Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Aquel hombre murió de ceto-acidosis diabética en su casa, deshidratado, vomitando y teniendo dificultad para respirar. La defunción oficial dice que de paro cardíaco como tantos diagnósticos sacados de bajo de la manga. Pero lo más correcto de decir como causa justa, es que murió por los altos costos de atención médica y su imposibilidad de pagar la cuenta y acceder a un hospital público. La esposa del joven, mujer de 20 años, recién ha hospitalizado a su hijo de dos años por desnutrición y de enterrar a su bebe por infección. El día de hoy se mudó a la casa de sus padres sin un quinto.

Historias parecidas a ese caso, aunque no tan severas, se están dando en muchos hogares y aunque extrema en su resultado, no lo es en sus contornos. Es más que seguro –carecemos de datos en este momento- que más de la mitad de los pacientes crónicos, cancerosos o con enfermedades degenerativas, no están acudiendo al médico ni a su atención y casi todos se enfrentan a costos más altos para el control de sus problemas médicos y los nuevos casos están postergando a etapas posteriores su enfermedad y no están tomando los medicamentos que les corresponde. Finalmente, los muy enfermos usan menos cuidado cuando aumentan sus costos de bolsillo, agravando su situación en espera de la finalización de la pandemia.

Cuál es el resultado de todo ello: un aumento a corto plazo de demanda de atención de estas enfermedades para el sistema de atención médica; aumento de la inversión para atenderlas por la gravedad de los casos existentes y por venir; y subyacente a esos problemas, más alto costo de la atención médica y una falta de garantía al acceso adecuado a la misma.

Ante ese panorama y como resultado del mismo, que no nos extrañe que en nuestra historia epidemiológica, la morbimortalidad debida a estas enfermedades haya aumentado y por supuesto eso acompañado por la codicia sin restricciones de los comerciantes de la medicina especialmente de los medicamentos y la corrupción pública en el manejo de la salud, sin que se haya movido un dedo ni de parte del sistema de salud o el legislativo para regular en estos momentos de crisis, el precio de la atención médica y de recursos, insumos y medicamentos. El sistema de salud, de la mano de las compañías farmacéuticas, ponen las ganancias por encima del impacto social de la pandemia y de la situación de los pacientes, y los funcionarios en los altos puestos ejecutivos, reciben millones en las transacciones y privilegios otorgados, sin importarles cobertura, eficiencia y honradez. Todo ello viene a ser la mejor receta para una muerte prematura si no es por el COVID-19 por enfermedades crónicas mal atendidas y una mayor incapacidad para muchos. La atención médica se está convirtiendo en simples ganancias rapaces en medicamentos y transacciones ilícitas de recursos y personal, sin que la sociedad o las sociedades profesionales hagan algo por mejorar y trasparentar la administración pública de la salud, el control de la avaricia y una mejor utilización de los recursos existentes. Usted si no es de los elegidos, preparase a menos duración y calidad de vida.

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