Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Hace 76 años, pocos días después de regresar del exilio de 14 años, Clemente Marroquín Rojas volvió a publicar La Hora al principiar el mes de noviembre de 1944, cuando Guatemala vivía un momento de ilusión y esperanza luego del largo y oscuro período de la dictadura. Y desde entonces La Hora ha sido reportero de primera línea de los acontecimientos nacionales y da tristeza decirlo pero de aquella época esperanzadora, cuando se produjeron importantes y positivos cambios en el país, hace mucho tiempo que lo que nos ha tocado presenciar y criticar es el descalabro producto de la perversión de políticos que no tienen otra meta en su vida que robar el dinero que tendría que servir para promover oportunidades entre nuestra empobrecida población.

Ya he dicho que la corrupción en gran escala empezó en el gobierno de Ydígoras Fuentes con negocios como el de la Gran Flota Mercante Centroamericana, Flomerca, el de las corcholatas, el Parque de la Industria y aquellos acuerdos con la CIA para arrendar la finca de un amigo para entrenar a los cubanos anticastristas de Bahía de Cochinos. Desde entonces todo ha sido ir de mal en peor, salvo el período de Peralta Azurdia cuando impuso la Operación Honestidad enturbiada por la violencia y represión.

Y con cada nuevo gobierno uno piensa que no puede venir algo peor de lo que tuvimos, pensando que ya tocamos fondo. Tristemente parece que la corrupción y el saqueo son un barril sin fondo que cada vez produce más y salpica a muchos. En aquellos años de mediados del siglo pasado había dos factores que eran importantes. Por un lado la existencia de políticos decentes y por el otro una sociedad que todavía valoraba como algo importante la honestidad y esa decencia. Los ladrones no faltaban, desde luego, pero no eran bien vistos por la sociedad que los estigmatizaba, cosa que fue dejando de ocurrir cuando el dinero mal habido empezó a abrir las mismas puertas que abría el dinero ganado con sudor de la frente en negocios honestos. Hoy en día ese dinero mal habido abre más puertas y las abre más rápido y la sociedad trata a los ladrones mejor que si fueran eficientes y esforzados hombres de negocios.

Es indudablemente cierto que la corrupción sigue creciendo y el país se sigue hundiendo, pero no podemos culpar sólo a los políticos ni a sus empresarios que los financian para que lleguen al poder para participar del reparto del pastel. Tiene mucho que ver también en todo esto la actitud de los ciudadanos que nos hacemos de la vista gorda aún sabiendo que el gobierno que tenemos hoy es peor que el de Jimmy, quien a su vez fue peor que Pérez Molina y éste que Colom, retahíla con la que podría seguir hasta llegar a Vinicio.

La ausencia de ciudadanía alienta la presencia de ladrones que se hacen llamar políticos y de empresarios que los apoyan y alientan para que les cuiden sus privilegios sin que la pobreza y necesidad de la gente sea siquiera tema de agenda.

Esa picada es la que hemos atestiguado y cuestionado desde La Hora década tras década. Y cada día estamos peor.

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