Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Hace un par de días leí, en BBC Mundo, un artículo que me pareció muy interesante por cuanto que trata un tema que, aunque comprensible en alguna medida, pareciera estarse pasando por alto en todo el mundo (o por lo menos en gran parte), sobre todo en los países que pueden en un momento dado hacer una diferencia en función de contrarrestar los efectos sanitarios de la actual pandemia de COVID-19: el mundo está tratando los síntomas y no las causas. El artículo hace referencia a un informe presentado recientemente a la Organización de Naciones Unidas, titulado: «Previniendo la próxima pandemia: las zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión», cuya autora principal es la profesora Delia Grace. (El artículo está firmado por Alejandra Martins y puede leerse en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-53435056). Como puede intuirse, tanto el artículo como el informe citado hacen referencia a aquellos países que tienen la capacidad, la voluntad y los recursos mediante los cuales se pueda desarrollar la vacuna que la humanidad espera con ansias, además de los estudios necesarios y fundamentales para evitar que vuelva a ocurrir algo similar en corto plazo. Improvisar y tomar medidas absurdas, arbitrarias y cortoplacistas es sencillamente inaceptable, sobre todo cuando se trata de valiosas vidas humanas como en este caso. En términos sanitarios, ha quedado evidenciado que nadie está preparado para algo como lo que le ha caído al mundo encima, eso está más que claro. No obstante, la improvisación y las medidas que responden a intereses aviesos y personalistas, más allá de las teorías conspirativas y en ocasiones hasta irrisorias, ya le están costando caro a muchos países que sin duda tardarán lo suyo en recuperarse. En lo relativo a lo puramente económico, el hecho de reabrir las economías y dar paso a eso que ha dado en llamarse la “nueva normalidad” no significa necesariamente que éstas (las economías) se verán recuperadas de la noche a la mañana como por arte de magia, eso tomará su tiempo, particularmente en países como Guatemala en donde los índices de desarrollo y desigualdad han sido bastante preocupantes las más de las veces. Si algo ha venido a desnudar con estrépito la actual pandemia que afecta al mundo es justamente eso: la innegable existencia de profundas desigualdades sociales y el insulso anacronismo de muchas políticas públicas que no responden a la realidad de la población. La salud pública es el mejor ejemplo de ello. Los seres humanos estamos aprendiendo a acostumbrarnos, sin duda, a una nueva forma de vida, a nuevos patrones de conducta, y en algunos casos en ciertas áreas del mundo, quizá a nuevas formas de asumir el propio comportamiento humano en cuanto al consumo de alimentos… En fin. Atacar los síntomas y efectos de una enfermedad es de suma importancia, por supuesto, pero atacar las causas, el origen de las enfermedades que afectan a los seres humanos, como la que hoy día nos ocupa, eso es sencillamente imperante y necesario.

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