Arlena Cifuentes
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Hace unos días el Ministerio de Economía presentó un plan para la “reactivación”, término con el cual no estoy de acuerdo- económica. Desde mi punto de vista lo que debió haberse realizado fue la “activación” de la misma ya que se reactiva algo que se considera que hemos comprobado que funciona bien, acorde a una realidad determinada y a los objetivos que se quieren alcanzar quienes en este caso deberían constituirse en el pueblo, los habitantes de este país lo cual sabemos nunca ha sido así. A mi entender, lo que se persigue con la “reactivación” es volver a lo mismo, al acomodamiento y consecución de los grandes intereses interrumpida el 13 de marzo. Hablar de reactivar no corresponde al contexto actual, hoy hay mayor desempleo por citar un ejemplo. Intentar seguir con la improvisación que se traía antes de la crisis desatada por el covid-19 es irresponsable. Es imprescindible planificar acorde con la nueva realidad partiendo de los daños y el lastre que han dejado estos meses como consecuencia de las medidas adoptadas, cualquier iniciativa económica debe ser incluyente. Hay que reinventar para poder generar empleo y buscarle una salida a los varios millones de guatemaltecos que sobreviven de la economía informal partiendo de las condiciones en las que ahora vivimos. De la nueva “anormalidad”.

El objetivo de la “reactivación” se está cumpliendo; lamentablemente de manera improvisada perdiéndose una oportunidad de oro si se hubiesen tomado en cuenta los factores que permitieran elevar el nivel de vida de los menos favorecidos, es decir una “activación económica integral”.

Hace varias semanas se inició la reapertura de los centros comerciales, de negocios, restaurantes; también, se retomó el área de la construcción inyectándole más dinamismo, se puso en marcha la circulación del Transmetro y algunas líneas del transporte urbano. Todo lo anterior tendrá como consecuencia el incremento en los contagios del COVID 19, pero tal y como nos dio a entender el presidente: “sálvese quien pueda”. Resulta doloroso escuchar de boca de las “autoridades” que es responsabilidad de la gente no sobrecargar los buses y mantener el distanciamiento entre unos y otros, lo dicen tan fríamente, haciendo gala de toda su insensibilidad y altivez con lo cual demuestran lo lejos que están de conocer –ya no digamos sentir- las ingentes necesidades del ciudadano de a pie y a lo que se enfrenta diariamente sin darse cuenta que son ellos los que tienen la harta obligación de responder a ellas, como lo constituye la ampliación de más unidades del transporte urbano y extraurbano y una mejora en las condiciones de los mismos.

No me cansaré de repetirlo, palpar la indiferencia del pueblo que ante tan diversas situaciones desde la pobreza en la que hoy en día viven nuestros connacionales, la crisis institucional que pone en grave riesgo el rompimiento del orden constitucional con las alianzas entre el Congreso y la Corte Suprema queriendo tomar las riendas del sistema de justicia el pueblo no reaccione.

En el caso del coronavirus hemos superado los 90,000 infectados según fuentes oficiales, porque hasta ahora ha sido tan mediocre la actuación de la cartera de salud que ha hecho creer a todos a nivel nacional e internacional que la información que trasladan es veraz y que por arte de magia la gran mayoría de contagiados se han recuperado. Por supuesto, a nadie le importa. Es inconcebible el relajamiento alcanzado y efectivamente puede observarse una buena afluencia de personas en restaurantes, supermercados y otros negocios, calles y avenidas muchos sin mascarilla; Es decir, la población está relajada. Hablar de un repunte de la enfermedad no vale la pena debido a que no se cuenta con información fidedigna. ¿Nos quedamos en la primera ola? porque no supimos cuando terminó o seguimos en ella.

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