales; de indigencia y abandono.
Muchos hoy no tienen el abrigo mínimo que los proteja de la intemperie, otros producto de las recientes fenómenos naturales han perdido lo poco que tenían y que a la vez lo era todo para ellos una sencilla vivienda y un sembradío o una choza que se constituía en su haber y que hoy han pasado a formar parte de los relegados, de los abandonados de los condenados por el Estado que prácticamente ha perdido su razón de ser y se ha dedicado a satisfacer vorazmente sus intereses sin cautela alguna, de manera cínica y desvergonzada.
El 2020 ha sido un año fuera de lo usual que ha venido a complicar las condiciones de vida de los más pobres; así como a incrementar el número de sus integrantes. Los despidos masivos, pérdidas y cierre de negocios, familiares que no sobrevivieron al covid-19 o que por otras razones ya no están y que nos impidieron expresar desear una “feliz navidad”. Navidad es humanidad es un tiempo que nos trae la esperanza de una vida mejor y que conlleva el esfuerzo por ser mejores cada día. Que esperanza hay hoy para las mayorías inmersas en ese desolador horizonte. Es incongruente verbalizar la palabra “feliz” ¿quiénes son verdaderamente felices? La mendicidad en las calles es algo que golpea porque se nos presenta muy de cerca, cómo pasar indiferentes si ahí se manifiesta la miseria que vive hoy la humanidad de la cual todos somos parte.
¿Qué esperar del 2021? Yo diría que mucho de lo mismo con un incremento en la pobreza y en los robos desmedidos y negociaciones turbias de la clase gobernante y sus aliados. La pandemia nos golpeará fuertemente durante todo el mes de enero. El presidente irresponsablemente se lavó las manos y dejó al libre albedrío el actuar de cada uno frente al virus a sabiendas que el pueblo no obedece ni tampoco le importa la existencia de una enfermedad de la cual entiende y conoce muy poco; además de la falta de acceso al agua potable, a la adquisición de mascarillas adecuadas, de jabón y demás implementos mínimos para la debida protección. La ausencia de campañas informativas y formativas ha influido mucho en la actitud festiva e irresponsable adoptada por la población. Como manifesté anteriormente el Gobierno en aras de favorecer a la clase empresarial ha sido incapaz de buscar un punto medio que permita mantener las empresas y negocios abiertos y por otro tomar medidas pertinentes para el resguardo de la vida. Para quienes viven en extrema pobreza todo será igual son años de lo mismo en donde la esperanza no cabe.
¿Qué aprendimos del 2020? El mito de que todos cambiamos debido a la experiencia vivida no pasa de ser eso, un mito. Que somos más humanos: generosos, solidarios, obedientes no es cierto. Diría que somos peor que antes: más egoístas e indiferentes; egocéntricos. Mientras no tengamos conciencia social, mientras no conozcamos la realidad que nos circunda –lo cual está muy lejos- nada cambiará. Es justo reconocer lo privilegiado que somos. Tuvimos acceso a la educación superior porque nuestros cerebros no fueron limitados por la desnutrición, porque podemos expresar nuestros desacuerdos y porque tenemos un techo y una mesa bien servida, mucho porqué dar Gracias a Dios.

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