Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos

La esperanza es ineludible para sobrevivir y cualquiera que tenga sangre en las venas tiene esperanza porque preferimos confiar en lograr bienestar para los que amamos, sin embargo, no podemos a esta altura del nuevo siglo y el desarrollo de la economía y la política, dejar de ver la crisis civilizatoria que nos está tocando protagonizar y sentirnos escépticos sobre el presente que nos toca vivir.

La democracia ha pasado a ser un concepto “lindo” pero falso, Guatemala vive momentos tan antidemocráticos como cualquiera en su historia antidemocrática; la clase política al servicio del mercado y el capital y no de la democracia (es decir del pueblo…) Un sector privado a favor del control de la población y los mercados y no de la democracia. Unas cortes y magistrados a favor de sí mismos y no de la ley y la democracia. La democracia, por más que la describa cualquiera, no refleja hoy y ahora, el ideal que históricamente ha pretendido.

La democracia no es solo un vulgar procedimiento o un símbolo de “modernidad” que no admite debate respecto a otra posibilidad de relacionamiento político, social y económico. Así las cosas, en democracia, somos esclavos de máximas como la que reza “la democracia no es perfecta, pero es el mejor modelo que tenemos”. Esto es tanto como aceptar que “…los políticos compiten para ganar y no para hacer política”.

Si lo nuestro es la democracia hagamos democracia, si lo nuestro es lo político hagamos política. Lo que no podemos es “dejar hacer, dejar pasar” y no ser ni democráticos ni nada.

Cuántas “Líneas”, “Covides”, crímenes de odio, propuestas de representantes del conservadurismo y la incivilización, cuánta avaricia de los que no son ni pobres ni dueños de los medios de producción, sino que vulgares mercaderes, cuántas muertes por hambre, cuánta intolerancia, cinismo, mentira y engaño tendremos que soportar antes de decidir qué es lo que en realidad queremos.

Hoy, en pleno siglo veintiuno, no participamos en las decisiones sobre nuestro bienestar. El Estado está cooptado por el mercado y la delincuencia y a fuerza de miedo nos hacen aceptar su impunidad.

Ya no se trata entonces de Este u Oeste, sino de repensar la humanidad, de dejar los cómodos moldes y mirar hacia atrás y sobre todo (como le encanta a los de las ideas dominantes y dueños de la economía) hacia adelante; pero este bodrio de democracia no funciona ni en un país pequeño y pobre como Guatemala o grande y rico como cualquier país capitalista.

Cualquiera podrá pensar a estas alturas que entonces lo que se promueve es la dictadura, y no, no es lo que se pretende, porque dictadura y no democracia, es lo que precisamente vivimos y no somos capaces de reconocer o combatir.

Bien entonces, no hay que dejar de tener esperanza; solo no seamos ciegos ante la crisis de la humanidad y sus ideas y contratos, y que el ideal de cambiar el mundo sea el que nos guie y no el del escepticismo.

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