Gustavo Marroquín Pivaral

Licenciado en Relaciones Internacionales. Apasionado por la historia, el conocimiento, la educación y los libros. Profesor con experiencia escolar y universitaria interesado en formar mejores personas que luchen por un mundo más inclusivo y que defiendan la felicidad como un principio.

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Gustavo Marroquín Pivaral

Al momento que escribo estas palabras, no sé si llorar, reír, enojarme o indignarme. No sabía si escribir sobre la acusación en contra Acisclo Valladares Urruela, sobre la muerte de Roberto Barreda, sobre el presidente del Congreso que fue internado en el Hospital Militar (sin ser militar), sobre el payaso Morales gozando de inmunidad en el Parlacén o sobre Giammattei lavándose las manos al estilo Poncio Pilato mientras el país colapsa bajo su nefasto mandato. Decidí empezar mi análisis con uno de los presidentes más nefastos que nuestro país ha tenido en la Era Democrática.

Guatemala se consolidó como un circo de poca monta en 2016, con la elección de Jimmy Morales como presidente. La sociedad estaba tan asqueada de la clase política tradicional, que se volcó en apoyar a un mediocre comediante con cero experiencia política, con tal de que Sandra Torres no llegara al poder. La eterna dinámica de votar más en contra del candidato X que a favor del candidato Y. Era como elegir entre un cáncer o un SIDA (que el lector decida qué candidato es cada enfermedad) y nos llevó a cuatro años donde fuimos el hazmerreír de la comunidad internacional. Guatemala, sin duda alguna, retrocedió décadas en los cuatro años de gobierno del que llegó al poder bajo el lema “Ni corrupto ni ladrón.”

¿Cómo está ligado el nefasto gobierno del payaso Morales con el actual gobierno? Aquí va una opinión impopular del autor de esta columna: la ilegal expulsión de la CICIG envalentonó a las ratas de la corrupción, que huían del barco al ver que eran llevados a juicio y encarcelados por sus descarados robos en el Estado, a regresar a las andadas con un hambre voraz. La única vez que he visto que la putrefacta clase política sintió miedo por sus descarados actos de corrupción fue con Iván Velásquez al mando de la CICIG. Los famosos “jueves de CICIG” eran el auténtico terror de todos aquellos que han desfalcado al Estado por generaciones. Era tan grande el miedo que había con esta comisión internacional, que causó efectos paradójicos en todo el país: unió a los que no tenía que haber unido, es decir, a los corruptos que querían expulsar a la comisión a cualquier costo. Y dividió a los que tenían que haberse unido, es decir, a la sociedad civil que se tragó la trampa del discurso de la soberanía nacional.

¿Qué tan efectivo fue su plan? Hasta la fecha, muchos siguen creyendo que la soberanía nacional en verdad estaba siendo amenazada. Irónico es que olvidan que la CICIG no fue una imposición de la ONU, sino el Estado mismo la solicitó. ¿Guatemala es libre y soberana? En papel sí, pero cualquiera que sepa un mínimo de historia y tenga dos dedos de frente sabrá que estos dos bellos conceptos han sido y son una quimera. Pocas veces hemos sido libres como país y jamás hemos sido soberanos. En materia internacional (e incluso materia local) se hace lo que Washington dispone. Tan “preocupados” e “indignados” estaban los políticos por defender la sagrada soberanía de Guatemala, que a los pocos meses de haber logrado su cometido de expulsar a la comisión internacional, Jimmy Morales junto a sus secuaces, viajaron a Estados Unidos. ¿Con qué motivo? Con tal de estar en buenos términos con el “patrón del norte” y ganar inmunidad, fueron a vender la soberanía nacional (una vez más) al presidente Trump con el acuerdo del Tercer País Seguro. El mensaje fue claro: si nosotros ganamos inmunidad, nos importa un carajo que el país se hunda.

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