Arlena Cifuentes
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A lo largo de estos meses, sumidos en la crisis que ha generado el coronavirus la responsabilidad sanitaria siempre ha recaído en el pueblo, no obstante y ser competencia del Estado, por lo que el exabrupto presidencial hecho público hace unos días de “dejarlo abandonado a su suerte siendo su problema si se infecta o no”, no es nada nuevo. De lo manifestado se sobreentiende que el tema le ha quitado mucho tiempo dejando entrever una vez más su desprecio hacia la población. Es recurrente observar su falta de dominio propio; así como sus explosivas manifestaciones de irritabilidad. Un carácter autoritario que nos muestra a un personaje predominantemente ególatra lo que nos debe hacer pensar que sus allegados tienen que ser sumisos y serviles para poder permanecer a su lado. Tiene serios problemas de personalidad que le impiden no estar apto para el cargo sobre todo en un momento como el actual ya que -al manifestar que necesita dedicarse a gobernar se deduce que hasta ahora no lo ha hecho entendiéndose que la salud pública, en este caso el coronavirus, no es su prioridad y por ende no lo considera parte del mandato constitucional lo cual explica la escasa atención prestada.

Nunca a lo largo de estos meses ha demostrado con hechos un genuino interés y preocupación por la salud de las personas enfermas. Todo ha sido un “bla-bla-bla”, que se constituyó en un inicio en aparecer en los medios como el adalid dando tropezones por doquier, lo cual no fue por falta de recursos ya que le fueron asignados millones de quetzales que a la fecha no han sido ejecutados o quien sabe que camino tomaron. La diferencia es que ahora lo hace público, lo verbaliza para que aquellos que aún no quieren entender lo hagan, el presidente ha sido claro y no perderá su tiempo ocupándose de algo por lo que nunca estuvo verdaderamente interesado. El lavado de manos no nos sorprende, su indiferencia es más que evidente ni él mismo podría creerse que hizo algo efectivo en aras de proteger al pueblo. Ofrecimientos como la construcción de hospitales -de cartón- como el del Parque de la Industria, camas y equipo que nunca se hicieron realidad nos lo ha quedado a deber. Hizo de oídos sordos al clamor de los médicos pidiendo insumos para su protección ofrendando sus vidas para salvar otras; así como, a la solicitud de mejoras en las condiciones para atender a los pacientes hacinados y sin el equipo indispensable. Le quedó grande el cargo, su mayor enemigo es su falso ego ya que con un poco de esfuerzo bien pudo pasar a la historia como uno de los presidentes más admirados y recordados si tan solo hubiese sido capaz de enfrentar la crisis con cordura, sin protagonismos; con honestidad y verdad, no con engaños ni mentiras; con valor y coraje –sin miedos- imponiéndose sobre todas las ataduras y compromisos. Denunciando todo lo que pudiera impedirle cumplir con su responsabilidad.

En su afán protagónico y de complacencia hacia varios sectores y con el fin de beneficiarse, de manera descarada, se ha ido aumentado el número de recuperados y disminuyendo el número de infectados ya que según el tablero hoy en día Guatemala ha logrado la recuperación de la inmensa mayoría de enfermos como un gran ejemplo para el mundo. Ni hablar del sub-registro de fallecidos que no tienen espacio en el tablero.

Continuar justificando el mal manejo que el actual gobierno ha hecho de la pandemia sobre la base del “abandono y el rezago del sistema de salud” considero que no es válido en la coyuntura actual en donde ha quedado suficientemente demostrado y de manera grotesca que no ha existido un mínimo de voluntad política para hacerlo. Vienen días aciagos.

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