Mariela Castañón

mcastanon@lahora.com.gt

Licenciada en Ciencias de la Comunicación, once años de ejercicio periodístico en la cobertura de niñez, juventud, violencias, género y policiales. Becaria de: Cosecha Roja, Red de Periodistas Judiciales de América Latina, Buenos Aires, Argentina (2017); Diplomado online El Periodista de la Era Digital como Agente y Líder de la Transformación Social, Tecnológico de Monterrey, México (2016); Programa para Periodistas Edward R. Murrow, Embajada de los Estados Unidos en Guatemala (2014). Premio Nacional de Periodismo (2017) por mejor cobertura diaria, Instituto de Previsión Social del Periodista (IPSP). Reconocimiento por la "cobertura humana en temas dramáticos", Asociación de Periodistas de Guatemala (2017). Primer lugar en el concurso Periodístico “Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes”, otorgado por la Asociación Pasmo, Proyecto USAID (2013).

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Mariela Castañón
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El cuerpo inerte estaba en el suelo. Era otra joven asesinada y con señales de tortura. El cadáver fue encontrado en la colonia El Tesoro, zona 2 de Mixco, el 7 de noviembre de 2013.

“Para que ya no anden robando al sector 11 de la Mara 18”, se leía en una nota que escribieron los asesinos y abandonaron cerca del cuerpo.

El mensaje era claro. Los sicarios querían vincular a la joven con las pandillas y justificar la muerte violenta, sin embargo, lo interesante del mensaje era la legibilidad y la supuesta autoría: la “Mara 18”, cuando quienes hemos entrevistado a esos jóvenes que se autodenominan “Bario 18” sabemos que nunca se identificarán como “Mara 18”, de hecho, muchos no toleran la palabra “Mara” porque corresponde al otro grupo antagónico.

Esa era la primera pista que seguir del hallazgo de la mujer xx. Sin duda, era importante detenerse, analizar y transmitir la información cuidadosamente, más allá de una nota que trataba de justificar la violencia y el asesinato.

Conocer la identidad de la joven llevó algunos días, pero después de varias conversaciones con investigadores de la Policía, trabajadores de funerarias, cuerpos de socorro y vecinos, la historia de la joven xx fue tomando forma y finalmente llegué a lo que necesitaba saber, su nombre.

Tras conocer quién era y gracias a la colaboración de muchas personas, encontré a la familia de la mujer que no era ningún cuerpo xx, sino Ismelda Aguilón, de 20 años.

Según familiares de Ismelda, en julio de ese año recibió amenazas de su exconviviente, quien le advirtió que le quitaría a su hijo, pues ella había iniciado un noviazgo con otro joven.
De acuerdo con los relatos, la relación de Ismelda con el padre de su hijo, inició cuando ella tenía 11 años y él 23. A pesar de la gran diferencia de edad y el delito que significaba, el hombre la convirtió en su conviviente y la sustrajo de su entorno familiar.

“El muchacho nunca me quiso dar la cara. Hasta cuando ella tenía 14 años me vino a buscar. Mi hija venía toda golpeada y delgada. El hombre no la dejaba salir, la trataba mal y le pegaba. A los 16 años se volvió a ir, el hombre me vino a amenazar y me dijo que me iba a matar a mí y a mi familia si yo no le entregaba a mi patoja”, me explicó la mamá de Ismelda.

El tiempo transcurrió e Ismelda logró separarse del padre de su hijo, sin embargo, constantemente lamentaba el tiempo que vivió con él y el hostigamiento al cual seguía sometida, según lo expresó su madre.

La joven desapareció días antes de su muerte. Una de las versiones indica que fue vista por última vez con otra adolescente de 15 años, quien también fue encontrada muerta el 7 de noviembre.

En los archivos de la Policía Nacional Civil (PNC), no se encontraron antecedentes policiales de Ismelda ni vínculos con las pandillas, según una fuente confiable de la Policía que consulté en aquella ocasión.

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