José Roberto Alejos Cámbara

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José Roberto Alejos Cámbara

Antes del 23 de marzo de 1982, los oficiales jóvenes, con rango de capitanes, Arturo Sánchez, Muñoz Piloña, Enríquez y probablemente otros como el mayor Argueta se fueron sumando y tocando las puertas de algunos comandantes como Cuyún en Mariscal Zavala y Ovidio Morales en la Escuela Politécnica quienes se negaron a participar. Inclusive el propio Benedicto Lucas, hermano del presidente Romeo Lucas, y Jefe del Estado Mayor fue invitado para que se animara para tomar el mando. Algunos sostienen que los oficiales jóvenes se cansaron de los abusos de coroneles y generales. Otros aseguran, como sucede actualmente, que hubo influencia de la Comunidad Internacional. Leonel Sisniega Otero, a viva voz, hablaba de fraude electoral y pregonaba que el general Aníbal Guevara no debía tomar posesión. Finalmente encuentran el apoyo en la Fuerza Aérea Guatemalteca, en la Guardia de Honor, dirigida por el comandante Maldonado Schaad y en el Cuartel General (Matamoros) en donde comandaba el coronel Francisco Gordillo.

El general Efraín Ríos Montt, retirado, director de un colegio Cristiano Evangélico y con respaldo popular por su participación política anterior, fue visto como el personaje ideal para dirigir el Triunvirato con el respaldo de Maldonado Schaad y Francisco Gordillo. Sin pensarlo, se inició la ruta para que el país retomara el casi inexistente sistema democrático y que, a través de un proceso del que hemos hablado con anterioridad, una Constituyente, llevara a Guatemala a unas elecciones libres multipartidarias y con libertad ideológica. Estará en la mente de muchos aquel 23 de marzo de 1983 cuando en la Plaza Mayor, ahora Plaza de la Constitución, un teniente, Mauricio López Bonilla (procesado por corrupción) pronunció un patriótico discurso en el primer aniversario del golpe, mientras se izaba el Pabellón Nacional.

Podré fallar en algunos nombres y rangos y probablemente en otros detalles por no haber sido parte del movimiento ni conocer mucho del Ejército, lo importante es que se suscitaron acontecimientos que construyeron el camino.
El General Ríos Montt nombró como Ministros de Estado a varios de sus acompañantes; y un 8 de agosto, año y medio después, el Ejército dispone relevarlo en el mando y pone al frente al General Mejía Víctores, sin que el proceso se interrumpiera. Lo valioso es que cuando nos invitan a participar, siempre estuvo presente que esa Constitución Política tenía que ser la última y que jamás se volvería a pasar por un Golpe de Estado. La Constitución es suficientemente amplia para todo aquel que abuse de su cargo, sea sustituido y hasta encarcelado sin romper el orden institucional.

El autogolpe de Jorge Serrano Elías (1993) fue una prueba. Intentar darle golpe de Estado al Presidente Álvaro Colom (2009) a través del caso Rosemberg; y la renuncia y sustitución de Otto Pérez y Roxana Baldetti (2015) quienes aún enfrentan procesos por corrupción, también son ejemplo.

Sin embargo, durante todo el gobierno del expresidente Jimmy Morales se habló de golpe de Estado; y durante la gestión de Alejandro Giammattei que apenas lleva 8 meses se habla también de golpe de Estado. Para defenderse de estos temas, los gobiernos de turno han ido, paulatinamente, debilitando las instituciones, cuando el camino correcto es todo lo contrario, y es por eso que se requiere de una gran alianza para fortalecer la institucionalidad del Estado, porque solo un Estado fuerte, sin corrupción y libre de manipulaciones, permitirá la Guatemala que el pueblo merece.

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