Arlena Cifuentes
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¿En manos de quién estamos? ¿Hacia dónde vamos? Preguntas vitales para redirigir el barco –Si es que aún se puede- Diría que estamos en manos de una clase gobernante inmersa en hacer prevalecer sus propios intereses y los de aquellos a quienes rinden pleitesía, incapaz de gobernar y sin la voluntad política para enfrentar la actual crisis utilizando para ello la cooptación de los que un día fueron –ilusamente tal vez- los tres poderes del Estado. Altas tasas de desempleo que incrementan la pobreza día a día, promesas no cumplidas, desprecio a la vida es parte de lo que hemos vivido a diario. En el contexto actual es necesario hacer un alto y plantear si lo que se quiere es retomar el timón –o mejor dicho tomarlo por primera vez- o de lo contrario nos hundimos. La decisión es del pueblo.

El coronavirus ha sido y continuará siendo un buen distractor que aumenta convenientemente la ceguera de la población muy bien aprovechada por los intereses oscuros y los negocios fraudulentos de las mafias incrustadas a nivel institucional. Si bien el pueblo guatemalteco nunca ha estado interesado en la cosa pública ignorando su importancia y lo que su inexistente participación provoca al limitar la construcción de una ciudadanía que nos permita entonces hablar de un verdadero estado democrático que incida en su propio bienestar dado que lo que un gobierno de turno haga bien o haga mal repercutirá en su estado de bienestar. Lamentablemente este es un proceso que se inicia en casa o en quienes no toleramos la injusticia, por lo que en este sentido no podemos esperar que de la noche a la mañana surja en el pueblo una comprensión y un interés genuino por los graves problemas que nos aquejan.

Es necesario unificar criterios sobre la problemática que nos agobia, definirla y trabajar conjuntamente en esa dirección debido a que en la actualidad ya sea en lo individual o en grupos –que se manifiestan con transparencia y principios, casi inexistentes- nos debilitamos al plantear cada quien su razón de ser y que bien podría estar estrechamente vinculada a la de otros.

Son comprensibles las razones históricas del porqué somos un pueblo desanimado, apático, temeroso que ha aprendido a encausar sus limitaciones económicas y de conocimiento por la vía de la violencia, el abuso y la ley del más fuerte producto de la desigualdad social. Sin embargo hay un porcentaje de la sociedad que ha sido más favorecida que tiene todas sus necesidades satisfechas es quien debería de elevar la voz pero oh! desazón no se manifiestan, seguir justificándolos no es válido.

Es imprescindible que la sociedad evolucione lo que lamentablemente no sucede y no sucederá por una sencilla razón, el crecimiento poblacional arrincona cada vez más a las grandes mayorías hacia la pobreza no les permite el acceso al conocimiento pues el objetivo fundamental, aún no visible para muchos, es mantenernos en la ceguera y asegurar que la riqueza y el desarrollo cognitivo no sean una opción para todos debido a que la brecha entre ricos y pobres se profundiza cada día más y por ende somos más manipulables.

Estamos atrapados. La deuda externa nos tiene de rodillas nos aprisiona el endeudamiento del país al que han recurrido siempre los últimos gobiernos corruptos es impagable y a lo que responden bondadosa y afirmativamente estos entes internacionales sin la más mínima ética ni conciencia con el fin de mantenernos condicionados y sumisos. Mientras algunos –cada quien por su lado- nos ocupamos en las dolencias puntuales de nuestro país mientras la clase gobernante y sus aliados hacen de las suyas.

Hasta dónde tendremos que llegar para que el pueblo se manifieste, lo que hoy sucede aún no es suficiente y quienes lo hacemos somos una voz perdida en el desierto.

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