Las actuales autoridades de Salud Pública tienen que esmerarse en hacer bien las cosas y en demostrar su transparencia. Foto La Hora/Ministerio de Salud

La pandemia mundial ha cambiado prácticamente todo el ritmo de vida y la actividad personal y económica, pero no podemos suponer que por ello cambiaron prácticas muy arraigadas en nuestro medio como el manejo corrupto de los recursos del Estado que se asignan para funciones esenciales entre las cuales está la salud. Y debemos entender que aunque se hizo un importante cambio del equipo, eso no es garantía de nada porque aunque los recién nombrados sean honestos y no hayan sido designados, como Monroy, por su pasado como médicos de laboratorios fabricantes de medicinas, debemos saber que toda la estructura administrativa sigue intacta y que es allí donde se cocinan las cosas.

Y como la Contraloría General de Cuentas de la Nación es un simple adorno en el sistema y el Ministerio Público fue puesto por Morales bajo el control de poderosos sectores que alientan la corrupción, obviamente no hay vigilancia ni investigación respecto a la forma en que se hacen las adquisiciones o se realizan contratos. No por gusto el ex ministro fue designado para hacerse cargo de la construcción de una nueva red de hospitales, pese a su incapacidad manifiesta, porque obviamente es parte de arreglos que vienen de tiempo atrás.

Las actuales autoridades de Salud Pública tienen que esmerarse en hacer bien las cosas y en demostrar su transparencia. No es cuestión únicamente de decirlo ni de creer que porque ellos no están recibiendo dinero se acabó por completo la transa en un ministerio que ha sido arrastrado a los peores niveles de podredumbre. No tenemos ningún indicio en contra de los actuales funcionarios y no sabemos que ninguno de ellos haya sido propuesto por la industria farmacéutica, pero si sabemos que dependen de mandos medios que han trabajado por décadas bajo el patrón de la componenda y por lo tanto tienen que estar literalmente ojo al Cristo porque les pueden jugar la vuelta con gran facilidad gracias a la experiencia que se ha adquirido para el manejo abusivo de los fondos asignados a las distintas dependencias.

Es un consejo sano el que hay que darles a los nuevos altos funcionarios porque aunque sean muy astutos, se los pueden dormir y si se llega a comprobar algún caso de corrupción, terminarían siendo ellos los responsables. Por eso tienen que redoblar sus cuidados porque está demasiada enraizada la práctica malévola del negocio turbio y no se trata, en absoluto, de hechos aislados y extraordinarios sino que, como bien lo dijo de cínica manera Morales, la corrupción es parte de nuestra “cultura”.

Redacción La Hora

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