La junta editorial de The Wall Street Journal sugiere al presidente Donald Trump renunciar al cargo. Foto La Hora/AP

En las llamadas Repúblicas Bananeras es casi un denominador común el abuso de poder y el desprecio por el verdadero Estado de Derecho y esas características son las que sirven para encasillar a los países bajo esa denominación que viene de los años en los que, gracias a la corrupción, las empresas bananeras se convirtieron en el verdadero poder, llegando al punto de que podían quitar y poner gobiernos, como lo puede atestiguar en forma dramática Guatemala con los sucesos de 1954.

El término es despectivo pero ganado a pulso por la sucesión de autoridades ineficientes y corruptas que jamás piensan más que en sus propios intereses. Y precisamente por ello es que ahora podemos llamar con toda propiedad a Estados Unidos una República Bananera porque durante estos últimos cuatro años ha sido gobernada bajo ese patrón que nos ha distinguido por tantos años.

En los últimos días de su gestión, el presidente Donald Trump ha procedido como uno de los tiranuelos de estos lares, despreciando la ley y la institucionalidad que históricamente fue característica de los Estados Unidos. La negativa a aceptar un claro resultado electoral sería suficiente para que se le pudiera tildar de dictadorzuelo bananero y únicamente la responsabilidad de la Corte Suprema de Justicia impidió que el abusivo gobernante pudiera consolidar un manotazo a la constitucionalidad prolongando su mandato como pretendía al denunciar, sin pruebas, un supuesto fraude electoral que únicamente existió en su propia fantasía porque según él era imposible que alguien tan maravilloso como se siente, pudiera perder una elección.

Estados Unidos se caracteriza como un país democrático en la forma de elegir a sus autoridades pero el ataque a la institucionalidad realizado por Trump y sus huestes ha sido devastador para el sistema. Eso sin hablar del manejo pueblerino de la pandemia.

Pero si alguna prueba hacía falta para demostrar que, bajo Trump, se convirtieron en República Bananera, los perdones otorgados por el gobernante al final de su mandato lo confirman sin lugar a duda. Abusando de la facultad constitucional otorgó perdón a parientes delincuentes y a quienes lo protegieron o a quienes podrían incriminarlo a él en delitos graves. En una clarísima obstrucción de la justicia procedió a apañar a los que le fueron “leales” durante procesos en los que tuvieron que admitir su culpabilidad.

Reconstruir la institucionalidad dañada por Donald Trump será difícil porque además deja muy dividido al país y es multitud la que cree sus patrañas. Y si quieren seguir siendo adalid en el mundo, deberán trabajar mucho para reparar los daños.

Redacción La Hora

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