Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raul Molina

El “Manifiesto por una Nueva Normalidad” es un documento histórico al que muchas organizaciones y personas de diversas partes del mundo nos hemos sumado. Confío en que la Humanidad lo adopte, para poder garantizarse supervivencia y desarrollo. Al superar la pandemia, lejos de volver a las lacras del pasado debemos construir una nueva normalidad, que no sea dictada por las elites poderosas. En Guatemala, se llama “una nueva normalidad” a la reapertura económica, en plena crisis del COVID-19, irresponsablemente decretada por CACIF y Giammattei. Eso es prostitución del término, por lo que, junto a otras personas, he planteado agregar un adjetivo que la distinga. El Papa, con su Encíclica sobre la Fraternidad y la Amistad Social, nos ha dado ese adjetivo, al proclamar la búsqueda del “Mundo justo”. Debemos establecer la “Nueva Normalidad con Justicia”, en todas sus dimensiones.

La Encíclica es documento de estudio obligado, por su contenido transformador. Anhelo que sea guía para el comportamiento futuro de católicos, cristianos y de otras creencias, incluida la no creencia. La Fraternidad fue uno de los tres postulados de la Revolución Francesa de 1789, junto a la libertad y la igualdad; pero nunca se aplicó. Se ha luchado por la libertad, habiéndose abolido la esclavitud y luchado contra la servidumbre y el colonialismo. Se ha impuesto la “libertad del capitalismo”, sin embargo, sobre la “libertad de la miseria y del temor”, que rompa todas las cadenas que atan al ser humano. También se ha luchado por la igualdad, particularmente en las Naciones Unidas, aunque todavía existe discriminación de todo tipo, acentuada por ideas fascistas de supremacía étnica y prejuicios con relación a los derechos de las mujeres o las orientaciones de género y sexual; no digamos la profunda discriminación de elites poderosas contra poblaciones empobrecidas y privadas de sus recursos, como los pueblos indígenas, y más recientemente, las y los migrantes. Las luchas han de continuar, cada vez con mayor fuerza, porque la falta de libertad y de igualdad ha generado un mundo egoísta, en el cual se cumple que “el hombre es el lobo del hombre”.

El llamamiento a la fraternidad es tema central del Papa, quien resalta de San Francisco: “Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él»…[que] expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”. Desarrolla los conceptos de fraternidad y amistad social y los traslada a la política: “Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común… El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos”. Este mundo nuevo, a ser formado ya, ha de ser “la Nueva Normalidad con Justicia”.

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