Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Más allá de lo biológico y la herencia, es un hecho establecido que no es la virilidad, la causa de tanto maltrato femenino. No es lo biológico, sino la maldad e hipocresía social lo que lleva al depredador de seres queridos y ajemos, a comportarse con ellos como animal no como gente y muchos de ellos, en su casa parecen padres, esposos y parientes cariñosos y trabajadores. Pero en medio de esa escena tan acogedora se establece un menos tolerable contrato social,  entre la esposa o compañera, la víctima y al agresor que afecta al resto, mostrando el agresor a la claras: la esclavitud del menor sobre el adulto, de la mujer por el hombre, del fuerte sobre el débil. Todo ello solo útil para satisfacer la bajeza una práctica que parece anacrónica pero que no lo es. El conflicto armado mostró con claridad, con sus cientos de casos al respecto. Ante las crisis y la pandemia actual esa situación se agudiza y aun no muestra toda la verdad al respecto aunque ya existen señalamientos al respecto en las redes sociales y medios de comunicación: desapariciones, muerte, prostitución infantil, pedofilia, violencia infantil, que señala una forma infame de desahogarse de un hombre totalmente deformado débil y poco valeroso. Una estructura social totalmente perturbada en cuanto a valores y de lo femenino y masculino.

Dentro de ese conducirse de muchos varones, lo más triste es la explicación popular ante la frecuencia de hechos que se dan “ese hombre es un enfermo” sin entrar en una comprensión real de esta tragedia. Esa tragedia nacional, no está señalando un problema una herencia o de locura, sino una degeneración psicológica intelectual y moral de una sociedad; de una sociedad socialmente tolerante y lo más sorprendente es el comentario de círculos de toda naturaleza, tratando de justificar ello: “ya no existe la mujer sumisa y fiel, ella ya es caprichosa, independiente, se ocupa menos del hogar y de los hijos y andan en busca de parranda”. Este tipo de argumento en una oficina pública, enmascara un secreto a voces: no existe en nuestro medio,  igualdad, equidad y derechos por igual entre los géneros, cosa indispensable para una democracia. Simplemente no hay.

No es suficiente vociferar contra el político para entender lo mal que estamos. Los problemas de la nación son de base también. La continua propagación de la violencia de género daña la vida de las mujeres en todo el país, tomando muchas formas, desde la sexual hasta la económica y psicológica, cruza todas las fronteras geográficas, culturales y de clase. Esta es una grave violación de los derechos humanos que amenaza la protección y seguridad de innumerables mujeres, hogares y la creación de un Estado de derecho, pues las consecuencias no terminan con la víctima, tienen un impacto duradero en las personas que la rodean, en su comunidad y en toda la sociedad en la que viven. Debemos entender que la violencia contra las mujeres es no solo una grave violación de derechos humanos, sino también una epidemia que destruye la vida de millones de mujeres y niñas y obstaculiza el progreso en el logro seguridad integral para todos.

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